Meg no sabe que responder a tales palabras, esos ojos azules frente a ella brillan al verla fijamente, nunca antes unos ojos, la habían hecho temblar, sólo de verlos, el deseo en ella crece y recorren su cuerpo como una corriente eléctrica por cada célula, cada átomo lo anhela.
Ella lo quiere poseer, todos esos recuerdos de la noche anterior pasan por su mente una y otra vez, no sabe de dónde sacó tanto valor para hacer lo que hizo, ella no era una chica depravada.
—Yo no sé lo que me pasó, debe ser tu culpa—le dice esquivando la mirada.
—Si, échame la culpa, es más fácil, de lo único que soy culpable es de amarte, soy el culpable mayor, y de eso me hago responsable, mira como me tienes a tus pies, puedes lavar y planchar conmigo, pero siempre estaré aquí para ti, yo no pienso fallarte—
