Inducción

1434 Words
  Es jueves y es la una en punto. Debo estar en la universidad a las tres, por lo que decido prepararme. Después de la salida nocturna de ayer, me he quedado en casa, disfrutando de la libertad de estar en vacaciones. He leído un par de libros. He hecho un poco de ejercicio en la bicicleta de Sandra, he hecho los quehaceres y también he visto un par de películas en la tele.   Sandra se ha ido a trabajar antes de las nueve como cada mañana, por lo que no regresará hasta las cinco. Así que me preparo algo de comer. Decido hacer pechuga de pollo salteada con vegetales, porque es rápido y ligero. No quisiera demorarme mucho en la cocina. Una vez he comido y lavado los platos, voy al baño a toda prisa, porque estoy ansiosa por llegar a la reunión. Hablarán de dinero y sé que el p**o es muy distinto a los cinco mil dólares que me pagan en Buenaventura.   Tomo una ducha y como ayer me lavé el pelo, me evito ese paso el día de hoy. En vista de que la reunión de hoy será con recursos humanos, decido flexibilizar un poco la imagen de maestra, opto por unos pantalones jeans oscuros y una blusa rosa, que le da al atuendo un aspecto casual. Me coloco unos zapatos planos, tipo bailarinas también negros. Dejo mi cabello suelto, y utilizo mis accesorios favoritos, aretes y collar poco llamativos.   Cuando ya he terminado de arreglarme, son las dos y veinte, por ende, debo apurarme si quiero llegar a tiempo. Tomo mis llaves y salgo al estacionamiento para dirigirme al recinto. En el camino, aprovecho para escuchar música en la radio y el trayecto se hace de lo más llevadero. Llego diez minutos antes de la reunión y a pesar de que he estado aquí antes, todavía me siento intimidada.   El edificio administrativo tiene diferentes oficinas, pero para llegar a la de recursos humanos debo atravesarlas casi todas. Paso por la del decano y me pregunto qué estará haciendo el señor seriedad. Oculto una sonrisa y continúo mi camino hasta llegar a la puerta que tiene el letrero del lugar que necesito. Toco con sutileza dos veces la puerta de madera oscura.   Tras llamar la puerta, una voz me indica que pase y yo abro la puerta despacio. La oficina es mucho más grande de lo que se ve por fuera. Hay cuatro escritorios separados uno de otro, donde cuatro mujeres jóvenes trabajan con muchos papeles y sus ordenadores.   – Buenas tardes – digo tímida aún junto a la puerta, ya que nadie me ha invitado a pasar.   – Buenas tardes. ¿Ámbar Shein? – me dice una chica joven en el escritorio del fondo.   – Sí, me han convocado para una reunión el día de hoy.   – Sí, te he llamado yo, pasa, por favor.   Me acerco hasta su mesa y me indica que me siente en una de las sillas que tiene disponibles frente a ella.   – Mi nombre es Lucy, yo te he llamado. Dame un momento y localizo tu expediente.   – De acuerdo.   La observo y a pesar de ser joven parece ser una persona muy profesional, si ha de ser juzgada por la pulcritud con la que tiene su escritorio organizado.   – Acá está – dice tomando un folder donde se encuentra mi hoja de vida y demás documentos pertinentes.   Me entrega un formulario para que lo llene, donde debo colocar mis datos personales y a quién podría llamar en caso de emergencia. Coloco los nombres de mi madre y de Sandra. Una vez todo está listo, pasamos a la parte de los beneficios.   – A ver, Ámbar. Tu salario será de diez mil dólares mensuales, en un promedio de sesenta y dos dólares la hora, para una carga horaria semanal de cuarenta horas. ¿Te parece bien? – pregunta.   – Me parece perfecto – digo rápidamente porque trabajando más, me pagan diecinueve la hora.   – Muy bien, tendrás una regalía navideña cada año y recibirás tu p**o durante las vacaciones, igual que si estuvieras trabajando.   – De acuerdo – digo porque no tengo mucho qué decir.   Ella me sonríe y me entrega el contrato de trabajo. Sólo tiene dos páginas así que lo leo rápidamente y accedo a firmar.   – Necesitaré tu número de cuenta bancaria para cuando llegue el momento del p**o.   Yo le proporciono la información y una vez todo está debidamente registrado, me mira diciendo:   – Bienvenida a Oxford –   Yo creo que ya he concluido todo lo requerido, por eso realizo la pregunta más importante que no se ha tocado:   – Muchas gracias. Mi asignación de materias, ¿cuándo la recibiré?   – Para eso deberás ver al decano Williams. Él te entregará tu plan de clases con las asignaturas que agotarás y los contenidos que debes abarcar. Además de eso, olvidé comentarte que tendrás que ver un recorrido con él por el campus para que conozcas las aulas que vas a utilizar.   Yo me sorprendo porque, aunque esperaba verle hoy, no contaba con que sería inducida por la universidad por él.   – Comprendo. ¿Debo ir a su oficina entonces? – pregunto deseando que por lo menos haya más gente en el recorrido para hacerlo menos incómodo.   – Sí, puedes irte y terminarás el proceso con él.   Salgo de su oficina y me dirijo a la del decano. De repente tengo en mi mente la voz de Sandra: "Le gustas". ¿Y si es cierto? Sacudo mi cabeza como para deshacerme de la idea y me acerco al escritorio de la secretaria, pero no la veo por ninguna parte. Espero unos minutos a ver si regresa, pero luego de quince minutos de espera, no hay señales de ella. Dudo por un instante si regresar con Lucy en la oficina de recursos humanos o si me atrevo a tocar la puerta de una vez por todas.   – No seas cobarde – pienso mientras me acerco a la puerta.   Toco y desde adentro su voz grave dice que entre. Yo lo hago de la misma forma que lo hice la vez pasada, con un poco de temor y vergüenza.   Sus ojos están fijos en la computadora, su semblante es serio, como si estuviera seriamente concentrado. Tan pronto levanta la mirada, su mirada se relaja y en sus labios se posa una sonrisa de lo más agradable. Se ve totalmente diferente cuando sonríe. Me recompongo rápidamente y le saludo.   –Buenas tardes, decano Williams. Disculpe le interrumpa, pero me han enviado con usted.   – Señorita Shein, qué placer tenerla por acá. No es ninguna molestia. Lucy me ha comentado que vendría.   – Sí, ella me ha dicho que usted debe facilitarme el plan de clases.   – Por supuesto, tome asiento por favor.   Me siento en la butaca frente a él. Hoy no lleva traje, si no camisa blanca impoluta y sin corbata. Su pelo rubio hacia atrás y sus ojos hacen que parezca estar posando para una revista. Me reprendo por estar pensando en él de esa forma, pero no lo puedo evitar.   – ¿Ya está al tanto del tema del salario? – me pregunta cordial.   – Sí, ya se han encargado de aclararme todo y me parece muy bien.   – Excelente. En ese caso, deje mostrarle las asignaturas que estará agotando este semestre y las secciones de cada una. Si tiene algún inconveniente con los horarios, me los deja saber.   Me entrega un calendario con el listado de materias y me tomo unos minutos para leerlo. Inconsciente, me estoy acariciando el collar, como siempre hago cuando estoy nerviosa, y una vez más, puedo sentir que él me mira fijamente. Trato de no ruborizarme, pero no lo logro. Siempre me delata ese tonto color en las mejillas.   Parece darse cuenta porque me pregunta en un tono coqueto:   – ¿Todo bien señorita Shein?   – Sí, todo me parece estupendo – digo yo, para obviar que me pone nerviosa.   Las asignaturas van desde estilística literaria, hasta la simple literatura inglesa. Me parece genial y estoy emocionada de que empiece el semestre. Lo miro a los ojos y le comento:   – Lucy me ha dicho que debe mostrarme las aulas.   – Por supuesto, si gusta usted acompañarme, le guiaré por todo el campus.   Se levanta de la silla y yo hago lo mismo, no había contemplado lo alto que es, pero una vez más trato de ignorar que está buenísimo para enfocarme en lo que importa: dar clases en Oxford.   Me abre la puerta de la oficina mientras dice:   – Después de usted, señorita Shein.  
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