Alejate de María

1253 Words
Ronald observó cómo María se retiraba lentamente, sus ojos no podían apartarse de su figura. Fue entonces cuando notó algo que le dejó sin aliento: el abultado vientre de María. Ella estaba embarazada. Ronald sintió una mezcla de emociones: sorpresa, confusión, y un profundo sentimiento de certeza. Sabía que Elena no sería infiel, a pesar de que su matrimonio había comenzado como un contrato. No había duda en su mente: María era Elena. María continuó caminando, claramente perturbada por el encuentro. Ronald no quería asustarla ni presionarla más, pero necesitaba que ella supiera la verdad. Decidió darle espacio por ahora, pero no estaba dispuesto a rendirse. Durante los días siguientes, Ronald se dedicó a investigar más sobre la vida de María en la ciudad. Descubrió que vivía en un modesto apartamento y trabajaba en una pequeña tienda. Decidió que debía acercarse a ella con cuidado, ganándose su confianza poco a poco. Una tarde, se acercó nuevamente a la tienda donde María trabajaba. Esta vez, llevaba consigo un álbum de fotos de su vida juntos. Esperó a que saliera para su descanso y se le acercó con cautela. —María, por favor, solo dame un momento más —dijo Ronald, sosteniendo el álbum de fotos—. No quiero asustarte ni presionarte, pero necesito mostrarte algo. María miró el álbum con recelo, pero la curiosidad pudo más. Asintió lentamente y se sentaron en un banco cercano. Ronald abrió el álbum y comenzó a pasar las páginas, mostrándole fotos de sus viajes, y momentos felices juntos. —Mira estas fotos, María —dijo con suavidad—. Estas son de nuestra vida juntos. No espero que recuerdes todo de inmediato, pero quiero que veas que hablo en serio. María observó las fotos con detenimiento. Algunas imágenes parecían evocar una vaga sensación de familiaridad, aunque los recuerdos seguían esquivos. Sin embargo, la genuina emoción en los ojos de Ronald comenzó a quebrar sus defensas. —No sé qué decir... —murmuró María, su voz temblorosa—. Hay algo en estas fotos que me resulta familiar, pero mi mente está en blanco. Ronald tomó una respiración profunda, sintiendo que estaban haciendo algún progreso. —No te preocupes. No necesitas recordar todo de una vez. Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti, que siempre estaré aquí para ayudarte. Mientras hablaban, Ronald no pudo evitar volver a notar el vientre de María. Decidió abordar el tema con delicadeza. —María, sé que esto puede ser un tema sensible, pero... estás embarazada, ¿verdad? María asintió, sus manos instintivamente descansando sobre su vientre. —Sí, lo estoy. Pero no sé quién es el padre. No recuerdo nada de antes de llegar aquí. Ronald sintió una punzada de dolor al escuchar esas palabras, pero también una chispa de esperanza. —María, si realmente eres Elena, entonces ese bebé podría ser nuestro. Cuando desapareciste, yo... nosotros... habíamos hablado de formar una familia. María miró a Ronald con una mezcla de esperanza y confusión. —¿De verdad crees que es posible? Todo esto es tan confuso... Ronald asintió con determinación. —Lo creo con todo mi corazón. Pero no te preocupes por eso ahora. Lo más importante es que te sientas segura y apoyada. Elena, ahora conocida como María, comenzó a dudar de las intenciones de Ronald. La historia que le contaba era increíblemente detallada y llena de emoción, pero su falta de recuerdos la dejaba insegura. Su compañera de trabajo, Clara, notó la confusión en su amiga y decidió intervenir. —María, tienes que tener cuidado con ese hombre —le advirtió Clara una tarde, mientras ambas organizaban la mercancía en la tienda—. No sabemos quién es en realidad. Podría estar intentando manipularte. María asintió lentamente, la inseguridad creciendo en su interior. —Lo sé, Clara. Pero hay algo en él... No sé cómo explicarlo. Algo en su voz, en sus ojos, me hace pensar que podría estar diciendo la verdad. Clara suspiró, colocando una mano en el hombro de María. —Solo te pido que seas cautelosa. No podemos arriesgarnos. Eres mi amiga y no quiero que te hagan daño. A pesar de sus dudas, Ronald continuó insistiendo en que María era Elena. Volvía a la tienda todos los días, llevando más recuerdos y tratando de ayudarla a reconstruir su pasado. Sin embargo, María cada vez se sentía más abrumada por la presión de recordar una vida que no reconocía como propia. Una mañana, Ronald se presentó en la tienda como de costumbre, pero encontró que María no estaba allí. En su lugar, Clara lo esperaba con una expresión seria. —¿Dónde está María? —preguntó Ronald, tratando de ocultar su preocupación. Clara cruzó los brazos, mirándolo fijamente. —No vino hoy. Y no creo que vaya a volver. Fue trasladada a otra sucursal. No sabemos dónde. Ronald sintió como si le hubieran arrancado el corazón del pecho. María, su Elena, se había ido de nuevo. Pero no estaba dispuesto a rendirse. Decidió que debía encontrarla, sin importar cuán difícil fuera. Pasó los siguientes días investigando todas las sucursales de la cadena de tiendas en la ciudad y sus alrededores. Sabía que el tiempo era crucial, y que cada día que pasaba alejaba más a María de su alcance. Finalmente, después de días de búsqueda incansable, Ronald encontró una pista. Una de las sucursales había recibido a una nueva empleada llamada María recientemente. Se apresuró a llegar allí, esperando que no fuera demasiado tarde. Al llegar, vio a María a través del escaparate de la tienda, organizando mercancía como de costumbre. Entró lentamente, tratando de no asustarla. María levantó la vista y lo vio, su expresión se endureció de inmediato. —Ronald, no puedes seguir haciendo esto —dijo con voz tensa—. Estoy tratando de seguir adelante con mi vida. No puedo seguir viviendo en el pasado que no recuerdo. Ronald tomó una respiración profunda, intentando mantener la calma. —María, por favor, solo necesito que me escuches una vez más. Sé que esto es difícil para ti, pero no puedo renunciar a ti. No puedo perderte otra vez. María sacudió la cabeza, visiblemente conflictuada. —No sé qué hacer, Ronald. No recuerdo nada y esto es muy confuso para mí. Siento como si estuviera viviendo una vida que no es la mía. Clara, que había seguido a Ronald en secreto, observó la escena desde la distancia. Finalmente, decidió intervenir, temiendo que la situación se saliera de control. Se acercó a Ronald y lo tomó del brazo, tratando de alejarlo de María. —Ya basta, Ronald. Déjala en paz. Ella necesita tiempo y espacio para entender todo esto. Ronald, aunque frustrado, asintió con resignación. Sabía que presionar más solo empeoraría las cosas. —Está bien, me iré. Pero María, por favor, recuerda que siempre estaré aquí para ti. Siempre. Mientras Ronald se alejaba, Clara llevó a María a un lado, tratando de consolarla. —Lo estás haciendo bien, María. Tómate tu tiempo. Nadie puede apresurarte a recordar algo que no está ahí. María asintió, aunque la duda y la confusión seguían nublando su mente. Sabía que debía tomar una decisión sobre cómo seguir adelante, pero por ahora, solo quería encontrar un momento de paz en medio del caos. Ronald, por su parte, se dirigió a su coche con el corazón pesado pero una determinación renovada. Sabía que encontrar a Elena, y ayudarla a recordar, sería un desafío continuo. Pero estaba dispuesto a enfrentar cualquier obstáculo para traerla de vuelta a su vida.
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