Derek

1048 Words
Le abro la puerta de mi oficina a la señorita Shein y me tomo un instante para contemplar su trasero. La primera vez que la vi, supe inmediatamente que me gustaba. Esos labios color rosa, junto a sus ojos tan llamativos y esa piel color avena, me consiguieron una erección tan pronto entró a mi oficina. A eso, hay que sumarle el hecho de que constantemente se toca el cuello, cosa que me encanta, como si fuera una invitación a besarlo. El día de hoy, en lugar de su traje aburrido de maestra recatada, se ha presentado con un atuendo mucho más jovial: trae unos vaqueros negros que dejan ver un trasero de manzana que me muero por tocar. A parte una blusa rosa que delatan un buen par de pechos, firmes y turgentes. Junto a la puerta, aguardo a que ella salga de la oficina y cuando pasa junto a mí, su aroma es como el de fresas dulces. Todo en ella es apetecible, pero no estoy seguro si deba dejarle claro mis intenciones porque será mi subalterna. Aunque no me he contenido y en nuestro encuentro anterior le hice una mínima insinuación solo para ver su reacción y valió la pena. Cuando salimos de la oficina, camino a su paso y debo admitir que tiene paso rápido. – Bien, señorita Shein. Fuera del edificio donde están las oficinas administrativas, encontramos con varios pabellones con distintas aulas, divididos por facultades. No le mostraré todo el lugar porque eso nos tomaría horas. – Sí, me lo imagino. Conque me muestre las que tengo asignadas será suficiente. – Perfecto. Caminamos en silencio durante unos minutos y ahí está ella, tocándose ese cuello tan llamativo que tiene. Yo inspiro fuertemente para desviar mi mente de esa tentación y empiezo a hablar del edificio. – Fue fundado hace casi ochenta años, pero con el tiempo algunos de los salones se han ido deteriorando lo cual ha llevado a la remodelación de la mayoría de ellos. – Sí, nada puede resistir el implacable paso del tiempo – dice pensativa. – Qué poética, señorita Shein – le halago y soy sincero. – Qué va – dice con modestia. Llegamos a las instalaciones y le muestro los diferentes pisos y salones. Al llegar al que será su aula la mayoría del tiempo, se queda asombrada ante la puerta. Camina despacio hacia el podio donde está la mesa del maestro y mira hacia los asientos, que están ubicados en forma de estadio, para que ninguno obstaculice la vista del otro. Sé que incluso con el aula vacía, la imagen es un poco intimidante. Ella está acariciando el escritorio y yo le he seguido los pasos, ahora estoy justo detrás suyo, imaginando la cantidad de cosas que podría hacerle en ese mismo escritorio si tuviera la oportunidad. Carraspeo, pero ya mi erección se está empezando a notarse. – ¿Qué le parecen nuestras instalaciones? Le pregunto para distraer mi mente de las cosas pecaminosas. – Es asombroso. Estoy ansiosa porque empiece el semestre. Parece estar absorta en todo el salón de clases que ni siquiera se ha fijado en lo mucho que me gusta ella. Yo trato de disimular con mi cara de seriedad que he practicado durante mucho tiempo y parece que tiene éxito. – Bien. Esto será todo por el día de hoy – le informo para poder volver a mi oficina porque si sigo con ella, terminaré robándole un beso y quizás algo más, si ella se deja. – Oh, ¿tan pronto? – por lo visto la señorita Shein no quiere irse. – Es que tengo muchos pendientes en la oficina y la tarde ha avanzado – miento descaradamente. – Comprendo, es un hombre muy ocupado, sin duda. En realidad, son casi las cinco y hace mucho debí haberme ido a casa, pero como Lucy me ha llamado para decirme que debía mostrarle el espacio de trabajo a la señorita Shein, no quise perderme la oportunidad. –Quizás en otra ocasión podamos tener más tiempo – le digo y no estoy seguro si deba irme por ese camino con ella, pero no lo he podido evitar. Es obvio que me atrae mucho y quiero tener algo con ella, sin importarme que sea mi subalterna. – Seguro que nos veremos de vez en cuando en el campus. Yo asiento con la cabeza y espero que ella decida partir fuera del salón, sin embargo, me mira directamente a los ojos, ruborizándose instantáneamente. Yo suspiro fuertemente, carraspeo, y fingiendo que mi teléfono ha vibrado en mis bolsillos, genero una excusa rápida para salir del salón de clase, diciéndole que una emergencia ha surgido y que debo irme. Ese rubor me ha encendido y lo único que quiero en este momento es darle a la señorita Shein razones suficientes y verdaderas para dejarla colorada y sin aliento. Sé que he salido de manera abrupta, que la he dejado sin palabras de una forma muy poco educada, sin embargo, sabía que, si me quedaba, caería en la tentación de tomar esos labios color rosa. Llego a mi oficina en la mitad del tiempo que me tomó a travesar el campus y cierro la puerta para calmarme, porque estoy exaltado en muy mal lugar. Decido que mejor me voy a casa, así que apago el ordenador, tomo mi chaqueta y mis llaves, para dirigirme al estacionamiento. Quizás cuando llegue a casa, deba dedicarle más tiempo al ejercicio para reducir mi excitación. Estoy tan absorto en mis pensamientos que no me he fijado, que, junto a mi auto, se encuentra ella, también subiéndose al suyo. Me ve y en vez de ignorarme, como preferiría que hubiera hecho, me dice: – Espero que haya resuelto su emergencia, decano Williams – Sí, debo irme ya. Siento haberme marchado de esa manera – me disculpo porque ahora que la sangre ha regresado a mi cerebro, sé que lo hice mal. – No hay de qué disculparse, yo comprendo cuando el deber llama. Bueno, pase feliz tarde. Se sube a su auto y se marcha rápidamente. Yo me subo al mío y pienso en el idiota que he sido, pero tengo una idea para enmendar este encuentro, estoy seguro de que el próximo será mejor y sorprendentemente, estoy ansioso por volverla a ver.
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