La verdad es que no tengo recuerdo de haberle dicho a mi marido alguna vez que no en respuesta a alguna propuesta que me haya hecho. Es cierto que tampoco es que hayan sido disparatadas, al menos a mi juicio, pero ésta en concreto es que casi ni merecía una discusión para ver si finalmente se hacía. Era cuestión de encarte, ya que, por comodidad, compromiso o dificultad, era irrechazable. En este sentido el confinamiento nos vino muy bien. A raíz de tener que teletrabajar, me hice con un portátil más potente que el que tenía, abriéndome un abanico de posibilidades que el anterior no hubiera soportado, como trabajar con varias pestañas del navegador abiertas, un procesador de texto o incluso el escritorio remoto de la oficina. Y todo ello sin necesidad de tenerlo enchufado.
Fue una noche c
