Capítulo 9. Intentando hacer amigas.

1255 Words
- ¿Por qué vivimos en un mundo tan superficial, donde los hombres solo se fijan en el físico y no en los sentimientos? Sonia estaba hablando con una amiga por teléfono sobre su desafortunado destino. No paraba de llorar y, en esos momentos, tenía en sus manos un tupper donde guardaba su almuerzo y con el cual jugueteaba. Por su parte, la amiga del otro lado de la línea trataba de consolarle diciendo cosas como: - Olvídalo, ese chico no vale la pena. Hay muchos peces en el mar. Búscalos, usa un vestido sensual, maquíllate y actúa como una mujer empoderada. ¡El mundo es tuyo, querida! Cuando terminaron de conversar, Sonia abrió su tupper, revelando así una ensalada de lechuga, tomate y zanahoria que se preparó para empezar su dieta. Había subido diez kilos desde el último mes y eso ya le preocupaba, porque los botones de sus camisas gritaban socorro cada vez que se vestía con ellas. Y mientras almorzaba, escuchó a un par de colegas del trabajo chismoseando en un rincón, sobre la nueva secretaria que el CEO de la empresa recomendó. - ¡Te juro que los vi a los dos bebiendo en un bar juntos! - ¿Será que el señor Richard y esa suripanta tienen una relación en secreto? - ¡Seguro que sí! ¡Es una bandida que no sabe hacer nada! ¡Seguro abrió las piernas para conseguir el puesto! Sonia recordó la vez en que los vio a ambos haciendo el amor en la oficina. No se lo había dicho a nadie porque no quería manchar la reputación de Richard. Pero era claro la cercanía que tenía con Macarena hasta el punto de que le llegó a obsequiar un hermoso collar de perlas auténticas en su cumpleaños, delante de todos los empleados, con la excusa de que la recompensaba por su gran aporte a la empresa. “Quizás deba renunciar a Richard”, pensó Sonia, mientras miraba su almuerzo. “Lo intenté de todo, pero él solo me ve como una simple confidente. Como dice mi amiga, hay muchos peces en el mar. Quizás encuentre a un chico que le gusten las gorditas y solo se fijen en los lindos sentimientos”. Con eso en mente, dejó su ensalada a un lado y llamó a un delivery para comprar un kilo de helado, donde podría desahogar sus penas. ………………………………………………………………………………………………………………………………………………………… - ¡Oh! ¡Tu casa es muy bonita! Macarena estaba en la casa de Richard, aunque la palabra queda corta ya que se trataba de un chalet bastante coqueto, que se situaba en un barrio elegante de Sao Paulo. La habitación de la joven secretaria era mucho más amplia que el cuartucho donde vivía en el pasado, y contaba con una cama muy amplia y mullida donde, de inmediato, se arrojó para relajar su cuerpo. Richard pensó que Macarena lucía como una niña al emocionarse por estar en otra de sus tantas residencias esparcidas por todo el país. También contaba con una casa en algún país europeo, donde solía ir cuando se sentía muy estresado. Se preguntó cómo reaccionaría la joven si la llevaba a pasar una temporada ahí, pero pensó que era muy temprano para eso. - Cuando te acomodes, regresaremos a la oficina – le dijo Richard – ya anduve mucho tiempo afuera y, ya sabes, la gente hace muchas preguntas. - Entiendo – dijo Macarena – En ese caso, me pondré el conjunto que me compraste. Por suerte, las ropas le quedaron muy bien. Richard se maravilló por cómo lucía y sintió que algo se le paraba. Pero como no era el momento para eso, respiró hondo y le dijo: - Vayamos en mi auto. Apenas llegaron al trabajo y muchos de los empleados miraron con asombro el nuevo estilo de Macarena. Se preguntaron si su falda corta lo usaba a propósito, o simplemente le gustaba exhibir sus largas piernas. La joven secretaria, ignorando los comentarios, se sentó en su escritorio. Richard, por su parte, entró a su oficina y se quedó ahí adentro por largo rato ya que dejó muchos pendientes. Macarena procedió a hacer lo que normalmente hacen las secretarias: atender llamadas, realizar apuntes, agendar reuniones, entre otros. Y cuando llegó el turno de descanso, decidió ir al comedor para almorzar. Fue ahí que vio a un grupo de mujeres, de otro departamento, que la miraron desde los pies hasta la cabeza con expresiones de desagrado. Luego, le dieron la espalda y se marcharon. Macarena recordó que, en su anterior trabajo, sus compañeras de turno por lo menos le dirigían la palabra. Pero, en la empresa de Richard, todos los empleados la ignoraban. Y luego de vestir el conjunto que Richard le regaló, comenzaron a cuchichear entre sí a sus espaldas. “Desde que llegué aquí, no hice ninguna amiga”, pensó Macarena. “¿Será porque me tienen envidia? Bueno, no importa. Yo solo quiero salir de la pobreza y haré lo que sea para conseguirlo”. Se sentó sobre su mesa, abrió el tupper donde tenía su almuerzo y comió. Cuando terminó, procedió a regresar a su escritorio. Y fue ahí que se cruzó en la oficina de Sonia quien, en esos momentos, estaba comiendo un kilo de helado mientras lloraba. Macarena recordó haberla visto hablar con Richard, por lo que supuso que eran amigos. Así es que se le ocurrió la brillante idea de acercarse a ella para saber más de su CEO encuerado y buscar detenerlo el mayor tiempo posible para hacer su sueño realidad. Con eso en mente, buscó algún encargo para entregarle a Sonia y mantener una breve charla. Cuando lo consiguió, fue directo a su oficina y le dijo: - Señorita Sonia, me pidieron que te entregara esto. Sonia dejó de llorar y miró sorprendida a Macarena, ya que era la primera vez que se le acercaba. La evitó todo ese tiempo, pero sabía que en algún momento debían coincidir para, al menos, charlar sobre asuntos del trabajo. - Gracias – respondió Sonia, tomando los papeles – ah, y perdona el desorden. Seguro que pensarás que luzco patética tomando un helado en la oficina. - No le veo lo malo. ¡Me encanta el helado! – dijo Macarena – así es que entiendo que quieras tomarlo en la oficina. Sonia se rió. Al instante, detectó que Macarena intentaba amistarse con ella para quien sabe qué intenciones ocultas. Pero, en esos momentos, un oscuro pensamiento se le vino en la mente: “¿Y si finjo ser amiga de esta suripanta? Así sabré más sobre ella y usaré sus defectos en su contra para que Richard la deje y se enamore de mí. Sé que Macarena no tiene amigas, estoy segura de que será débil ante cualquier signo de gentileza” - Eres muy amable, Macarena – le dijo Sonia, mostrándole una sonrisa – y me sabe mal que los empleados te desprecien cuando haces un gran trabajo. Así es que, si quieres, podemos salir un día de estos a tomar algo. - ¿De verdad? – dijo una sorprendida Macarena, ya que era la primera vez que alguien que no fuese Richard la invitaba a un paseo - ¡Muchas gracias! Conozco un buen lugar donde podemos tomar unas copas después del trabajo. - ¿Hacemos el after office, entonces? - ¡Si! ¡Hagamos el after office! Una vez que acordaron en salir después del trabajo, cada una regresó a sus puestos para terminar con sus respectivas tareas.
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