1 Retorno

1508 Words
Marianella Aún no puedo creer que Miguel me halla mandado a esta estúpida misión de cuidar a un jugador de basquet en Los Angeles durante el último mes. Mucho menos que no me permitiera volver mientras la empresa está de duelo por el fallecimiento de Leonardo Luks, mi jefe y mi mentor dentro de la Security LGL Lucks. Es increíble como sucedió todo de rápido. Un día me escribió para preguntarme porque no estaba en la oficina y al otro ya no y todo lo que pasó después hasta su deceso hace una semana. Leonardo me mantenía cercana a su presencia cuando estaba en la oficina porque me tenía mucha confianza y éramos buenos amigos pese a que jamas hablaba mucho de su privacidad. Según mi jefe, yo le hacía acuerdo a sus comienzos por lo perseverante que suelo ser ante las adversidades. Me conoció en el peor momento de mi vida. Estaba en el apogeo de mi enfermedad y viviendo el duelo de mis padres. Ellos fallecieron en un accidente en avión cuando volaban de San Fransisco a ciudad Juares. Aún sigo investigando de que se trató el incidente, porque ellos trabajaban para Security LGL Lucks y estaban en plena misión de otra agencia. Leonardo me prometió que pondría todas las herramientas disponibles a mi alcance para que logre dar con el o los culpables de ese accidente. Ambos estuvimos de acuerdo en que fue demasiada casualidad, pero ese es otro tema que veré como resolver más adelante con los datos que ya tengo. Ahora, fastidiada de haber pasado toda una maldita semana apartando fans de un basquebolista engreído, regreso a casa para descansar unas horas y ponerme a disposición de quien haya quedado a cargo. ¿Cómo se puede cuidar de alguien que permite que cientos de desconocidos entren en su casa cada maldita noche? Me tiro en mi cama y me quedo dormida al instante, ya que el idiota que me tocó cuidar, no te dejaba ni cerrar los ojos cuando ya estaba metido en otra fiesta cuando lograron ganar el primer puesto. Malditos riquillos que se hacen los santos mientras tienen la mira en la frente y luego, cuando ya no hay exámenes médicos, se dedican a drogarse con cocaína día si y día también. El despertador suena y me levanto con las emociones encontradas. Por un lado la emoción de al fin tener un trabajo de oficina que me permita rastrear el trabajo de mis padres y por el otro, la tristeza de saber que ya no me voy a cruzar a Leonardo por las oficinas. Me calzo mi uniforme de pantalón cargo n***o, camisa blanca y mi chaqueta negra y me dirijo a mi Yamaha MTN 320 para salir directo al pavimento. El tránsito está denso esta mañana, pero mi motocicleta me permite colarme entre los autos y avanzar mucho más rápido por las avenidas de San Fransisco. Veinte minutos después, ingreso al estacionamiento de la empresa donde el auto azul de Miguel, me avisa de su presencia temprana, lo que es un alivio para mí. -Buenos días- saludo a Jorge, el encargado del ingreso a los elevadores del personal y sigo directo a presionar el botón para subir. -Jessenia, buen día.- trato de formar una sonrisa para la asistente de Miguel. -Buenos días, Marianella- enseguida abre la planilla y junta sus cejas a la vez que se acerca a mi- El señor Lacoste no tiene programada cita contigo. -¿Segura?- inquiero mientras avanzo a su oficina y ojeo la planilla.- Deberías verificar eso, Jessenia. -Estoy segura y no tienes programada misiones, tampoco.- avanza y se detiene en su puerta para impedirme el paso. -Pues que me lo diga Miguel mismo- cruzo mis brazos y la veo a los ojos- Tu sabes que me esperaba después de esta misión, Jess. -Si, Marianella, pero las cosas han cambiado con el fallecimiento del jefe y tiene mucho trabajo. -Por supuesto.- ironizo bajando los brazos y señalandola- Tanto trabajo tienen que si no es por las noticias, ni me entero. -Tu sabes como es esto, Nella, pero el jefe... -Tu jefe- la señalo y la rodeo para avanzar- Porque es mi superior, pero no mi jefe. -Espera, Nella. No me detengo y abro la puerta de Miguel para encontrarlo tomando un café muy cómodo. -Marianella- se para de golpe y frunce las cejas hacia su asistente- No te esperaba. -Perdón, Miguel, pero no se quiso detener. Me cruzo de brazos nuevamente y observo su intercambio de le dije y me dijo, totalmente irritada. ¿Cómo no me va a esperar si habíamos echo un trato? -Ve tranquila Jessenia accede frustrado cuando ve que no me voy a ir y se voltea hacia mi- No teníamos cita. -Si teníamos cita- contradigo- Me prometiste evaluarme para un trabajo de escritorio cuando regresara de este encargo, Miguel. Comienza a pasar las manos por su rostro y vuelve a su lugar. -Te prometí que lo iba a pensar, no que lo iba a hacer- desestima con media sonrisa- Ahora las cosas han cambiado y estoy a cargo de la empresa, gordita. No tengo tiempo para estas cosas. -Tu- me inclino en su escritorio enojada- Me dijiste que si me hacía cargo de ese basquebolista por ti, como gerente, ibas a tomar mi examen para trabajar desde un escritorio, Miguel. -Pues tu- se para e imita mi postura- deberías reconocer que no sirves para esto y largarte de aquí, porque el jefe no está para protegerte. -¿Crees que te tengo miedo? ¿Qué me intimidas?- inquiero manteniendo la mirada firme. -Deberías cuidarte, Marianella- toma mi rostro con sus dedos y me zafo de golpe- ¿Quién va a impedir que te despida ahora, gorda repugnante? Aprieto los dientes y presiono mis manos en el escritorio para evitar golpearlo ya que no está permitido y lo miro desafiante. ¿Qué escusa va a poner para sacarme? -No sabía que tenías el poder de despedir al personal, Lacoste- interrumpe una voz gruesa- ¿Me dices desde cuando? -Gastón ¿que haces aquí?- cuestiona enderezado su postura. -Otra cosa que no sabía- aplaude a mi lado pero no volteo a verlo- No necesito tu permiso para venir, Miguel. -Tu no tienes las condiciones para trabajar acá- lo reta mi superior con la mirada dura- Tu padre puso condiciones para hacerte cargo, Lucks -No puedes impedir que tome mi puesto y tampoco puedes tomar desiciones de mayor calibre hasta que haya una resolución, así que te aconsejo que cuides tus pasos, Lacoste y sobre todo, dejes de amenazar a los empleados. -No la estaba amenazando- se defiende- Le dije que no puede ingresar porque no tiene cita programada. -¿No?- cuestiona. Siento su mirada quemando mi cara, pero estoy tan enojada con Miguel que ni siquiera le presto atención. -No tendría ni que estar acá, señorita Gerard- el mentiroso habla directamente a mi persona- Puede retirarse y se le avisará cuando se le haya encontrado otro trabajo. -No me voy a ir a ningun lado hasta que cumplas lo que prometiste. -No te prometí nada, Marianella- suspira nuevamente. -¿Qué prometió?- inquiere el hombre a mi lado. -Prometió- volteo para verlo y quedo asombrada del físico que se carga- que iba a tomarme un examen para trabajar desde el escritorio. Sus ojos marrones me observan a cuerpo completo y levanta una mano cuando mi superior comienza a hablar. Tiene una mirada familiar, como si ya lo hubiese visto con anterioridad, pero es imposible que me olvide de un espécimen como este. -¿Mi padre que te dijo?- inquiere con su mirada clavada en la mía. -¿Su padre?- achico mis ojos para detallarlo a profundidad, pero su maldita voz no me permite concentrarme. -Perfecto- se queja- Primero la protege el dueño y ahora el nene. -¿Disculpa?- cuestiono totalmente enojada- No necesito que me protejan, Lacoste. Se hacer mi trabajo y tu- lo señalo- deberías aprender a cumplir tu palabra. -A ti no se te debería olvidar que soy tu superior, Marianella. Cuida como me hablas porque te voy a hacer un reporte por mala conducta y sabes que estas juntando los méritos para ello. Doy un paso atrás totalmente encabronada. El incumple su palabra y a mi me hacen un reporte. Felicitaciones, Nella. Te superas cada día. No me bastó con aceptar su trabajo de mierda. Ahora todo está en la cuerda floja porque no puedo medir mi temperamento. -Permiso- desisto de hablar ahora y trato de irme antes de perder la cabeza- Me avisan cuando haya algo nuevo. -Se te será avisada si se necesita tu presencia para algo- sonríe con suficiencia al ver que ha ganado una batalla.-Puedes retirarte. Sin mediar más palabras bajo hasta el subsuelo sin prestar atención a nadie, me coloco el casco y parto hacia mi casa. Bastardo de mierda. Puedes haber ganado esta batalla, Miguel Lacoste, pero la guerra te la voy a ganar yo y si no, me voy a otra agencia donde pueda lograr mi cometido.
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