1. Sonrisas falsas.
2. Amabilidad interesada.
3. Talento en la hipocresía.
Esas eran las principales tres reglas para vivir en el mundo de Taylor. Claro que también había otras más que podían añadirse en esa lista como ser una perra total, saber utilizar la ironía, ocultar el verdadero rostro de uno, etc.
Había un proverbio japonés que realmente le encantaba a Taylor, ya que decía que una persona tenía tres rostros, uno que mostraba a los demás, otro que revelaba a los más cercanos, y el último que solo se quedaba para uno mismo.
En la alta sociedad, era un proverbio que describía a todos a la perfección.
En aquel nido de víboras interesadas, no existía absolutamente ningún alma que fuera completamente pura e ingenua.
Ni siquiera los pequeños cachorros podían ser considerados de aquella forma, ya que gracias al ejemplo de sus padres y el entorno en el que vivían, esa pureza se iba perdiendo rápidamente con el pasar de los años, hasta que su hermosa luz finalmente se terminaba por apagar, para al final terminar convirtiéndose en una réplica exacta de sus padres.
Y así, era como el círculo vicioso se repetía una y otra vez, volviéndose al final un bucle sin salida.
El mismo Taylor no era la excepción a ello, pero había una importante diferencia entre las personas pretenciosas que rodeaban al omega y él.
A pesar de que Taylor también tenía un rostro lleno de sonrisas y falsas palabras amables, aún no había perdido su verdadera esencia, su luz. Gracias a sus padres, él no era el típico omega estirado y mimado que esperaba que todo cayera en las palmas de sus manos sin esfuerzo.
Joder, la mayoría de los omegas que estaban presentes en aquellas fiestas, parecían solamente asistir para buscar alfas candidatos que entraran en sus intereses para finalmente hablar con papi y mami y así estos concertaran un encuentro que al final terminaba en un matrimonio arreglado solo para conseguir más poder y dinero.
Taylor sinceramente no sabía en qué momento algo como un evento para recaudar fondos para niños sin hogar, o cualquier evento benéfico, terminó convirtiéndose en una cacería de parejas.
Todos vistiendo tan dolorosamente elegantes, tan interesados en las personas a sus alrededor y no en lo que habían ido a hacer ahí.
Soltando un suspiro, Taylor apenas contuvo el torcer sus labios al sentir algunas miradas sobre su cuerpo.
Sí, sabía lo que estaban pensando aquellas personas.
¿Qué mierda se supone que hacía vestido tan poco elegante y con colores tan... Apagados como podía ser el n***o para un omega?
Si era sincero, Taylor no creía que se había vestido especialmente mal considerando por la causa a la cual todos habían asistido, estaba entre un estilo casual y elegante que le gustaba utilizar.
En vez de ropa ajustada que revelara la figura "sensual" de su cuerpo y tentara a los alfas, el omega había elegido unos pantalones tela de su talla que no daban la impresión de que se romperían tras agacharse o que no estaban pintados directamente sobre su piel.
Con un cinturón delgado, seguía su simple camiseta negra suelta con cuello en una suave curva que no tentaba al no mostrar sus clavículas y que estaba oculta bajo su pantalón. Su chaqueta de traje era tan simple como el resto de su conjunto.
Y para terminar, Taylor había colocado un pañuelo igualmente n***o alrededor de su cuello, justo donde los descarados alfas tendían a mirar como si se imaginaran que ahí iría su marca que terminaría atrapando a su pareja a su lado.
Sí, Taylor no estaba en contra de aquellas personas que decidían dar ese paso en su vida y confiar en su alfa para recibir su mordida en su cuello, logrando con ello crear un lazo donde el omega se volvía casi dependiente de su pareja.
Si el omega tenía suerte, se encontraba con un buen compañero que realmente los apreciaban como los tesoros que eran, pero si no, entonces estaban atrapados con un bastardo controlador y abusivo.
Según su madre, si era posible para un omega el borrar la marca de un alfa, pero era un proceso muy doloroso y lento para algunos, pero no era algo imposible como la mayoría pensaba.
Y como su madre era un médico que tenía conocimiento de esas cosas, por supuesto que creía en ello y se había asegurado de decírselo a cada persona que aceptó tal compromiso y que pensaba que se estaba juntando con un patán.
Ninguno de aquellos alfas lo había observado de forma especialmente agradable por ello, pero a Taylor le había importado una mierda la hostilidad, respondiéndoles con una sonrisa inocente.
—¿Te estás divirtiendo? —preguntó su hermano, deteniéndose a su lado con una copa llena de champán.
—¿Tengo cara de que me estoy divirtiendo? —respondió moviendo sus largas pestañas hacia él.
León rió suave y colocó su mano sobre su hombro, dándole un ligero apretón en busca de apoyo silencioso.
Observándolo, Taylor no pudo evitar sonreír sinceramente ante la gran sonrisa del alfa, tan similar a la de su padre, incluso en la forma en que ese hoyuelo se formaba en la comisura de sus labios.
Luego, el resto de su hermano mayor era una combinación entre su madre, con aquellos ojos grises, y su padre, con su cabello castaño normal.
Él por otro lado, tenía su cabello de un castaño achocolatado más cálido, y en vez de tenerlo todo peinado hacia atrás, tenía un flequillo justo sobre sus cejas.
En vez de tener los ojos grises de su madre, tenía una combinación de un azul grisáceo que según su mamá, eran heredados por parte de su abuelo.
Su cuerpo como todo omega, no era firme y lleno de músculos como el de sus hermanos, sino que tenía unas ligeras curvas, y a pesar de que era delgado, no caería fácilmente con el primer golpe ni su piel temblaría con un simple toque, siempre se aseguraba de mantener un ejercicio simple para mantenerse en forma.
Lamentablemente, no podía hacer nada con su baja altura, apenas era unos centímetros más alto que su madre y ella era una mujer pequeña.
—Solo debes de aguantar un par de horas más —anuncio su hermano, sacándolo de sus pensamientos—. Entonces podrás volver a casa para seguir con esos videos y otras cosas que haces en tu computadora.
—Solo mantengo a mis seguidores informados de ciertas cosas, incluyendo mi vida —indicó—. Y un par de horas suena como mucho —se quejó bajo.
—Sabes que a estas personas les gusta entregar todo a última hora para que sus hijos puedan conocerse —le recordó León con un suspiro algo... Estresado.
—¿Cuántos omegas se te han acercado esta noche con una tonta excusa? —preguntó con interés.
—Dos preguntándome si sabía dónde estaba el baño, uno fingió tropezar conmigo, otros dos fingieron que me conocían y otros tres aprovecharon de hablarme cuando sus padres se acercaron a saludarme y luego desaparecieron mágicamente —respondió arrugando su nariz con disgusto.
Taylor rió abiertamente, inclinando ligeramente su cabeza hacia atrás mientras disfrutaba de la expresión de su hermano.
Si consiguió algunas miradas con ello, no le interesó en lo más mínimo al omega, tenía derecho de reírse como quería luego de dos horas sufriendo en aquella fiesta.
—¿Es tan gracioso? —preguntó su hermano, observándole con una sonrisa leve.
—Lo más gracioso que he oído esta noche —asintió sonriente—. El solo imaginarme las excusas que inventaste para alejarte de ellas me dan ganas de reír otra vez.
—No es mi culpa, May era quien me salvaba de esas mujeres intimidándolas —le recordó.
Una sonrisa más suave y cariñosa surcó en el rostro del omega al recordar a su hermana mayor, quién había partido nuevamente tras terminar sus vacaciones que le proporcionaba el ejército.
—May sabía que esas mujeres solo eran unas zorras —comentó.
—Taylor...
—¿Qué? —parpadeó inocente—. No te preocupes, todos están interesados hablando de ellos mismos como para escuchar lo que estoy diciendo —aseguró.
—Sabes que no es así aquí —indicó y observó a su alrededor—. Todos están interesados en todos aquí.
Observándolos no muy interesadamente, Taylor detuvo a una joven camarera y tomó un pequeño aperitivo que todos los invitados habían estado ignorando, como si estuviera totalmente prohibido comer en la fiesta, pero si estaba permitido beber alcohol.
Eso era una completa estupidez para el omega, y él no iba a morir de hambre solamente porque los demás no creían que fuera "elegante" o "digno" el comer en una fiesta.
Y era exactamente por aquel comportamiento, que a los demás le gustaba hablar de él, por ser la oveja negra de la familia Ackermann, el omega que no se comportaba como uno.
Lo cual era completamente estúpido a su parecer, no por ser un omega significaba que estaba obligado a seguir las reglas de los demás, quedándose en su estereotipo de omegas perfectos donde tenía que ser sumiso y guardar silencio.
—Lo peor que puede a pasar es que se vuelvan a quejar de mí por no ser el muñequito perfecto que ellos esperan que sea —respondió pasando su lengua por sus labios rellenos—. En serio, si ni nuestros padres me dicen algo al respecto, ¿por qué tengo que escucharlo a ellos?
—No tienes que hacerlo —aceptó su hermano—. Pero odio escuchar todas las cosas malas que hablan de ti a tus espaldas, algunos ni siquiera tienen la decencia de hacerlo de aquella forma y lo dicen directamente a través de palabras engañosas como si no fuéramos lo suficientemente inteligentes como entender —expresó con un ligero gruñido.
—Calma ahí —indicó Taylor, colocando una mano sobre el pecho de su hermano—. La única persona que tiene el permiso para tirar mierda directamente es May —le recordó.
—Puedo salirme de mi papel de alfa perfecto y ponerlos en su lugar también —refunfuñó observándole con aquellos ojos grises.
—No es necesario arruinar tu reputación por ello, me gusta ver como esas personas intentan desesperadamente juntarte con sus hijas, es lo que me mantiene entretenido en estas fiestas —comentó pidiendo otra copa para su hermano.
—No es entretenido, ni siquiera sé por qué lo intentan tanto cuando ya les dije y recalqué más de una vez que no estaba interesado en comprometerme —suspiró tomando la copa.
—Eres un buen partido, León —declaró obvio—. Tenemos una familia con renombre gracias al abuelo, eres guapo, eres fiscal, y eres un buen alfa —enumero—. El sueño de todo hombre o mujer.
—Y como ya dije, no estoy interesado en comprometerme en este momento —anunció.
Taylor le observó con interés.
—¿Qué? —preguntó el alfa.
—¿No quieres porque tienes a alguien en mente? —indagó.
—Me juntaré cuando conozca a alguien que realmente me atraiga y sienta interés, no porque quieran ser parte de nuestra familia solo para colocar sus manos en nuestro dinero —decidió.
—Suena bien —asintió—. ¿Qué? —preguntó ahora él al sentir la mirada de su hermano.
—¿Tienes planeado casarte con Ewan? —preguntó directamente.
—¿Qué? No, claro que no —respondió inmediatamente frunciendo el ceño—. Es un buen tipo, caballeroso y el menos idiota entre todos los alfas que he conocido de este lugar hasta el momento, pero no por eso me voy a casar con él tras salir unos cinco meses —expresó—. ¿Por qué preguntaste?
—He escuchado más de una vez durante la fiesta que ustedes dos se van a casar —explicó—. Pensé que Ewan te lo había propuesto y no nos habías dicho nada.
—¿Nuestros padres también lo escucharon? —preguntó con sorpresa.
—Eso creo —asintió—. Papá no tenía la mejor expresión cuando lo vi antes, sabes que Ewan no es de su agrado —le recordó.
—No sé de dónde salió ese tonto rumor, pero no tengo planes de casarme con Ewan —suspiró—. De hecho... Estaba pensando en terminar con él —reconoció con sus labios torciéndose en una mueca.
—¿Te hizo algo? —preguntó León, observándole con una expresión tan calmada que Taylor sintió el peligro.
—Cálmate, no me ha hecho nada ni me ha obligado —respondió—. Solo digamos que está interesado en que las cosas vayan más allá de lo que estoy dispuesto a ir y últimamente ha mostrado su descontento cada vez que le detengo —explicó pasando una mano por su cuello.
Su hermano sabía que era virgen, después de todo, le había ayudado junto a su hermana de mantener alejados a los idiotas y no era que le importara realmente ser uno a pesar de tener ya veinticuatro años.
—Lo vi salir un momento a la terraza, ¿quieres que te acompañe para que no haya problemas? —expresó.
—Nah, estaré bien —aseguró—. Como te digo, nunca me obligó ni fue un verdadero idiota al respecto, solo no quiero sentirme como si estuviera obligado a complacerlo para quitar esa tensión entre nosotros —explicó.
—¿Te vas a casar? —preguntó la voz de su padre a su espalda.
—No, papá, no me voy a casar —respondió Taylor, dando vuelta para enfrentar a su padre, quien estaba acompañado de su madre.
—Te dije que no debías de preocuparte —expresó su esposa—. Es solo un tonto rumor.
—Rumor y nada, Ewan se lo está diciendo a todo el mundo —resopló el alfa mayor.
—¿Que él hizo qué? —exclamó Taylor con sorpresa.
—Lo vi alardeando a todos sus conocidos que tú le habías propuesto matrimonio y que él aceptó —contó su padre.
—No me dijiste esa parte, Saúl —reprochó Aurora, observando con el ceño fruncido a su esposo.
—Ese idiota estaba en la terraza —informó León, con una expresión similar a la de sus padres.
—De acuerdo, será mejor que arreglemos esto o pronto que escucharé es que me estaré casando la próxima semana —bufó Taylor, dejando su copa vacía con uno de los empleados antes de dirigirse a la zona señalada por su hermano.
Deteniéndose frente a la puerta abierta, el omega contempló a su pareja reír alegremente con sus amigos y escuchó con una ardiente furia burbujeante como Ewan se burlaba de él.
—Te lo juro, sé que es una belleza, pero a veces actúa tan estúpidamente —rió Ewan—. Cada vez que lo quiero besar o meterle mano, se pone todo tímido y me pide que me detenga como si otros no lo hubieran tenido ya.
—¿Y no crees que es una posibilidad considerando su familia? —preguntó uno de sus amigos.
—Por favor, estamos hablando de Taylor —bufó—. Es conocido por ser la oveja negra de la familia Ackermann, ¿realmente crees que ya no ha entregado su culo a no sé cuántas idiota sin estatus? —se burló.
—Pero si no se quiere acostar contigo, ¿cómo se supone que lo vas a embarazar para que su padre permita que se casen? —preguntó otro.
—Hoy le diré que ya me ha aburrido su teatrito y lo relajaré con unos tragos de más —anunció todo orgulloso—. Lo follaré las veces suficiente y le daré mi nudo para asegurarme de que lo deje esperando y luego solo se trata de hablar con sus padres y listo —sonrió—. Soy un buen partido para su hijo, no se negarán si les digo que quiero hacerme responsable de aquella manera.
"Un buen tipo y una mierda" Pensó Taylor con desagrado, sin ningún deseo de escuchar más estupideces al respecto.
—Es un buen plan —anunció, entrando—. Solo que no debiste de haber hablado tan alto al respecto ni jactarte de ello con tus amiguitos —expresó, cruzando sus brazos.
—Taylor... —pronunció, con su rostro perdiendo aquella arrogante sonrisa para volverse pálido—. Yo... Esto... No... —balbuceó.
—Por favor, no me vengas con el típico cliché de que "no es lo que creo que es" porque oí perfectamente tus planes —bufó—. Debería de darte vergüenza, hablar así de otra persona y jactarte de tu desagradable plan —negó—. Mira, realmente no tengo mente para pensar en esto ahora, solo aclaro que hemos terminado y será mejor que expliques esa mierda de que te propuse matrimonio, porque ambos sabemos la verdad —ordenó.
—No puedes terminar conmigo —anunció, dando un paso adelante.
—¿Por qué no? —preguntó intrigado.
—Le diré a tus padres que estás esperando a mi hijo —manifestó.
—Primer error, ellos saben que nunca he tenido relaciones contigo. Segundo, mi familia nunca creería en tu palabra sobre la mía. Y tercero, ellos ya han escuchado tus horribles planes —expresó corriéndose para mostrar a sus padres y su hermano mayor en la puerta.
—Ven cariño, dejemos que tu padre y tu hermano tengan una agradable conversación con tu ex —pidió su madre, tirando de Taylor al interior del salón antes de cerrar las puertas.
—Ya estoy aburrido de esto, mamá —expresó Taylor, recargando su espalda en la pared—. A donde sea que vaya solo hay idiotas mentirosos, no quiero más de esto.
—Lo sé, querido —suspiró Aurora—. Pero, ¿qué es lo que puedes hacer?
—Irme —anunció Taylor tranquilamente.
—¿Irte? —repitió con duda.
—No irme del país, pero sí dejar estas fiestas, esta zona y... Todo esto —expresó mirando a su alrededor—. Quiero mudarme.
—Aún eres joven, querido, puedes correr más riesgo allá afuera solo —argumentó su madre.
—Tenías planes de violarme alcoholizándome —le recordó señalando la puerta.
—Bien, hablaré con tu padre —anunció luego de observar la puerta con dureza—. Estoy segura de que llegaremos a un acuerdo —prometió.
—Gracias, mamá —exclamó abrazándola con fuerza.