Sr.Vegas."El mecánico del diablo."

Sentimientos extraños.

Megalix se levanta de la cama, y le abre de mala gana la puerta, sin intención de volver a gritar a su hermanastro, pues la última vez él le tumbó la puerta de una sola patada, cuando ella se negó a abrirle, cuando le abre ella se sienta en frente de su supercomputadora, que aunque no era la más rápida del momento, lo fue en el año 2021, una fugaku japonesa que alcanza una velocidad de 442 petaflops.

— No deberías actual así, sabes que solo me preocupo por ti—le dice Gael, con una voz más suave, mientras entra sin ser invitado, a la habitación de color pastel en sus paredes— yo soy tu tutor, agradece que fui yo que te encontré, y no otro de los trabajadores del taller, pueden extenderse rumores y cualquier buen prospecto de marido no querrá nada con una cualquiera, yo…volví del restaurante porque se me quedó la billetera, no es que yo te esté espiando, que quede claro—le dice mientras se sienta al borde de la cama a su lado.

Gael puede ver lo enojada que está su hermanastra, porque permanece callada, en los últimos dos años, se había dedicado a molestarla cada día, puede ver cómo ella se muerde el labio inferior, concentrada en su computadora, aquello era un manía cuando se molestaba.

Puede ver cómo sus dedos delgados se deslizan tecleando muy rápido, él mira su cuello, y baja hasta su pronunciado escote, su blusa deja entrever la piel entre sus dos montañas, Gael trata de no mirarla, pero se siente tentador.

— Esa es tu excusa, a este paso moriré virgen, tu sin embargo, cada mes cuando estás en celo, te traes a tu habitación una Omega , ¿acaso crees que no me doy cuenta?—le dice Meg.

— Es diferente… yo soy un hombre y soy Alfa, esas omegas no me las tomo enserio, no permito que jueguen conmigo, solo son para pasar el celo, por eso me preocupo por ti, ¿Sabes?¡Yo se cómo piensan los hombres!—le dice él con toda la mala aptitud del mundo.

— ¿Sabes qué?¿Ya déjame en paz, ya te escuché así que solo sal de mi maldita habitación, voy a alistarme para ir a trabajar, y espero que no sigas esperando por mi afuera de mi trabajo, a la hora de yo salir, todos piensan que eres mi pareja, llamas demasiada la atención con ese… cuerpo escultural que te gastas.—le dice Megalix sin mirarlo, sólo se concentra a chequear su correo electrónico.

— ¡Ahí afuera hay muchos peligros acechando!… ese trabajo no me gusta, te lo dije, ¡Cambia al turno de día y dejaré de esperarte!—le dice vegas a Meg, mientras le aclara los ojos .

— De noche pagan mejor ya no tengo 15 años soy una adulta, así que no te vuelvas a meter conmigo, sino un día me voy a trabajar y no volveré —lo sentencia ella.

— ¡Sabes que te iría a buscar a donde sea que te metas jajaja!, ¡Porque yo no tendría a nadie más a quien molestar!—se burla mientras, se echa hacia atrás acostándose en la cama de Meg.

Vegas puede oler el aroma a lavanda, del suavizante en las sábanas de Meg. Le encanta tener una excusa para entrar a su habitación, abre sus ojos y ve en el techo las constelaciones, que en el pasado el mismo le dibujo.

—¿No quieres que te pinte el techo de otra cosa? Esa pintura en tu techo se ve muy desgastada ¿Cuántos años tiene ese dibujo? —le pregunta a Meg mientras entrelaza sus dedos detrás de la nuca.

Meg gira su cabeza y ve a ese mastodonte enorme encima de su pequeña cama, con las sábanas limpias recién puestas, y ahí estaba su hermanastro con ese horrible traje azul marino lleno de grasa y mugre.

— ¡Pero que coño haces encima de mi cama limpia!—le grita ella mientras se levanta de súbito de su silla de gamer, lo toma del brazo e intenta levantarlo, sin lograr nada— ¡levántate mastodonte!

— ¡Jajaja…porque te molestas Mariposa!— se mofa de su fallido intento en su cara— debes comer más eres muy pequeña, tú no puedes conmigo—le dice Vegas riendo.

En una, cuando ella lo vuelve a jalar, él toma su brazo y la tira a su dirección como si ella fuera una pluma.

— ¡Ahhh!— Meg aclara sus ojos color verdes y lanza un chillido, pues a caído sobre su hermanastro.

Ella apoya ambas manos en sus enormes pectorales, aunque no podía sentir su piel por el uniforme andrajoso, ella si podía sentir sus latidos. Ella lo mira al rostro, ve sus mejillas sonrojadas además de sus labios carnosos y rosados, un poco entreabiertos, ella hace fuerza para levantarse, pero ve que su hermanastro quiere seguir molestando, él la tiene agarrada por la cintura.

—¡Ya basta Gael, suéltame ahora mismo, sino me voy a enojar contigo, así que deja de jugar conmigo!—le dice amenazante.

—Jajaja, ¡Oye! tú ya no juegas conmigo como antes, mi mariposa, extraño cuando eras una mocosa, ahora tienes un aire de muñequita privando en mujer—le dice antes de alzarla al aire y dejarla caer su lado sin soltarla de la cintura.

—¡Ya no soy una niña y tú ya no eres tan bueno conmigo!, Desde que empezaste a ir al gym y a salir con mujeres, me ignoras, y cuando estás en celo estoy hasta un día completo sola y no te veo.

—Si, si a la próxima lo pasaré sólo. Sólo espero que no me dejes morir de hambre—le dice mientras se levanta de la pequeña cama.

—¿y quien crees que te cocina? Todas las Omegas que traes ninguna quiere ensuciarse las uñas, yo soy la que te cocino, ellas sólo te llevan la comida a tu habitación. ¡Carajo! ¡Mira manchaste la sábana, y esa maldita grasa no se quita!—le grita Meg enojada, mientras le da un golpe en el pecho con el puño cerrado, al percatarse de que su hermanastro le ha ensuciado la corcha de la cama.

—¡Ya deja de quejarte te llevaré cuando estés libre a comprarte sábanas de adultos, así botas esas de unicornio, jejeje!—le dice, mientras toma su puño y lo besa.

Una sensación extraña invade a Vegas al sentir el calor de Meg, el tocar su piel con sus labios, lo hace dudar de permanecer en esa posición junto a ella, puede oler su sudor, sentir sus latidos, el timbre de su voz mas cerca, hace que su corazón se salte algunos latidos. El deja libre el cuerpo de Meg y se levanta de la camita, antes de salir de su habitación se gira y ve el pequeño cuerpo de su hermanastra tan vulnerable como siempre sobre la pequeña cama de metal, él se lleva una mano al pelo y sale de la habitación de Meg, para dirigirse a la de él.

—¡Estas eran mis favoritas y por tu culpa no sirven ni para limpiar el piso!¡Ya lárgate y más te vale que cumplas tu palabra, sino iré a tomar las tuyas!—le grita mientras se levanta de la cama y quita las sabanas sucias, para alistarse para ir a su trabajo, en el Casino Pokar Game como camarera.

Vegas entra a su recámara y respira profundo, al cerrar la puerta, lleva su mano hasta su entrepierna confirmando su erección.

—¿Es que acaso tu no duermes?—le habla a su virilidad.

Vegas está harto de sentirse así por su hermanastra, no sabe porque esos sentimientos hacia ella, afloran cada día, por cualquier roce, cualquier palabra dulce, incluso con solo verla en las mañanas sacando las sobras de la noche anterior de la nevera, para recalentar lo encendían.

—¡Maldición!—se pasa ambas manos por el rostro, llevando su cabeza hacia atrás—tendré, que aguantar el hambre y encargarme de esto, no puedo salir así, ¡me lleva quien me trajo! —se grita así mismo, mientras se quita el chaleco del uniforme y lo tira en una silla.

Vegas se baja ahí mismo la cremallera del pantalón introduce su mano dentro de su ropa interior blanca, saca su ya erecto miembr0 y empieza a darse placer a sí mismo.

El se vuelve a imaginar los pechos de Meg, recuerda muy bien cada centímetro de su cintura, el ancho de sus hombros, el peso de su pequeño cuerpo, sus ojos color verde, su suave pelo, él se imagina su piel desnuda, en ese momento, su excitación sube de diez a cien por ciento.

—¡Ahh!¡Si…Meg, como me gustaría que seas mía!—susurra para si mismo, concentrado en el placer que se auto infligía.

Vegas está tratando de contener los gemidos que aquella sensación le provoca, para no llamar la atención de su hermanastra que está en la habitación de enfrente.

Cuando ya no pudo sostener aquel torbellino de deseo, Vegas llega a la cúspide del éxtasis, sus jugos quedan esparcidos por su mano goteando hasta su alfombra de color marrón.

—¡Carajos! Ahora tendré que limpiar todo esto.