Capitulo 2

3626 Words
Yasserley. Mientras el ascensor sube voy sonriendo, al fin voy a verla y eso me pone muy ansioso, sacudo los hombros intentando ponerme serio y no estropear las cosas ni que todas en la oficina vean como me pone Pamela. Cuando llego a mi piso bajo, pero no avanzo, no puedo sacar la estúpida sonrisa que tengo, veo que todas ya comenzando sus trabajos super concentradas, las mañanas son más atareadas que las tardes por eso debe ser que están locas trabajando. —Laura. —¿Si señor?. —me mira de inmediato dejando los papeles en la mesa. —Van a llegar unas flores. —alza las cejas e incómodo me acomodo la corbata—. Son para Pamela. —¿Quién?. —dice con duda. —Pamela... Mi secretaria. —Pero señor... Ella no... —¡Buenaaaas!. —entra sonriendo y saluda a todas con un beso hasta que me ve—. Buenos días. —Agarra tus cosas y vamos. —¿A dónde?. —Tengo un desayuno con unos inversionistas y debemos ir. —Está bien. —apunta no sé donde porque no pienso dejar de mirarla—. ¿Puedo ir al baño primero?. —Sí, ve. —va corriendo al baño, me acerco a Laura así solo ella escucha—. Si preguntan por las flores yo no fuí. —Si señor. —Revisa que no tenga en ningún lado mi nombre por favor. —Si señor. —Ya estoy. —viene con varias cosas en sus manos—. Adiós chicas, que tengan linda mañana. —Igualmente. —se ríen y ella las apunta frunciendo las cejas. —Me las van a pagar. —toda sueltan las carcajadas, pero no entiendo el chiste—. El que ríe último ríe mejor van a ver. —en el ascensor se agarra de la baranda con fuerza—. ¡Aaay señor!. —¿Te da miedo?. —Terror. —No pasa nada. —mi voz sale dura cuando en realidad quería calmarla. —Estamos como a cincuenta pisos Yasserley. —escucharla decir mi nombre me hace escalofríos—. No digas que no pasa nada. —Hace años que trabajo acá y nunca pasó nada. —Gloria a Dios que siga así. —para varias veces subiendo gente haciendo que quede pegado a ella. —¿Cómo estás Yas?. —Bien. —me pego más a Pamela cuando Verónica se me acerca—. Te presento a mi novia. —las dos me miran furiosas. —¿Esta nena es tu novia?. —paso temeroso mi mano por su espalda hasta que la pongo en su cintura y no me dice nada, solo mira a Verónica como diciendo, "Sí, soy la novia ¿algún problema?". —Para el amor no hay edad Vero. —para el ascensor y todos bajan menos nosotros que vamos al garaje. —¿Por qué dijiste eso?. —me alejo sin querer, pero debo hacerlo—. Ahora voy a quedar re mal en todo el edificio. —Tampoco es para tanto mujer. —¿Pero por qué?. —la arrincono y me mira a los ojos dudando—. ¡Señor!. —No me digas señor. —¿Por?. —Por lo menos no acá... Tal vez. —miro hacia abajo pasando mi lengua por los labios—. Pamela ¿Por qué vistes así?. —¿Así cómo?. —alisa su ropa y me siento ahogar y no sé porque. —Así... Tan... Tan... —la recorro bien con la mirada y tragando duro, tiene como una camiseta manga larga amarilla que le llega por debajo de la cola, pero a los lados tiene un tajo hasta la cintura donde se le abre mostrando que lleva un micro shorts blanco resaltando la cinturita que tiene y las caderas anchas que carga. —¿Tan qué?. —me mira poniéndome nervioso—. Si hay algún problema dime, me dijeron que no había límites para la ropa excepto zapatillas. —Está bien, ¿Vamos?. —voy a mi auto y le abro la puerta, cuando salgo veo que va con las piernas súper apretadas. —Muy lindo tu auto. —Es una mierda. —me mira alzando las cejas sin entender de lo que hablo—. Me gusta más mi camioneta que esta porquería. —¿Qué camioneta tienes?. —Una f-100. —Jódeme. —se pone de costado sonriendo, me doy cuenta que cruzó las piernas, si hizo eso es que ya no la pongo incómoda, se relajó gracias a Dios—. Es mi favorita... Las amo. —¿De verdad?. —con mi demasiada poca experiencia con las mujeres jamás me hablaron de autos, si de maquillaje y ropa como si me interesara algo pero nunca de autos. —¡Si! Mi abuelo tiene una y en esa aprendí a manejar, son un caño. —Algún día te voy a llevar en mi camioneta. —Sería un placer. —se pone una mano en el pecho sin dejar de sonreír—. Hace años que no me subo a una... Mi abuelo la tiene sin andar hace muchos años y no quiere arreglarla tampoco. —Son costosas por eso. —Puede ser ¿De qué color es la tuya?. —Roja. —Joooo. —se friega las manos riendo—. Cada vez me gusta más la idea de que me lleves una vuelta eh. —Cuando gustes vamos sin problemas. —Sí... Obvio que sí... Me encantaría, ya me imagino arriba. —Pues te invito a cenar y la usamos. —sonríe asintiendo, eso me alegra mucho. —Sí. —se pone roja corriéndose el pelo y es la primera muestra que me da, de que se debe sentir atraída—. Podríamos salir a cenar. —Bien. Vamos al café el cual soy dueño y utilizamos para hacer negocios de toda la empresa, intentamos crear un ambiente tranquilo y relajado, con un apartado sumamente privado en el cual podemos charlar sin interrupciones de más personas que están en sus cosas, aunque es mío lo maneja mi hija, ya que no tengo tiempo para esto, me solicita solo cuando algo se le sale de las manos, como algún p**o grande en donde le da miedo andar sola con tanta plata. Está sentada esperando a que lleguen el dueño de una pequeña empresa junto a su presidente, estos negocios me los dejan a mí por el hecho de que hago mejores tratos, tenemos mucha gente a nuestras espaldas, todos trabajamos y todos debemos tener un buen sueldo a fin de mes, no podemos pensar nada más en nosotros sino en las miles de personas que trabajan bajo nuestro apellido y que sin ellos no funcionaría nada, eso me lo enseñó mi abuelo y mi papá durante toda mi formación para poder trabajar, y pienso exactamente igual, y voy a inculcarlo en mi hija y mis sobrinos a medida que se vayan formando en sus carreras. —Buenos días señor Weishler, ¿Llegamos tarde?. —Sobre la hora. —les tiendo mi mano enojado—. Y mi secretaria aclaró los horarios... No me gusta esperar. —Sepa disculpar... El tráfico. —Tomen asiento. —Pamela se sienta al lado mío saludando a todos con un hola sin contacto físico alguno—. Empecemos. —miro la computadora de Pamela donde tiene los contratos y los va repasando a medida que hablamos. —Yasserley. —toca mi pierna por debajo de la mesa, me tenso porque justo me tenía que tocar el muslo poniendo su mano abierta y cargando su peso—. Acá hay algo que no me cierra. —Disculpen. —dejan de hablar y me acerco a ella—. ¿Qué?. —Ahí. —apunta y leo que dice algo de un barrio—. Juro que esto no estaba en el primer informe que nos mandaron. —busca en el mapa y sí, es un barrio muy poblado—. No está en el mapa que nos mandaron o te lo habría dicho. —Lo sé tranquila. —los miro y la miro a ella—. Ve al baño ¿Si?. —Sí. —se va pidiendo disculpas y los miro. —Mi secretaria acaba de mostrarme unas cosas. —reviso los papeles de ella y lo encuentro—. Acá... Mandaron el plano en donde van a construir su empresa. —Así es. —Pero ella me acaba de mostrar el nuevo plano y dice que hay un barrio ahí. —me miran en silencio—. ¿Qué pretenden hacer con esa gente? ¿A dónde los van a mandar?. —Vamos a pagarles lo que valen sus propiedades como dice la ley. —Bien... Voy a mandar a mi gente a que corrobore eso. —dejo el mapa en la mesa y junto mis manos mirándolos—. En nuestros requisitos salen muy claro que no hacemos construcciones en lugares donde había viviendas y fueron desalojados... Deben tener su buena paga. —Bien. —se miran y me paro sin dejarlos hablar. —La reunión terminó... Si reciben nuestra llamada es porque vamos a hacer el proyecto si no... Está en nuestra última visita. —¿Así sin más?. —Requisitos señores... Impuestos por mi padre y que nosotros respetamos al pie de la letra. —apunto la puerta con la palma abierta—. Pueden retirarse señores, y que tengan un buen día. —¿Vas a perder la oferta de una construcción por un barrio de mierda?. —Ustedes pidieron cita... No necesitamos de su construcción para sobrevivir... Adiós. —mi hija me apunta detrás de mí, cuando me giro la veo parada esperando a que le diga que hacer—. Quiero que vayamos a ver si realmente le van a pagar a esa gente. —Está bien, pero lo programo porque hoy tenemos dos construcciones a las que ir. —Está bien vamos. —me acerco a Kiara que me sonríe. —Andas picarón eh. —¿De qué hablas?. —intento hablar bien bajo porque seguro sale con una tontera. —Te vi toda la reunión... Le echaste el ojo y te enoja que otros la miren por eso la hiciste irse de la mesa. —No quería que esté involucrada en la discusión. —¿A quién se lo dices?. —se gira como buscando a alguien detrás de ella. —No te hagas la loca. —¿Y yo me la creo dale?. —negando miro a Pame que está terminando de guardar sus cosas. —Andando que tenemos un día de construcción en construcción. —Me gustaría cambiarme de ropa. —agarro el bolso que pesa donde lleva muchas cosas—. ¿Es mucho pedir que me lleves a mi casa a cambiarme?. —Si, yo igual me quiero cambiar. —menos mal que lo dijo porque así vestida no la hubiera llevado y no sabía como decirle sin que se sienta ofendida—. ¿Dónde vives?. —Papá ¿De verdad no miraste su ficha?. —miro a Kiara que habla como alterada y niego confundido—. Tendrías que hacerlo... Te lo aseguro. —Todos dicen eso ¿Qué tengo que ver?. —miro a Pamela que solo se ríe. —No tengo idea. —va donde mi hija a despedirse con un beso en la mejilla—. Ya voy a venir con tiempo y sola a disfrutar las delicias que venden acá. —Siempre que vienen dices lo mismo y nunca vienes. —Quiero hacerlo lo juro, nada más que me falta tiempo... Pero voy a venir y te voy a comer todo vas a ver así te dejo callada. —Voy a estar esperando y ruego a Dios no ser viejita cuando eso pase. —Pero si te haces la loca no más. —nos reímos los tres por las cosas que dice mi hija—. Mejor nos vamos... Chao Katy, muy ricas las cosas haces. —Gracias. —la hermana menor de Marcia trabaja con Kiara y es mi socia, ella es todo lo opuesto a Marcia por eso es que trabaja y se dedica a llevar una vida tranquila. —Nos vemos. —Que les vaya bien. —Gracias igualmente. ***** Ayelen. Vamos hacia mi casa primero así me cambio de ropa urgente, quiero algo tranquilo para no estar nerviosa con tantos hombres mirando, en la oficina no es problema andar con vestidos cortos, el único hombre con el que tengo trato es Yasserley y uno que otro mensajero, pero en las construcciones son cientos y todos calenturientos, ya me pasó y no quiero pasar por eso de nuevo. —Acá es. —le apunto la casa de mis papás sonriendo, cuando me bajo lo miro media agachada donde el auto es muy bajo—. Vengo enseguida. —Si, ve tranquila. —entro corriendo y mi mamá me mira sorprendida. —¿Tan temprano?. —¿Puedo pasar?. —está lavando el piso y es horrible que te lo ensucien. —Si, pasa, no te hagas drama. —voy a mi habitación con ella atrás. —Vamos a ir a un barrio y después a una construcción que me olvidé... Y no voy a ir así, tengo que ir con otra ropa. —¿Ese es tu jefe?. —me mira desde la puerta de la habitación mientras me cambio a los saltos. —Sip... Venimos de una reunión y ahí vamos a ver el barrio. —me subo el jean y revuelvo buscando un gorrito—. Y toda la tarde la vamos a pasar en una construcción. —Ojo he... No te alejes de él hija. —No me deja ni a sol ni sombra cuando vamos a las construcciones. —me pongo perfume y me miro a ver si es decente y no anden "tirando piropos" por eso me puse un jean mom y un top n***o. —Nos vemos. —Chao... Cuidado. —Sí. —corro al auto y me subo—. Lista. —me pongo el cinturón, pero nada que arranca—. ¿Vamos?. —No tenías algo para... —con su mano hace gesto en el vientre—. ¿Cubrirte?. —¿Te molesta?. —No... Solo que tengo que estar cubriéndote todo el tiempo en las construcciones. —al fin arranca, tenemos un horario y ya estamos tarde, no quiero quedarme hasta las diez de la noche por cumplirlo. —Eso porque son unos alzados... Se desesperan por un poco de piel del vientre... Ni que anduviera ajustada o mostrando mis pechos. —Así somos. —muerdo mis labios porque no sonó chistosos ni divertido sonó como que de verdad es un alzado. —¿No me digas que también te vuelves loco por ver mi ombligo?. —lo digo de la nada y riendo, cuando reacciono ya es tarde. —Si es el tuyo sí. —agarro los papeles mirándolos así recuerdo cuáles eran los problemas que vamos a ver en cada construcción. —Es un barrio medio terrible... Si vas en este auto nos van a robar. —¿Vamos en mi camioneta?. —Siiigggg... No sabía como decirte. —Bueno... Entonces en mi camioneta. Llegamos a su casa que queda bastante cerca de mi casa, vivo en uno de los barrios más apartados de la ciudad y de ahí salen chacras y la mayoría las usan solo para vivir, como él que vive en una chacra y en otros lados hacen barrios privados. Es la segunda vez que vengo, una vez vine, pero también venía Kiara por ende no era incómodo como ahora que estamos solos, cuando entramos a la casa no puedo dejar de mirar el lujo de este lugar, es tranquila la decoración, miro los sillones blancos y me digo que si viviera acá pondría algo de color y retratos y un espejo gigante arriba de ese mueble, quedaría hermoso, lo miro asustada por el pensamiento, vamos a la cocina donde hay dos mujeres desayunando y mirando tele. —Buenas chicas. —las saluda con un golpe de manos a cada una—. Pame... Estas son mis chiquis. —¡Ay Yasserley!. —dice las más adulta. —¿Qué?. —me miran divertidas y yo solo les sonrío. —Hola mucho gusto. —Toma algo mientras me cambio... Hay de todo, sirvete sola. —apunta toda la cocina que es maravillosa—. No le pidas nada a estas mujeres porque se enojan si les pides algo. —Nos dejas mal hombre. —Nada que ver. —sube corriendo y las miro, decido sentarme poniendo mis manos juntas porque no dejan de mirarme y sonreír. —¿Sales con Yasserley?. —¿Qué? Nooo. —muevo las manos desesperadas, ¿Cómo van a creer eso?—. Soy su secretaria personal... Más bien como una asistente porque me encargo de todo lo de él en forma más intima. —Bien. —se miran entre ellas y se ríen. —Señoras, no tengo nada con él de verdad. —Es un hombre muy hermoso... Si yo fuera más joven me lo hubiera propuesto. —Ya te dije. —aparece sin remera y veo por primera vez su torso, todo tatuado casi sin espacio, sabía que tenía tatuajes porque se remanga la camisa, pero jamás pensé que todo el torso—. Te entro igual mi corazón. —Ya no soportaría un hombre joven Yas... Mira lo que tienes. —le toca el vientre marcado y él se ríe mirándome. —¿Y quién dices que soportaría a semejante bombón como yo?. —Y ella. —nos miramos los dos, él con una sonrisa y yo prendida fuego—. Es joven, pero tiene resistencia, aguantaría una noche loca con un bombón s****l como tú. —¿Quieres una noche loca conmigo Pame?. —las dos se rien a carcajadas y yo no sé donde meterme. —Acepta nena, y así nos dices si tiene aguante o es pura boca este. —Bueno, dejen de molestar, vamos Pame. —Sí... Chao, nos vemos. —Después cuentanos por favor. —Están locas, no le hagas caso. —lo sigo hacia un galpón, cuando llegamos me mira de pies a cabeza—. Te ves muy joven así ¿Cuántos años tienes?. —Te dije que mires mi expediente... Cuando lo veas vas a enterarte. —Hoy lo leo, ya estoy podrido que me digas lo mismo. —Si lo lees vas a ver que te dejo de joder. —medio gruñe y abre el portón, al fin señor Jesús. —Esa es. —veo asombrada la camioneta. —¡Oh por Dios santo!. —brilla la pintura, esta impecable y hermosa de donde la mires—. Tienes una reliquia Yasserley. —saltando voy riendo—. Aaaggg me encanta. —Te gustan mucho por lo que veo. —Son lo más. —paso la mano por la pintura y me rio—. Vamos vamos que quiero ver su potencia. —Vamos. —me abre la puerta y subo emocionada—. Es todo original... El cuero, las alfombras, todo. —paso mis manos por el tablero. —De verdad que está hermosa tu camioneta... Te felicito grandemente. —Gracias. Cuando la enciende ni se escucha, es un susurro lo que se oye, es una caricia esta camioneta. Me siento una reina arriba de esta reliquia, algunas personas en las calles se dan vuelta a ver semejante máquina flotar por el asfalto, pone música moderada y siento que no hay nada mejor en este mundo, cuando mi abuelo andaba en la suya me pasaba a buscar y salíamos a dar vueltas junto a mi hermano Juan, íbamos a tomar helado, a la plaza o simplemente recorrer la ciudad y me sentía igual que ahora, una reina porque cuando bajábamos todos se acercaban a decir que estaba hermosa, que su sueño era tener una y esos alagos aunque no eran para mí me hacían feliz, luego se le jodió el motor y ya no pudo arreglarla, los repuestos son caros y no muchos mecánicos se animan a meterle mano, así que con dolor la dejó en el garaje cubierta con una lona y muy debes en cuando le pega una lavada para que no se arruine tan rápido. —Bueno. —paramos en la obra citada por el gobierno. —¿Empezamos?. —Sí. —caminamos hacia los portones y todos nos miran dejando de hacer lo que hacen—. No te alejes Pame... De verdad te digo. —cada vez que me dice Pamela me dan ganas de romperle la cabeza. —Ya lo sé. —me agarra la mano libre y aprieta ligero—. Jamás me alejo de tu lado. —Bien... Ahí viene ese infeliz. —viene el capataz con el que se llevan muy mal. —Buenas Yasserley. —me mira sonriendo—. Hola hermosa. —¿Cómo está usted?. —no me quiere soltar la mano, pero cuando lo hace le extiendo la mano al capataz saludándolo y Yasserley se me pone aún más cerca de lo que esta. —Vamos que debemos mirar las obras. —pasa su mano por mi cintura y el capataz más sonríe mirando ese gesto, ¿Por qué se odian de esta forma?. —Si. —lo miro a los ojos intentando de transmitirle seguridad de que me voy a quedar a su lado, que deje de apretarme, pero no capta ninguna de mis indirectas—. Tenemos muchas obras y poco tiempo. . .
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