Adelaida iba volviéndose cada vez más panzona conforme pasaba el tiempo. Y sumándole su embarazo, también le llegaron sus antojos de cualquier cosa. Así es que se la pasaba pidiéndole a Roberto mucha comida, helado, frituras, confiterías y más. Roberto se encontraba en la ruina. Ya no podía disfrutar de los placeres como lo hacía antes y lamentó no haberse hecho la vasectomía debido a que, como todo sujeto con problemas de masculinidad frágil, creía que esa operación era sinónimo de quedarse castrado. Un día, estaba revisando las cuentas en su oficina y vio que tenía más gastos que ganancias. Y la mayoría del dinero desperdiciado era por Adelaida que, un buen día, se le antojó un delicioso pastel de crema con fresa servido por el mismísimo chef de la reina de Inglaterra. O al menos eso