Mientras que ambos caminaban rumbo al ascensor, Oriana los miraba, e Isabella pudo sentir la enorme furia en esos ojos de un color verde esmeralda, inquisidores y que parecían indicar que esa pelirroja estaba dispuesta a saltarle encima en cualquier momento.
La secretaria se acercó caminando en dirección a ellos, al tiempo que mecía sus caderas.
—Oh, señor Strauss, ¿ya se va? —preguntó Oriana y trató de colgarse del brazo de Ethan, quien la esquivó rápidamente, sacando su teléfono con indiferencia.
—Sí, y si hay otra cosa que requiera de mi atención, me lo envías por correo, y lo revisaré en la noche —enfatizó el CEO, quien ni siquiera miraba a la pelirroja intentando acercarse a él en ese momento—. ¡Vámonos! —volvió a ordenarle a Isabella.
—Pero ¿se irá con ella a la convención? —Oriana se mostró levemente alterada con eso.
—No es asunto tuyo, pero sí, me voy con ella. No tengo más nada que agregar, y vuelve a tu trabajo, que quiero un resumen de los comentarios que han emitido sobre el juego hoy mismo en mi correo electrónico —ordenó Ethan y siguió caminando a paso firme.
Oriana apretó los puños con rabia y casi empujó a Isabella cuando pasó por su lado para irse en dirección a su escritorio.
La joven escritora siguió a su jefe mientras miraba por el rabillo del ojo a Oriana, quien apretaba los puños y torcía sus labios, como si su ira fuese lo suficientemente poderosa para salir del cuerpo y alcanzar a Isabella, tal como si fuese una especie de “hechizo”.
“Ummm… debería hacer una bruja malvada pelirroja para el juego” —pensó con diversión Isabella y en su rostro se mostraba una sonrisa maliciosa—. “Voy a pedirle ayuda a Amil para su diseño la próxima semana”.
Una vez en el ascensor, Isabella mantuvo la mirada gacha, mientras el calor en sus mejillas la hacía sentir como una niña boba, no debería sentirse de esa manera, pues no era gran cosa lo que estaba pasando, pero una parte de ella no podía evitarlo. Para ella, era necesario sacarse la inquietud sobre lo que estaba pasando.
—Señor Strauss, y-yo… yo jamás he salido con un hombre así —dijo acalorada la joven que se llevó en ese momento las manos a las mejillas.
Y era cierto, tampoco era como si considerara la salida que había tenido con Masson, su guardaespaldas, una especie de cita.
Ethan la miró con confundido, como si lo que le hubiera propuesto no fuera gran cosa.
—No te hagas ideas equivocadas, Isabella —habló fríamente el CEO, quien seguía ensimismado en su teléfono—. Solo necesito que alguien me acompañe, no me interesa otro tipo de interacción, y estaba algo apurado, la verdad, no se me hace muy agradable estar en contextos sociales —comentó él.
Isabella se desanimó un poco con esas palabras, pero igualmente sintió las mejillas arder al pensar en que ese hombre que le parecía tan atractivo igual había querido llevarla casi a la fuerza con él.
“Eso fue muy varonil… creo que se ajusta a mis personajes” —pensó ella, pero no continuaron hablando el resto del trayecto en el ascensor, ya que Ethan parecía concentrado en revisar sus r************* en el teléfono.
La mente de ella divagó por lo que estaba sucediendo, pero no pudo procesar demasiado la información, porque el ascensor se abrió, indicando que habían llegado al estacionamiento subterráneo de la empresa.
—Vámonos —dijo de forma tajante el rubio, mientras guardaba su teléfono en el bolsillo de su saco.
Por algún motivo, Isabella sintió que ese gesto se veía demasiado atractivo en él, esa forma de actuar con indiferencia era… realmente interesante. Ella volvió a sonrojarse fuertemente.
—E-está bien —dijo nerviosa la de cabello oscuro y corrió tras él hacia el auto.
Una vez sentados en el vehículo, un automóvil tan lujoso que Isabella sintió que estaba en una especie de telenovela romántica cliché, con un chofer que se veía bastante agradable y que simplemente los saludó y abrió la puerta con tranquilidad, pensó en algo más que hacía mucho tiempo quería preguntar…
—Señor Strauss… —Hizo una pausa—. ¿Puedo hacerle una pregunta? —La joven estaba notablemente nerviosa, pues la cercanía de Ethan la hacía temblar un poco.
—Sí, dime.
—¿Cuál es su relación con Oriana? —Titubeó unos segundos mientras hablaba, pero quería sacarse esa interrogante de su interior—. Espero que no sea muy atrevido de mi parte preguntarlo .
Y la verdad era que a veces Isabella sentía como si era posible que esa Oriana estuviera con él o algo parecido, cuando veía que la secretaria pelirroja se metía en la oficina del CEO. Incluso, una vez había imaginado que Ethan y Oriana hacían… cosas indecentes cuando se quedaban solos.
Se sonrojó de solo imaginarlo.
—Es mi secretaria, es una molestia, pero es eficiente, por eso suelo permitirle un poco sus… demostraciones de afecto —habló él de forma seria, mientras el chofer encendía el automóvil.
—Oh… ya veo.
Ethan dio las indicaciones correspondientes a la dirección del hotel en el que sería la convención y el chofer arrancó el automóvil.
Tras iniciar el camino, al joven CEO no pareció importarle la causa de la pregunta, por lo que el resto del viaje siguió de manera habitual, esta vez jugando un videojuego en su celular, mientras ignoraba totalmente a la joven junto a él, quien intentaba también concentrarse en su propio celular, en donde estaba escribiendo una descripción de la nueva bruja de sus historias.
El camino fue silencioso, en su mayor parte, el rubio estaba ensimismado en su teléfono y, aunque había algo de tráfico en la ciudad en ese momento, Isabella llegó un punto en el que se sintió algo mareada y decidió mirar por la ventana.
Mientras pasaban por la 4th Street casi llegando al hotel donde se haría la convención, el olor inconfundible de múltiples comidas llamó la atención de la joven, al punto que sintió como si este olor entrara por las rendijas del auto, aunque eso era prácticamente imposible porque e notaba que era un automóvil sellado.
“El embarazo hace cosas muy raras” —pensó divertida y miró su abdomen, que seguía igual de plano, pero que ella sabía que era la causa de sus extraños pensamientos. Pese a que intentó convencerse de que no estaba realmente oliendo la comida, este razonamiento no fue sustentado por el estómago de Isabella, que empezó a rugir mientras imaginaba las diferentes comidas del lugar.
—¿Tienes hambre? —le preguntó el rubio girando levemente su cabeza en dirección a ella, finalmente prestándole atención.
—S-sí… —respondió algo avergonzada.
—Está bien, puedes parar unos minutos para comprar algo de comer —habló de forma seca Ethan.
—P-pero debemos ir a la convención. —Isabella se había puesto bastante nerviosa ante esas palabras, pues realmente no quería incomodar a su jefe y tampoco tenía mucho dinero para comprarse algo.
—Te dije que está bien. Toma —le dijo él mientras sacaba de su billetera unos cien dólares, para dárselos en la mano a Isabella.
Acepto a regañadientes el dinero, y se bajó rápidamente a pedir una hamburguesa para llevar. Sin duda ese hombre era raro, pero no era desagradable, al menos no tanto como lo había sido inicialmente, pero sí tenía su encanto.
“También es mucho dinero, una hamburguesa no cuesta tanto” —pensó sorprendida la joven.
Volvió rápidamente al vehículo, e intentó darle el sobrante del dinero, pero su jefe no aceptó y eso hizo que ella se sintiera muy feliz por lo mucho que podría aprovechar eso.
Abrió su hamburguesa y comió sin pena, aunque le pareció que Ethan la vio de reojo.
—No dejes caer nada en el suelo —la retó en tono serio el rubio, sin mirarla, y volviendo a concentrarse en su teléfono.
Siguió comiendo hasta que llegaron al hotel, y una vez allí pasaron al área de la convención, donde pudieron observar la gran cantidad de stands que había, de diversos juegos y compañías. Algunos escenarios rodeando el principal, donde además de un atril había varios instrumentos, presumiblemente para algún show en vivo.
—Señor Strauss, ¿qué debemos hacer aquí? —inquirió curiosa Isabella.
—Dime Ethan, por favor, odio las formalidades —dijo secamente el CEO—. Y solo debemos estar aquí viendo el stand de la compañía, velo como estudio de mercado para la empresa… y supongo que te servirá para aprender un poco sobre cómo funciona este mundo —explicó mientras soltaba un suspiro cansado.
—Está bien, Ethan —concedió ella, con un fuerte sonrojo en su rostro, que intentó esconder como pudo.
El rubio la miró unos segundos y se quedó pensativo, antes de volver a hablar.
—¿Sabes? Creo que me servirá eso… si quieres puedes ir a recorrer la convención, toma —le dijo el mayor mientras le entregaba unos quinientos dólares—. Puedes comprarte lo que gustes, pero trata de estar al pendiente sobre cómo es el comportamiento de los presentes, Isabella. Es importante que estés atenta a cualquier mención de la empresa —Él mencionó, con sus ojos azules fijados en los stands de los juegos de su empresa, e Isabella simplemente se sonrojó antes de tomar los billetes.
Ella miró por un momento esa cantidad de dinero, sorprendida, preguntándose si estaría bien aceptarlo, pero aparentemente Ethan prefería que ella no estuviera en ese lugar mientras él supervisaba.
Isabella decidió utilizar sabiamente el dinero, era la primera vez que le daban dinero sin un motivo en particular… y una cantidad como esa.
Se retiró del lugar, y decidió pasear por las instalaciones.
—Ummm, creo que tengo hambre de nuevo —habló la joven mujer, sin poder evitar que su mirada se posara en su vientre plano y quisiera acariciarlo con dulzura—. Serás un bebé glotón, supongo… aunque imagino que eso no llegaré a verlo —agregó con tristeza—. Mejor busco un lugar para comer.
Lo mejor sería satisfacer su hambre y aprovechar ese día diferente…