Como siempre que mi hermana se pelea con el inútil de mi cuñado, viene a casa de mis padres a hacer de mi vida una pesadilla interminable. Sentados a la mesa le doy chuches como desayunos a mis sobrinos de cinco y tres años, Camilo y Nathan unos críos que son monos, me aman y soy su consentida, su tía favorita y no me extraña, las hermanas de su padre son unas brujas.
―Mamá, dile a Ira que me deje en paz― miro a mi madre suplicante ―no quiero estar de parejas, ¿Acaso no puedo ser una virgen tranquila?― mi hermana carcajea y papá solo niega. Le gusta tenernos a las dos juntas, aunque eso signifique Zuly a nada de matarse por las tonterías de su hermana.
―Deja de meter a mamá. Tienes veinte años Zuly, me preocupa que mi hermanita esté pasando por algo y no darme cuenta― resoplo, bufo y gruño para soportarla ―cielo, ¿Te sientes acomplejada? ¿Alguien te ha tratado mal y por eso no tienes a nadie?― ruedo los ojos.
―¿Más bonita que tú? Soy, ¿Y más inteligente? ¡Por supuesto! No estés dando a entender que tengo problemas de autoestima, Ira. Soy virgen porque quiero serlo, no quiero estar con cualquier hombre que me trate mal cada vez que quiere y…
―¡Zuleika!― me interrumpe mi madre, muerdo mi labio con fuerza ―respeta a tu hermana, es su decisión seguir de saquito de boxeo― me echo a reír sin disimulo.
―¡Mamá!― protesta mi hermana ―eso fue solo un accidente, ¿De acuerdo? Patrick no me golpea, solo fue una vez y me defendí― enarco una ceja y niego ―saben que las marcas son por los juegos, últimamente hemos practicado el sado, es todo― miro a mis pobres sobrinos y después a su madre.
―Estamos desayunando y en presencia de los niños, ¿Podemos dejar de hablar esas cosas?― mi hermana resopla.
―Bebé tiene razón, están los niños presentes. Desayunemos en paz― interviene papá con una sonrisa.
―Gracias― papá me guiña, es el único en no empeñarse para que yo busque novio, creo que para él es mejor que su bebé esté en casa.
―Tía Zuly― Camilo el mayor de mis sobrinos tira de mi camisa, le miro con ternura a la par que limpio sus mofletitos gorditos ―no busques novio, te quiero solo para mí. Si tienes novio ya no me darás chuches― dice esto último como un susurro, me parto de la risa con mi sobrino.
―Tranquilo mi amor, tu tía no buscará novio porque nadie quiere serlo― miro a mi hermana furiosa después de decirle a mis sobrinos que salieran del comedor ―¿Qué? No me mires así, tanto cuidar tu virginidad y tarde o temprano la vas a perder con un idiota que te embarazará y se cansará de ti algún día― frunzo el cejo.
―Vamos, como tú— Le espeto enojada —Estoy cansada de decirte que si soy virgen es porque quiero. Además, puedo conseguir a quien yo quiera cuando quiera― ella asiente.
―Sí, puedes, pero igual te desvirgarán, seguirán contigo por un tiempo, te dejarán y quedarás desvirgada. No entiendo tu empeño en seguir siendo virgen― me giro para mirarle de frente.
―¿Por qué tan segura de que perderé mi virginidad si tengo novio?― ella carcajea como si hubiera escuchado la mayor estupidez ―puedo tener novio y seguir siendo virgen― no deja de reír, endurezco el gesto.
―¿Pero qué dices? No hay nadie suficientemente loco como para ser novio de una mujer sin tocarla, no seas tonta― enojada me levanto.
―Me voy a trabajar― les doy un beso a mis padres, mi hermana es la persona más cruel que hay en el mundo.
―Sí, llegarás al trabajo que yo te conseguí― ruedo los ojos, odio que me lo restriegue todo en cara, detesto eso.
―Sí, pero el que he sabido mantener, te recuerdo hermanita, soy inteligente― le doy un guiño.
―Sigo pensando que deberías trabajar en el club con nosotros― suspiro al escuchar a mi madre ―deberías ir a New York, necesitamos a alguien que lo lleve― esa sería una gran oportunidad para alejarme de mi disfuncional familia, pero extrañaría a mis sobrinos y trabajaría en un lugar que me hace sentir incómoda además del cambio de universidad.
―No, gracias, estoy bien con mi sueldo de secretaria.Una vez me gradúe de la universidad me volveré la mejor programadora y diseñadora de todo el país― sin querer entrar en el debate de siempre voy a mi habitación para cepillarme los dientes. Al terminar me miro al espejo, una rubia, delgada de buen físico, de estatura media y un poco alocada, esa soy yo, una universitaria que trabaja para un cabrón.
Dejando de mirarme al espejo tomo mi bolso y salgo de la habitación. Una vez me despido de mis padres me apresuro a ir por mi coche, voy tarde y no quiero escuchar las tonterías del patán de mi jefe.
Al llegar saludo a mi mejor amiga, Francia, ella es recepcionista del edificio, mayormente está liada con todo así que solo la saludo de lejos. Es parlanchina y cada vez que me acerco nos vamos de lengua hasta darnos cuenta demasiado tarde de que nos hemos echado más de media hora hablando en horas laborales.
Mi piso es el presidencial, soy la secretaria del dueño, aunque realmente hago el trabajo de una asistente, y como me pagan bien no pongo pretextos, tengo mi propia oficina, aunque debo aceptar que es gracias a mi hermana, a pesar de todo se aseguró de buscarme un buen puesto.
―Buenos días― saludo a una de mis compañeras, al entrar a mi oficina veo a mi jefe, resoplo y maldigo mentalmente, hay únicamente una pared de cristal que nos separa y tiene las persianas abiertas. Cuando me llama suspiro, espero que no me salga con una canallada ―¿Sí, jefe?― le sonrío con hipocresía, jamás en la vida había conocido a un hombre tan arrogante como ese.
―No me has traído un café, y has llegado después que yo― rodea el escritorio y apoya el culo una vez está frente a mí.Llevo la mirada hasta su lujoso reloj TANK de Cartier.
―Soy su secretaria como usted mismo me dice, no tengo que traerle café, para eso contrate a una asistente, y que haya llegado antes de mi entrada no es mi culpa― lo miro a sus azules y coquetos ojos y sonrío.
―¿Te he dicho que eres la más insolente de todas?― me encojo de hombros.
―Así como yo le he dicho que es el mayor c*****o que he conocido en mi vida― nos miramos a los ojos.
Sinclair Drummond es un escocés que llegó a Norte América desde niño, es un moreno de ojos azules, alto de físico perfecto y un cuerpo de Dios, tiene treinta y ocho años y es un maldito ligón de ligas mayores. Es amigo de mi hermana y de mis padres, siempre busca la manera de tenerme bajo su control, pero no le doy oportunidad.
―Qué boquita― enarco una ceja al verlo sonreír ―creo que deberías tratarme con más respeto. Llevas dos años trabajando para mí y no veo que mejores― ruedo los ojos y me cruzo de brazos.
―¿Hago mi trabajo bien?― él asiente ―¿Falto?― ahora niega ―entonces no tiene más que pedirme. Si usted me deja en paz no hay de que temer, pero si cree que por conocer a mi familia y ser mi jefe me voy a dejar pisotear por usted lo lleva claro. Ahora pasemos a cosas importantes. Tiene junta a las 9 horas, un almuerzo a las 13 horas, y Danna sacó cita con usted para la noche. Traeré el expediente que necesita para la junta. Es todo señor, con permiso― doy media vuelta y salgo de su despacho.