No iba a ser lo mismo quedar para coger con él que con cualquier otro, y ella lo sabía, lo tenía muy claro. El peligro de las adicciones, enamoramientos y demás patologías era más que evidente. Sexualmente era todo demasiado perfecto, demasiado complementario. Lo que también sabia era que probablemente si no lo hacia perdería la ocasión de tener sexo con alguien tan parecido a ella en ese ámbito, y tan loco por varias de las virtudes que ella poseía. No era lo mismo una sesión ciber por messenger… El tacto, el olor, el sabor, los besos y mil etcéteras más. Pero el riesgo a quedar enganchada le frenaba sin fecha límite. Él, a su vez, se moría de ganas de ver realizadas varias de sus fantasías sexuales pendientes, o mejor dicho, moría de ganas por realizar su máxima, esa que englobaba toda