Por obra y gracia de la atención médica del primer mundo, Roberto salió del hospital con el rostro más divino que nunca. Pero su mente quedó perturbada por la tremenda paliza que le dio Macarena en la asociación ya que, desde su percepción de macho alfa con pectorales perfectos, era imposible que una sumisa tuviese tanta fuerza como para reventarlo de un solo golpe.
Cuando regresó a su mansión, fue recibido por Adelaida, quien de inmediato le ofreció una cena romántica de velas encendidas y pétalos de rosas rojas para disfrutar de un momento a solas.
- Oh, Roberto, te he extrañado tanto – le dijo Adelaida, llenándole la cara de besos – te he preparado pavo al horno bañado en condimento proveniente de las tierras lejanas de la Atlántida debido a su exorbitante precio.
- OH, querida, eres tan dulce y cálida – le dijo Roberto, abrazándola y llevando sus manos directo hacia su trasero – me conmueve que me hayas dado esta bienvenida usando mis propios fondos anexados a la tarjeta de crédito que te regalé la semana pasada. Pero es otra cosa lo que me quiero comer.
Roberto comenzó a masajearle el trasero, mientras que Adelaida se colgó de su cuello ya que sentía que las piernas se le debilitaban.
De inmediato, Roberto la alzó en brazos y la depositó sobre su cama, boca arriba. Comenzó a desvestirla hasta dejarla completamente desnuda y contempló su cuerpo, el cual recorrió con sus manos para moldear esa perfecta silueta. Luego, la tomó de las muñecas y procedió a besarla en la boca, haciéndola jadear. Poco a poco, bajó hasta su cuello y la llenó de más besos, a la par que acercaba su m*****o hacia la entrepierna para flotarla sobre ella.
Aunque el CEO llevaba puesta su ropa, igual fue suficiente para hacerla gemir. Él también sintió que se le paraba, por lo que procedió a desabrocharse el pantalón para liberar toda esa tensión acumulada tras un largo periodo de abstinencia s****l.
Y cuando procedió a meterle su m*****o erecto en esa zona pecaminosa de placer, murmuró:
- Macarena.
De inmediato, la libido de Adelaida desapareció y, mirando a Roberto con una mezcla de incredulidad y enfado, le preguntó:
- ¿Macarena?
Roberto, quien se percató de su desliz, le dijo:
- Ah, no, perdón mi cielo. Quise decir “Más crema en el cielo”
Pero la mujer lo empujó, se levantó y, vistiéndose rápidamente, le dijo:
- ¿Estabas engañándome con otra sumisa y me cogías mientras pensabas en ella? ¡Eres un maldito cerdo!
- Oye, no ofendas al pobre cerdito.
- ¡Dime quién es esa tal Macarena y dónde la conociste AHORA!
- Bueno, bueno, bueno, tranquila. Te lo voy a explicar. Solo… no te vayas.
Adelaida y Roberto se sentaron en la cama. El hombre se sentía cohibido por la reacción de su empleada, ya que era la primera vez que actuaba de forma muy agresiva con él. Y recordó que a las mujeres no les gustaban compartir a sus hombres, por lo que estaba bastante seguro de que si Adelaida conociera a Macarena, arremetería contra ella sin contemplaciones.
Respiró hondo y le dijo:
- Mi archienemigo, Richard, se consiguió a su primera sumisa. Se llama Macarena. Fue ella quien me golpeó y, por poco, no me deja en coma por lo fuerte que es. Y, por eso, estaba pensando en traerla a nuestro bando.
- ¿Qué? ¿Pretendes que esa tal Macarena sea tu sumisa ahora?
- ¡No! Solo quiero destruir a Richard, sacarle su sumisa y dejarlo en la ruina. Es que no puedo permitir que sea el nuevo ídolo de la asociación y me dejen de lado. ¡Me costó mucho esfuerzo figurar entre los mejores CEOs encuerados del mundo!
- No me convence tu explicación, querido. Nadie tiene sexo con una mujer pensando en otra sin otras intenciones.
Roberto suspiró. Sabía que, dijera lo que dijera, Adelaida no le creería y aplicaría la ley del hielo. Así es que no le quedó de otra que recurrir a su viejo truco para volver a dominarla y tomar el control en su relación basada puramente en el sexo.
- ¿Qué te parece esto? Si contactas a Macarena para que se mude a nuestra empresa, dejaré que hagas de mi cuerpo lo que quieras.
- ¿Y por qué quieres que Macarena se mude con nosotros?
- Porque quiero cobrársela por el golpe que me dio. Es todo. Créeme, jamás saldría con una mujer que me pegue y maltrate delante de mis colegas. No soy un idiota como Richard.
Mientras hablaba, Roberto procedió a desabrocharse su camisa y la deslizó por sus hombros. Adelaida se fijó en sus pectorales perfectos y tremenda tabla de planchar que se mandaba en sus abdominales. Poco a poco, se relamió los labios y, tartamudeando, le dijo:
- Co… como usted di… diga, amo. Lla… llamaré a esa suripanta y… ¡Al diablo!
De inmediato, se abalanzó sobre él y le mordió uno de sus pectorales. Roberto gritó, pero se mantuvo quieto. Luego, ella lo hizo acostarse boca arriba y recorrió su torso con las manos. Muy pocas veces Roberto asumía un rol pasivo pero, esta vez, cedió para aplacar los celos que despertó en Adelaida por mencionar a otra mujer en pleno coito.
La joven se sacó su ropa interior y procedió a sentarse, lentamente, sobre el m*****o ya erecto del CEO mamado. El roce de pieles hizo que unas llamaradas de pasión se encendieran en la zona de la entrepierna, subiendo lentamente hacia arriba y extendiéndose por todo el cuerpo.
Ante esto, murmuró:
- El efecto catalizador del CEO aún sigue vigente en ti, amo.
- Mis feromonas son potentes, lo sé – dijo Roberto, mostrando una sonrisa seductora – ahora, no digamos nada y gocemos el momento.
La habitación se llenó de gemidos de placer y lujuria, donde dos amantes se hicieron uno en un instante, debido a que sus partes encajaban perfectamente, como una llave en su cerrojo.
Y tras haber consumado su pasión, ambos quedaron acostados y abrazados entre sí, mirándose con ternura. Sin embargo, sus mentes estaban distantes ya que cada uno tenía su propio dilema:
“No me creo que quiera vengarse de la tal Macarena. Seguro la volverá su nueva sumisa. ¡A mí no me engaña! Así es que enviaré el mensaje a otra empleada de Richard, que sea menos agraciada”
“Creo que calmé a la fiera. Cuando contrate a Macarena, la penetraré por detrás tan salvajemente para cobrársela por la paliza que me dio. Y le mandaré una foto a Richard para mofarme de él y que ninguna sumisa resiste a mi sensual apariencia. Porque de mí nadie se burla”