—Dios se ha hecho hombre con humildad y pobreza absolutas y en eso debemos imitarle —decía monseñor—, pero, al mismo tiempo, él es una magnificencia infinita y también esto debe manifestarse de la mejor manera, en su honor. Estudioso también de la economía, justificaba los grandes costes que habían realizado tantos papas para embellecer Roma. A su parecer, habían servido para dar pan a la gente, canteros de mármol, transportistas, artistas con sus aprendices y tantos otros, que a su vez habían usado ese dinero para pagar a otras personas. Era mejor que la limosna a la que habían sustituido esos gastos, pero el ánimo de los beneficiarios había tenido la satisfacción de sentirse útiles y, decía, se trataba de obras para la gloria de Dios, que quedarían durante siglos como oración en honor d