Como bendición divina mi reloj biológico me despertó a las seis y treinta de la mañana y aunque me odié mucho en ese momento con todo el dolor de mi alma me di un baño con agua helada. Casi chillo pero tenía que sacrificarme por las victorias. No podía darme el lujo de volver a la cama y perderme aquello porque seguramente terminaría echada a la calle si faltaba en algo tan básico como lo es la puntualidad.
Busqué algo para usar y bufé, la verdad es que tanta ropa me intimidaba mucho sobre todo porque aún no la sentía mía por lo que me conformé con unos pantalones de chándal negros, una camiseta de cuello redondo y mangas en color verde olivo y unas sandalias de plataforma a tono con el pantalón. Me encogí de hombros frente a el espejo, no había mucho que pudiera hacer por mí a las casi s
