Sin perder tiempo, su lengua se apodera de mis senos, recorriendo cada rincón, al tiempo que los hace chocar uno contra el otro, provocándome un mar de sensaciones maravillosas, involuntariamente tiro mi cabeza hacia atrás disfrutando de su trabajo.
Con habilidad me voltea, dejándome boca abajo, busca una almohada y la coloca debajo de mi pelvis, obligándome a respingar los glúteos, con la palma abierta los manosea jadeante, para de la nada palmearlos con severidad, pero, sin llegar a maltratarme.
— ¡Agh! Que rico — exclamo descontrolada. En ese momento me di cuenta que el apetito s****l de ese hombre era voraz.
Cuando terminamos de hacer el amor por enésima vez, el sonoro reclamo de nuestros estómagos nos hizo comprender que no habíamos comido nada desde el dia anterior y ya era cas
