Gastón.
-Si te conozco y Miguel sabe que es así- le aseguro cuando veo que no tengo otra alternativa que revelar parte de la verdad.
-¿Miguel?- sus ojos se oscurecen cuando repite su nombre- ¿Qué tiene que ver en esto?
-Mucho, pero antes tienes que decirme si estás dentro o fuera- prácticamente le suplico.
Verdaderamente no puedo confiar en nadie más. Ella es toda la esperanza que tengo para recuperar los activos de mi padre. Es la única persona que se que no me va a jugar una mala pasada. ¿Cómo lo sé? Puro instinto de campo. Análisis conductual y fé. A eso se resume la última gota de esperanza porque como se lo dije, es ella o no es nadie.
-No lo sé- susurra- No se si este es el camino.
La última alternativa que me queda, es prácticamente jugar sucio, pero en la guerra y en el amor, todo se vale ¿o no?
-Esta bien- accedo utilizando psicología inversa como el peor de los villanos- No voy a obligarte a nada.- suspiro para ponerle más drama- Ellos ganaron la partida y no me queda otra que regresarme a Nueva York con las manos vacías.
-¿Y mi trabajo qué?- se irgue desesperada- ¿Y la investigación de nuestros padres, qué?
-No puedo hacer nada más, Marianella- abro los brazos para que entienda de una vez por todas- Si tu no quieres, no hay más que nada, porque no hay otra salida.
-¿Porque yo, Gastón?- se para y comienza a caminar- ¿Porque tengo que ser exclusivamente yo o más nadie? Miles de mujeres hay en el mundo. Cualquiera y me lo dices a mi.
Notoriamente mi plan se me sale de las manos. No la quiero frustrada y quebrada. No necesito ser otra persona que le cause dolor porque me dolería igual o más que a ella.
Me paro y rodeo la isla de la cocina cuando las lágrimas tienen más control que sus palabras, porque soy tan imbecil que la puse en la misma posición que el maldito hijo de puta de Miguel.
Sus manos tapan el llanto y me aproximo a abrazarla. Se resiste al principio, pero la rodeo y se deja hacer.
-Shh, Nella- susurro pasando mi palma por su espalda- No llores, por favor. No quiero que llores.
-Pero no entiendo- habla hipando escondida en mi pecho- No entiendo porque yo.
-Porque no confío en nadie más. No puedo permitirme confiar en cualquier persona y se que tu no me defraudarias nunca.- cierro los ojos y me decido a revelarle de dónde la conozco- Porque te conozco siendo tu, desde que eras adolescente en el instituto y desprecio a Miguel igual que tú.
-¿Cómo que desde el instituto?- se retira un paso para atrás rompiendo el abrazo- ¿Quién eres?
-Gastón Lucks Gil, pero tu me conociste como Germán Gil ¿Recuerdas?
-No es verdad- niega retrocediendo otro paso- No eres él. Él- me señala para volver a negar.- No eres él.
-¿Porque era un flaco escuálido que no sabía nada más que leer todo el día?- pregunto a modo de broma.
-¿Cómo me recuerdas? No me veo ni parecida.
Sonrio levemente porque ella no se ve como yo la veo. Jamás pudo verse como yo la veía. Todo el resto del mundo veía su exterior, pero desde la distancia, siempre ví su verdadero yo. El temeroso e inseguro, el que se dejaba influenciar por los comentarios de los demás hasta el punto de jugar con su salud.
-Para mi te ves igual, Marianella. Sigues siendo la misma, pero más fuerte, con más personalidad y mejor carácter.
-De verdad que estas loco. Tu simplemente- se pausa para respirar y se acomoda el cabello carbón en la cola de caballo- Simplemente estas demasiado loco.
-Puede- admito- pero al menos ya no me hablas como a un viejo.
-Mierda, mierda, mierda- vuelve sus manos a su pelo- Sigues siendo mi jefe.- se recuerda.
-Podemos ser LOS jefes- hago énfasis en los para que le quede claro.
-¿Sigues pensando en esa locura?
-Es la única que se me ocurrió y no puedo hacerlo sin ti, Marianella- extiendo una mano para que la tome y aunque duda, al final lo hace- No hay otra persona en el mundo en quien confíe para hacer algo así.
-¿Cómo haríamos?- cuestiona- Porque sería demasiado raro todo así de la nada.
-Podemos pasar tiempo juntos- sugiero- Que nos vean ir y venir en la empresa y esas cosas hasta que se dé.
-¿Por cuanto tiempo?
-Por un mes y nos casamos- aseguro.
-¿Un mes? Si que estas de remate.- niega nuevamente.
-No podemos postergarlo mucho porque en tres meses se vence el plazo.- confieso- Si nos demoramos más vamos a dejar demasiado margen de error y no se puede.
-OK- vuelve a pararse y la detengo- Tengo que pensarlo, tengo que pensarlo muy bien.
-Escúchame ¿si?- trato de calmarla- Podemos hacer esto hasta que los dos tengamos lo que queremos y luego nos divorciamos y cada uno por su lado ¿esta bien?- negocio a lo que asiente- No podemos firmar nada que se vea sospechoso porque si comienzan a indagar y descubren algún contrato al respecto, todo se va a tardar más, asi que es todo de palabra entre los dos y yo te prometo que siempre cumplo mi palabra. ¿Entiendes?- vuelve a asentir y puedo respirar- No hay tiempo. Necesito una respuesta lo antes posible para al menos comenzar a hacer esto en la oficina.
-En la oficina- repite a lo que le confirmo con un leve movimiento de cabeza- Comenzaría en la oficina ¿Porque?
-Porque es el lugar donde te volví a ver, Marianella.- detallo como si hablara con una principiante- Y necesito una respuesta pronto. ¿Está bien?
Su caminata comienza. Al menos le sirve para bajar los desiveles, porque podría asegurar que en cualquier momento, remontaría vuelo de seguir respirando como lo hacía.
-OK, OK, ok- murmura entre respiraciones lentas con sus ojos cerrados firmemente y cuando los abre, veo determinación en ellos- Hay que hacerlo y que Dios se apiade de nuestras almas en el proceso.
-¿Qué tiene que ver Dios?- inquiero bromeando.
-Mucho, porque vamos a ir al infierno por mentirosos y pecadores y nos vamos a llavar a algunos con nosotros que han pecado peor.- contesta sin respirar entre medio de las palabras.
-Si tu lo dices, nos veremos todos en el infierno y nos reencontraremos con mi padre allí.
-Leonardo tenía su lugar en el cielo, te lo aseguro.
-Oh, no, preciosa- refuto- Mi padre debe de estar en la falda de satanás, feliz de la vida de que su plan funcionó.
Sus ojos se abren grandes al igual que su boca y me doy cuenta al instante de cual fue la palabra que impulsa ese gesto. Le guste o no, deberá acostumbrarse.
-Tu porque le tenías demasiada estima- trato de desviar la conversación- pero al final de cuentas, mira en el lío en que nos tiene metidos, Marianella.
-Mmmm- asiente dudosa- Puede que tengas razón, pero no quita que fue un gran hombre, al menos para mí.
-Lo fue- reconozco- Fue mi héroe y quien me hizo ser la persona que soy aunque nos haya metido en este lío.
-Técnicamente tu- me señala con su dedo- fuiste quien me metiste en este lío.
-Ya estabas en él sin saberlo, Nella.- suspiro agotado de tanto drama- Por alguna razón estabas fuera del panorama cuando papá calló enfermo y sospecho que fue intencional.
-Tenemos que empezar por ahí. Primero hay que averiguar sobre eso, porque es raro que Leonardo consuma alimentos en la oficina y mucho menos que no se controle.
-¿Qué sugieres?
Mira la mesada y comienza a hacer trazos imaginarios.
-Ver las cámaras de seguridad de la empresa, como primer paso y luego detallar la autopsia minuciosamente.- entorna sus ojos y me mira- La hicieron ¿verdad?
-Si. Yo la solicité de inmediato que me avisaron de su fallecimiento.
-¿Y antes que?- indaga.
-¿Cómo antes?
-Antes de que falleciera, porque primero lo ingresaron ¿cierto?- se revisa los bolsillos y bufa- Mierda. Necesito papel.
-Ya te traigo. Dame un momento.
A paso acelerado bajo las escaleras, digito la contraseña de ingreso y tomo un Block de notas y el porta lápices del escritorio. Ojeo las cámaras y me aseguro que esté todo en orden.
En la cocina, Marianella camina de un lado a otro y murmura en voz baja.
-Aquí tengo- le muestro los objetos y asiente antes de arrebatármelos de las manos.
-Muy bien, entonces Miguel me llamó el 12 de octubre a las- ojea su celular en el registro de llamadas- once treinta y cuatro. El trece a las 10 de la mañana, me llamó tu padre, y cuarto para ser exactos.- anota todo sobre una línea.
-Me llamaron a las 12 y veinte de ese mismo día y me informaron que lo trasladaron- le muestro el registro del hospital.