Aiden se alejó, volteó y colocó sus manos en el mesón de la cocina, su respiración era agitada, sus labios hinchados aún sentían el calor de los besos que le dio Liam, pero en su mente la voz de Edward y ese juramento retumbaba en su cerebro. Sentía una confusión abrumadora, el deseo que la había envuelto se mezclaba con la culpa y el deber. —No, Liam —expresó y volteó para verlo a los ojos—. No es correcto. No me beses. Liam la miró, sorprendido y herido por la repentina distancia que ella había impuesto entre ellos. —Aiden, no lo comprendo…—Intentó acercarse a ella. Aiden levantó una mano para detenerlo, sacudiendo la cabeza. —No regresé al pueblo para arreglar las cosas contigo. Estás equivocado si piensas eso. Vine aquí para sacar adelante la finca, para asegurarme de que Leo tuvi