“The night was black was no use holding back
'Cause I just had to see was someone watching me
In the mist dark figures move and twist.”
“La noche era oscura, era inútil ocultarse
Porque lo que tuve que ver fue a alguien observándome
En la bruma, oscuras figuras se mueven y retuercen…”
The number of the Beast - Iron Maiden.
La repentina oscuridad que invadió la casa era tal que ninguna de las seis personas que se encontraban allí era capaz de ver las palmas de sus propias manos.
—¿¡Pero qué…!? —exclamó una voz femenina.
—¡Pero la re con…! —rugió Alexander.
—¡Pagamos una fortuna de luz y pasa esto! —se quejó Alba.
—¿Ahora qué hacemos? —preguntó Jorge.
—¡Encima hace frío! —dijo Adri.
—Yo tengo calor —acotó Lio.
—Sí, gracias al Aire Acondicionado… que es eléctrico —le recordó Adri—. Dentro de un rato esto va a ser una heladera.
—¿Acaso no tienen velas? O alguna luz de emergencia…—preguntó Sofía.
—No —respondieron los hermanos al unísono. Se habían olvidado de comprar desde la última vez que la luz se había ido.
—¡Ufa! ¿Ahora qué hacemos?— rezongó Adri.
—Quédense acá —ordenó Jorge—, voy a consultar a los vecinos ¿Les parece? Por ahí tenemos suerte y conseguimos alguna vela… o alguien sabe cuál es el problema y se puede solucionar.
—Yo voy con vos —propuso Erik.
—Yo también —dijo inmediatamente Alexander. Ni loco se quedaba solo con tres mujeres, soportando sus gritos y quejas.
Sofía, Adri y Alba escucharon como se cerraba la puerta. Entre toda la charla, no habían caído en que el cielo había oscurecido. Todo era n***o. Las estrellas estaban cubiertas por las nubes y la luna ni se asomaba en esa masa gris.
Un par de minutos después, las chicas experimentaron algún que otro “espasmo de frío”. Se habían sacado el abrigo y sin la luz, no ubicaban sus cosas. Luego de un par de intentos lograron apodarse de algo para cubrirse, no sabían si eran sus abrigos o los de algunos de los chicos, pero tampoco ayudaba mucho, la casa se estaba enfriando a gran velocidad.
—¿Vamos a estar sufriendo por el frío hasta que la luz vuelva? —preguntó Sofía a Alba.
Avergonzada por ser una de las anfitrionas, Alba pensó en qué podían hacer para estar calientes hasta que… soltó una exclamación:
—¡EN LA PIEZA DE MI HERMANO! —La alegría y la ilusión se evidenciaron en su voz— el problema es que no sé si anda. Tiene un calefactor a gas y hace mucho no lo usamos. Además no sé con qué prenderlo— su entusiasmo decayó.
Adri sonrió en la oscuridad.
—De eso me encargo yo— al decirlo prendió un encendedor. La llama iluminó su cara y Sofía pudo apreciar sus ojos.
—¿Por qué no lo prendiste cuando buscábamos nuestros abrigos? —le dijo Sofía con enfado.
—Porque lo encontré en la campera que agarré. No sé de quién es.
—Esa es una de las camperas de mi papá —dijo Alba—, pensé que había dejado de fumar.
Agarrándose las tres de las manos, dejando como guía a Alba, se encaminaron hasta la habitación de Alexander. Ella abrió la puerta y el olor masculino la envolvió. No podía negarlo, su hermano usaba un buen perfume; porque ella se lo había regalado, por supuesto. Cruzaron desde la puerta hasta la mesa de luz ubicada a la izquierda de la enorme cama de su hermano.
—Me estoy quemando —dijo Adriana, al mismo tiempo que apagaba el encendedor.
Alba empezó a tantear la pared hasta que sintió la textura metálica del calefactor.
—¡Sí! ¡Acá está!— exclamo hacia sus acompañantes.
Ella no podía ver que Sofía y Adri estaban en la cama, acostadas como bolitas, tratando de retener el calor, afuera debía hacer varios grados bajo cero y lo peor de todo era que la casa contaba con muchas corrientes de aire. El cuarto de Alexander estaba mucho más frío que el comedor.
—Tomá el encendedor.
Alba tardó unos segundos en dar con la mano de Adriana. Luego le llevó mucho más tiempo averiguar cómo encender el calefactor. Ahora comprendía por qué la novia de su hermano había apagado el encendedor, la llama era leve pera bastaba para quemarle los dedos. Medio a tientas y medio mirando logró encenderlo.
—¡FUNCIONA!— Gritó Alba.
—Qué bueno, pensé que me iba a morir de hipotermia —dijo Sofía.
—¡Ay, que exagerada! —la criticó Adri.
Alexander no podía creer su mala suerte: la “fiesta” que había planeado estaba completamente arruinada, la luz se había cortado y para colmo sus vecinos eran todos pobres o amarretes; no podía creer que ninguno le hubiera prestado por lo menos una… una sola vela ¡Tan solo una puta vela!
Jorge tenía un humor de perros, pero no todo su enfado tenía que ver con el apagón, algo en su interior le generaba malas vibras y sólo podía pensar en Erik intimando con Alba… si la maldita luz no se hubiera cortado… él ya sabría si la chica era virgen o no; lo dudaba, pero le causaba morbo corroborarlo.
Erik se estaba muriendo de frío, en el apuro había olvidado que sólo llevaba puesta su remera mangas cortas y el viento helado en la calle le pelaba la piel. No sabía si ya estaba nevando, pero intuía que se acercaba una fuerte tormenta.
Al llegar a la puerta, los tres pensaban lo mismo: ¿Cómo iban a decirles a sus mujeres que no habían encontrado nada? ¿Cómo mostrarles su inutilidad? Entraron al comedor y todo era silencio, de pronto una tenue ráfaga de aire cálido abrazó el rostro de cada uno.
—La enana a veces piensa —dijo refiriéndose a su hermana, comprendiendo lo que ocurría. Todos los dormitorios contaban con fuentes de calor, pero el único que tenía uno a gas era el suyo, esto se debía a que tiempo atrás ese era el cuarto de sus padres, y el más grande de la casa; pero con las nuevas refacciones sus padres hicieron un dormitorio nuevo para ellos y él pudo heredar ese, y así dejar de compartir habitación con su hermana.
Luego de cerrar la puerta principal Alexander guio a sus amigos hasta su habitación. En el pequeño transcurso Alexander sentía como se clavaban los muebles a sus piernas pero esto no lo detuvo.
—¿Dónde están? —preguntó Erik cuando llegaron al cuarto.
—Acá estamos —respondió Adriana desde la oscuridad— en la cama.
—Interesante… tres chicas y una cama sólo para mí —bromeó Jorge—. Bueno muchachos, nos vemos más tarde. Espero que no se les congelen las bolas allá afuera —la risita de las mujeres resonó por toda la habitación.
—Hey, no te olvides que una de esas mujeres es mi novia —se quejó Alexander— y la otra mi hermana.
—Bueno, te puedo pedir permiso por tu novia, pero creo que tu hermanita ya come solita —esta vez la que se rio sobre todas las demás fue Alba, traicionada por sus propios nervios.
Alexander presionó de forma automática el interruptor de la luz y se sintió un estúpido por hacerlo, agradeció que ninguno de sus amigos lo hubiera notado; pero ¿quién no intentaba encender las luces aún sabiendo que la electricidad se había cortado? Era un acto reflejo.
Los tres muchachos ingresaron y buscaron la cama a tientas, se sentaron sobre ella en el primer sitio vacío que localizaron. Erik pudo sentir el perfume de su novia y se acurrucó junto a ella, buscando su calor. Con una mano acarició una de las piernas de la muchacha.
—No te imaginás el frío que hacía afuera, mi amor. Por suerte vos estás más calentita —le dijo hablándole cerca del oído.
—Esteee… emm… ¿Erik? —Preguntó la mujer a su lado— no soy Alba… soy Sofía.
—¡Uy, perdón! —exclamó, apartándose rápidamente—. Te juro que no me di cuenta. Tienen el mismo perfume.
—Vení para acá, pelotudo, antes de que te mate —lo retó su novia desde algún rincón oscuro de la cama.
El chico se acercó hacia esa voz cruzando a gatas por el centro de la cama y tropezando con algunas extremidades. Nunca había visto la cama de Alexander, pero en la oscuridad parecía ser bastante grande, ya que podía contener a seis personas; pero en realidad estaban todos muy amontonados.
Al escuchar hablar a Sofía, Jorge supo dónde se encontraba su novia, se sentó junto a ella, ambos tenían una posición privilegiada ya que podían apoyar sus espaldas contra el respaldar de la cama y usar las almohadas para sentarse. Justo frente a ellos, aunque no podían verlos, se encontraban Adriana y Alexander y a la izquierda, un poco hacia el centro, Alba y Erik habían buscado la forma de acomodarse. Cada milímetro de la cama estaba ocupado y no había nadie que no tuviera al menos una extremidad ajena sobre su cuerpo. No importaba que la cama les quedara pequeña, era el sitio más cálido de la casa y a nadie le apetecía abandonarlo. Sofía además tenía mucho miedo a la oscuridad y no quería admitir que le aterraba la idea de deambular por la casa, prefería estar cerca de todos.
Por un momento nadie habló, tal vez todos estuvieran un tanto asustados y quisieran escuchar los ruidos de la noche. A lo lejos podían oírse algunos vecinos debatiendo sobre qué problema había ocasionado el corte de luz y cuánto tardaría en regresar. El viento soplaba violentamente y pudieron escuchar cómo el vecino más cercano exclamaba que ya había comenzado a nevar.
—Me imagino que no consiguieron ninguna vela… —dijo Alba cortando el silencio.
—No, nada… nadie quiso prestarnos ni una —le respondió su novio.
—¿Les dijeron cuál era el problema? —preguntó Adriana.
—Algunos escucharon en la radio que los cortes de luz abarcan buena parte de la ciudad. Al parecer explotó no sé qué generador… o le cayó un rayo, no sé. La cuestión es que la luz puede tardar horas… incluso días en volver.
—¿Días? ¿Para tanto es? —a Sofía le aterraba la idea de pasar toda la noche a oscuras.
—Por esta zona los cortes de luz suelen ser severos —aseguró Alba—. Pero este nos agarró desprevenidos, hacía más de un año que no se cortaba la luz… la última vez tuvimos que esperar casi veinticuatro horas para que regrese… y si explotó algo, va a demorar mucho, seguro.
—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Jorge mientras abrazaba a su querida novia.
—No sé, yo tengo mucho frío, ni siquiera puedo pensar —dijo Adri—, se me congelaron las neuronas.
—Vení mi amor, yo te caliento —Alexander la envolvió con su brazo izquierdo y posó su mano derecha en la cara interna de una de las piernas de su novia.
—¡Epa! Ojito con lo que hacen ustedes dos —exclamó Alba.
—Es mi pieza… es mi cama. Puedo hacer lo que quiera, al que le moleste, que se vaya —nadie tomó en serio las palabras del muchacho, ya que por su tono de voz dejó más que claro que estaba bromeando.
El comentario de Alexander dio una gran idea a Jorge. Él conocía muy bien a su novia y sabía que ella no opondría resistencia alguna, era casi tan pervertida como él. Deslizó una de sus manos entre las piernas de Sofía y en un segundo ya estaba acariciándole la zona más íntima por encima del pantalón. Lo hizo en parte como juego y también para luchar contra el frío. Como había anticipado, la muchacha no se quejó, al contrario, ella supo agradecerle el lindo gesto a su novio, posicionándose mejor para ser tocada con mayor comodidad. Unos pocos segundos después ella también tomó coraje y le devolvió el gesto, brindándole las mismas caricias en su entrepierna. Desde que se habían puesto de novios la tensión s****l entre ellos era inmensa, cualquier roce, toqueteo o palabra subida de tono, bastaba para que terminaran juntos en la cama.
—Alba, al final nunca me contestaste la pregunta —dijo Jorge, quien comenzaba a excitarse.
—¿Y para qué querés que te conteste eso? —la jovencita estaba un tanto intrigada; nunca hubiera imaginado que el amigo de su hermano fuera tan atrevido.
—No sé… simple curiosidad —decía mientras su novia presionaba el bulto en su pantalón y éste ganaba tamaño lentamente. Al mismo tiempo él acariciaba la división de la v****a de Sofía presionando con la fuerza suficiente como para que ésta pueda sentirlo muy bien a través de su pantalón—. De algo tenemos que hablar… no hay otra cosa para hacer.
—Pero está mi hermano…
—Tampoco soy tan ingenuo, Alba. Si querés podes contestarle —a decir verdad a él también le causaba curiosidad todo ese asunto.