Capítulo XIII Tras la confesión con monseñor Micheli, tuve la tentación de correr de inmediato a Mora y pedirla como esposa. Tenía cabalgadura pero no establo, por lo que, como era mi derecho, guardaba al animal recuperado en los establos del tribunal. Por tanto tenía que pasar primero por allí, porque mi amante vivía demasiado lejos como para llegar rápidamente a pie. Reflexionando, decidí sin embargo que sería mejor que despachara antes mis tareas de la oficina: iría a ver a Mora por la tarde. Hice que lo ujieres convocaran a las dos testigos del homicidio de Morriconi y al maestro calígrafo Giorgiorìno Paglia. Este último estaba fuera de Roma. En su escuela me propusieron una intervención inmediata de su ayudante. Preferí volver a mandar al ujier con la orden a Giorgiorìno de presen