El trabajo de secretaria de Macarena era bastante relajado, en comparación a su anterior trabajo de mesera. Al menos, no tenía que aplicar sus técnicas de karateka para defenderse de los acosadores ni escupir en los cafés de clientes que le caían mal. Aún así, se sentía preocupada: Richard la invitó a su mansión situada en la Triple Frontera y le dijo que vistiera con la ropa más provocativa que tuviera en su armario.
“Lo único provocativo que tengo es ese vestido n***o” pensó Macarena. “Pero si descubre que uso sostenes con relleno y ve que en realidad soy más plana que una tabla de planchar… ¡Que horror! Bueno, al menos puedo usar su dinerito para operarme las tetas y así enamorarlo con mi sensual carisma y encanto”.
Cuando llegó el día, Macarena se equipó con su vestidito y dos conjuntos de ropas para cambiarse luego tras su noche de pasión. Richard la hizo subir a su helicóptero personal porque como era mega archi millonario, tenía hasta su propio helipuerto en la mansión de la Triple Frontera.
- Te llevaré a las cataratas del Iguazú – le prometió Richard – lo verás desde las alturas. ¡Será una vista fenomenal!
- ¡Guau! ¡Ser rico mola! – dijo Macarena – o como dicen por esa zona: ¡Que purete!
- ¿Qué es un purete?
- Solo una expresión, cariño. No hagas tanto caso.
Se subieron al helicóptero e hicieron el recorrido. Las cataratas del Iguazú en verdad tenía una vista fenomenal desde las alturas. Macarena sacó muchas fotos con su celular y las publicó en sus r************* con el hashtag “ser rico mola”. Cuando se aburrieron de ver esa maravilla de naturaleza, volaron hasta la mansión situada justito en el punto donde se unían los tres países limítrofes.
La mansión tenía un helipuerto en la parte de arriba y su construcción era de estilo minimalista: cuadrado, paredes blancas y sin ningún adorno extra. Los muebles eran grises y había mesadas y desayunadores de mármol oscuro, con sillas metálicas y forradas en cuero de camello provenido de las lejanas tierras del medio oriente debido al precio exorbitante que Richard debió pagar por ellas.
Macarena tomó a Richard del brazo y le susurró al oído:
- Por favor, sé gentil. Es mi primera vez
A Lo que Richard le dijo:
- También es mi primera vez. Perdóname si cometo algún error.
Aún si Richard era millonario, proviene de una familia muy ortodoxa, de esas que se escandalizan por escuchar la palabra “pene” pero que tienen cien hijos. Por eso mismo, cuando llegaron a la cama, no tenía ni idea de dónde empezar.
- Se supone que debemos desvestirnos – le dijo Macarena.
- Ah, ya – dijo Richard - ¿Y si ponemos música? Tengo un soundtrack de esos que usan los strippers.
- Hagamos por turno. Comienza tu.
- No, tu.
- Tú
- Tú
- ¿Y si hacemos piedra, papel o tijera?
- Está bien.
Agitaron sus manos y las extendieron. Macarena sacó tijera y Richard, piedra. Así es que Macarena comenzó primero.
Procedió a sacarse los tacones de rubíes que le había regalado Richard tiempo atrás. Luego, hizo un bailecito sensual moviendo las caderas al ritmo de la música y, lentamente, bajó el cierre de su vestido. Así, dio una vista frontal de lo que le esperaba al CEO al destaparse tal cual una flor abriéndose.
Deslizó su vestido hasta el suelo y, luego, procedió a masajearse los senos que aún estaban ocultos tras su sostén. Aquí entró en duda porque, en esos momentos, se había puesto relleno. Así es que decidió iniciar por bajar su tanga y exhibir ese triángulo perfectamente depilado para capturar la vista de cualquiera.
- ¡Oh, guau! – exclamó Richard, sintiendo que algo se le paraba.
Macarena le lanzó la tanga a su cara y, tras leves instantes, Richard perdió contacto visual. Fue ahí que la secretaria aprovechó para sacarse sus sostenes y ocultar que éstas tenían relleno. Estratégicamente se agachó y juntó sus pechos con sus brazos, para dar esa sensación de que eran de gran tamaño.
- Ahora es tu turno, guapo – le susurró Macarena, tapándose sus pechos y genitales tal cual si fuese Afrodita.
“¡Me dijo guapo! ¡Esto si es emocionante!” pensó Richard, con entusiasmo.
Así es que él se levantó y, al contrario que Macarena, se sacó su saco, camisa, corbata, pantalones, zapatos, medias y anatómicos de golpe, revelando así su enorme m*****o que ya estaba flameando tal cual bandera en la Luna.
- ¡Ya no puedo esperar más! – dijo Richard, rodeando a Macarena con sus brazos.
Se quedaron así por un rato, hasta que Richard preguntó:
- ¿Sabes qué sigue?
Macarena suspiró. Si bien era virgen, vio suficientes videos porno para saber cómo era la cosa esa.
- Debemos acostarnos en la cama – respondió Macarena.
Así es que fueron a la cama. La secretaria se acostó boca arriba y Richard se colocó encima de ella. Macarena, entonces, le tomó de su pene y le dijo:
- Creo que tenías que metérmelo, pero despacio. La primera vez duele… o eso me dijeron mis amigas.
- Entiendo, creo que ya lo capto.
Richard introdujo su pene en aquel orificio y, brutamente, se movió hacia adelante, provocando que Macarena gritara del dolor.
- ¡Ay!
Richard sintió que la v****a de Macarena era muy estrecha, apenas podía entrar ahí. Pero, a la vez, tuvo deseos de ir hasta el fondo para sentir esa sensación de saciar su apetito s****l y eliminar, para siempre, su temor de morir soltero y virgen.
- ¡Con cuidado, por favor! – le dijo Macarena
- ¿Así!? – Richard se movió
- ¡No!¡Más despacio!
- ¿Qué no lo haga más despacio!
- ¡No! ¡Digo sí! ¡Aaay, duele!
Macarena lagrimeó. Eso asustó a Richard hasta el punto de que se le bajó la libido y extrajo rápidamente su pene de la v****a.
- ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Lo siento!
Macarena respiró hondo, pensando que en las películas lucía más bonita esa clase de escenas.
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Roberto llevó a Adelaida a su mansión situada en Montevideo. Ahí, tomaron champagne y se fueron a la terraza para poder hacer el amor bajo las estrellas.
Adelaida llevaba una lencería de licra muy entallada. Roberto unos anatómicos que rebelaban el enorme m*****o que lo usaba como su tercera pierna. La mujer hizo un baile sensual y Roberto la tomó por detrás, acariciándole lascivamente la entrepierna y causándole gemidos de placer.
- Usted sabe bien cómo tocarme, amo – le susurró Adelaida.
- Es la práctica, amor – le dijo Roberto, dándole una lamida a su cuello.
Le bajó su tanga y la hizo colocar en cuatro, para tener sexo anal. Comenzó a aplicarle el lubricante y, de a poco, metió sus dedos en ese orificio para facilitar la entrada.
- Aaah…. Uuuuh…. Aaah – gimió Adelaida.
- Descuida, te sentirás bien – le susurró Roberto, metiéndole dos dedos.
Comenzó a hacer sus giros hasta conseguir que el orificio se agrandara. Ahí, metió un tercer dedo y causó que Adelaida diera un grito.
- ¡Aaah!
- ¿Estás bien? – le preguntó Roberto
- Si, solo… me sorprendió. Continúa.
Roberto sonrió. Y cuando al fin tuvo una buena amplitud de ese orificio, retiró los dedos y procedió a meter su pene erecto en el ano.
Los gemidos de Adelaida no tardaron en aparecer. La joven se aferró a la barandilla del balcón de la terraza, mientras que Roberto aumentaba las estocadas sin contemplación.
Unos fuegos artificiales aparecieron en el cielo, apagando así los gemidos de Adelaida y evitando incordiar a los vecinos. Pero estaban más que seguros que, si alguien los viera desde algún edificio, estaría escandalizándose por aquella escena lasciva propia de un CEO con su sumisa, quienes siempre aprovechan cualquier ocasión para hacer sus cochinadas y disfrutar de una vida repleta de lujuria.