—De acuerdo, pero si intentas traicionarnos, pagarás con tu vida. Tienes una semana para traerla aquí.
Samuel asintió, sintiendo una mezcla de alivio y ansiedad. Sabía que estaba jugando un juego peligroso, pero también sabía que estaba decidido a seguir adelante.
De regreso en la casa de Elena y Ronald, la preocupación comenzó a crecer cuando Samuel no regresó. Elena estaba inquieta, y Ronald, aunque preocupado, mantenía su escepticismo.
—Samuel no es del tipo que desaparece sin avisar —dijo Elena, mordiéndose el labio—. Tengo que buscarlo.
Ronald asintió, aunque sus sospechas sobre Samuel no habían desaparecido.
—Está bien, busquémoslo. Pero ten cuidado, Elena. Algo no me cuadra con todo esto.
Pasaron los días, y Samuel regresó a la casa con una historia sobre haber sido asaltado y dejado inconsciente. Elena lo abrazó, aliviada de verlo sano y salvo, mientras Ronald lo observaba con ojos penetrantes.
—Estoy tan contenta de que estés bien —dijo Elena, con lágrimas en los ojos—. Nos preocupamos tanto por ti.
Samuel sonrió débilmente, aprovechando la oportunidad para acercarse aún más a ella.
—Gracias, Elena. No sabes cuánto significa para mí que te preocupes.
Ronald permaneció en silencio, analizando cada palabra y movimiento de Samuel. Sentía que algo oscuro se cernía sobre ellos, y estaba decidido a descubrir qué era.
Esa noche, mientras cenaban, Samuel comenzó a ejecutar su plan.
—Elena, me he dado cuenta de cuánto me he perdido de tu vida —dijo, con un tono suave y vulnerable—. Me gustaría pasar más tiempo contigo, como hermanos. Tal vez podríamos ir a algún lugar especial, solo nosotros dos.
Elena sonrió, emocionada por la propuesta.
—Me encantaría, Samuel. Podríamos ir a nuestro lugar favorito de la infancia, ¿recuerdas?
Samuel asintió, aunque su mente estaba en otro lugar. Sabía que debía ganarse completamente la confianza de Elena para que su plan funcionara.
Ronald, aunque fingía estar concentrado en su comida, no perdió ni una sola palabra. Decidió que debía hablar con Elena en privado.
Más tarde esa noche, cuando Samuel se retiró a su habitación, Ronald se acercó a Elena.
—Amor, necesito hablar contigo sobre Samuel —dijo con seriedad—. Algo no me está cuadrando. Su desaparición, su regreso... todo parece demasiado conveniente.
Elena lo miró con una mezcla de confusión y preocupación.
—Ronald, sé que estás preocupado, pero Samuel ha pasado por mucho. Solo quiere reconectarse conmigo.
Ronald suspiró, sintiendo la frustración crecer.
—Lo sé, pero por favor, solo ten cuidado. Algo me dice que no está siendo completamente honesto.
Elena asintió, aunque en su corazón quería creer en la sinceridad de su hermano.
Mientras tanto, Samuel, en su habitación, sonreía para sí mismo. Sabía que la primera parte de su plan estaba funcionando. Ahora, solo necesitaba llevarlo hasta el final.
Pronto, pensó Samuel, todo terminará como debe ser.
La próxima mañana, Samuel se levantó temprano y preparó un desayuno especial para Elena y Ronald. Quería asegurarse de que todo pareciera normal, mientras planeaba su próximo movimiento. Ronald, aunque agradecido por el gesto, seguía observando con desconfianza.
—Pensé que podríamos hacer un picnic hoy, los tres juntos —sugirió Samuel, tratando de sonar entusiasta—. Sería una buena manera de pasar tiempo en familia.
Elena sonrió, encantada con la idea.
—Me parece una excelente idea, Samuel. Será maravilloso pasar tiempo juntos.
Ronald asintió lentamente, sin dejar de vigilar cada movimiento de Samuel. Sabía que debía mantenerse alerta, por el bien de Elena.
Mientras preparaban todo para el picnic, Samuel no podía evitar sentirse nervioso. Sabía que este podría ser su último intento para llevar a cabo su plan, y necesitaba que todo saliera perfecto. Al salir hacia el parque, Samuel miró a Elena y Ronald, con una mezcla de anticipación y ansiedad.
—Vamos, será un día inolvidable —dijo, sonriendo.
Elena le devolvió la sonrisa, mientras Ronald seguía observando en silencio, preparado para cualquier cosa que pudiera suceder.
El día del picnic comenzó con una atmósfera extrañamente ligera, como si una tregua temporal hubiera silenciado las tensiones subyacentes. Samuel, Elena y Ronald se dirigieron al parque, cargados con una canasta llena de comida y una manta para sentarse.
Samuel trataba de mantener una conversación animada durante el trayecto, aunque su mente estaba atrapada en una maraña de pensamientos oscuros y ansiosos.
Al llegar al parque, encontraron un lugar tranquilo bajo un gran roble. Mientras extendían la manta y sacaban la comida, Ronald no dejó de observar a Samuel, sus instintos le gritaban que algo no estaba bien.
—Este lugar es hermoso —dijo Elena, mirando alrededor con una sonrisa nostálgica—. Me recuerda a cuando éramos niños, Samuel. ¿Recuerdas aquellos días?
Samuel asintió, aunque sus pensamientos estaban lejos de la nostalgia.
—Sí, los recuerdo —respondió, tratando de sonar convincente—. Esos días eran más sencillos.
Mientras comían, Samuel intentaba ganarse la confianza de Elena, hablando de momentos pasados y de planes para el futuro. Ronald, sin embargo, permanecía en silencio, alerta a cada palabra y gesto de su cuñado.
Después del picnic, pasearon por el parque, disfrutando del sol y el aire fresco. Samuel vio esto como una oportunidad perfecta para acercarse más a Elena.
—Elena, ¿podemos hablar a solas un momento? —pidió Samuel, dirigiéndose hacia un sendero más apartado.
Elena miró a Ronald, quien asintió con recelo.
—Claro, Samuel. Vamos —dijo Elena, siguiéndolo.
Se alejaron un poco del área de picnic, adentrándose en un camino sombreado por los árboles. Samuel se detuvo y miró a su hermana, tomando un respiro profundo.
—Elena, quiero pedirte perdón por cómo me he comportado —dijo Samuel, con voz aparentemente sincera—. Ha sido difícil para mí, y he cometido errores.
Elena lo miró con ternura, sintiendo el dolor en sus palabras.
—Samuel, todos cometemos errores. Lo importante es que estás aquí ahora, y podemos intentar arreglar las cosas —respondió ella, poniendo una mano en el brazo de su hermano.
Mientras Samuel fingía vulnerabilidad, en su mente se formaba un plan. Sabía que debía seguir ganando la confianza de Elena para llevarla hasta los secuestradores. Sin embargo, Ronald, que había seguido a la distancia, no perdía detalle de la interacción.
Cuando regresaron al área de picnic, Ronald los miró con una mezcla de sospecha y preocupación. Sabía que algo oscuro se cernía sobre ellos, pero aún no podía precisar qué.
Esa noche, de vuelta en casa, Samuel comenzó a implementar la siguiente fase de su plan. Necesitaba alejar a Ronald para tener a Elena a su merced.
—Ronald, sé que no hemos tenido la mejor relación —comenzó Samuel, mientras todos estaban en la sala de estar—. Pero me gustaría intentar enmendar eso. ¿Podríamos salir a tomar algo, solo nosotros dos?
Ronald lo miró con cautela, consciente de la trampa que podría estar tendiéndose.
—Claro, Samuel. Podemos intentarlo —respondió, decidido a no dejar a Elena sola por mucho tiempo.
Mientras los hombres salían, Elena sentía una mezcla de esperanza y temor. Quería creer que Samuel estaba genuinamente arrepentido, pero la tensión en Ronald la hacía dudar.
En el bar, Samuel trató de aparentar relajado, aunque por dentro estaba en constante alerta. Ronald, por su parte, mantenía una fachada amigable, pero cada palabra de Samuel era cuidadosamente analizada.
—Mira, Ronald —dijo Samuel, tras unos tragos—. Sé que no hemos empezado con el pie derecho, pero realmente quiero arreglar las cosas con Elena y, por extensión, contigo.
Ronald lo miró a los ojos, buscando algún rastro de sinceridad.
—Espero que eso sea verdad, Samuel. Elena merece tener a su hermano en su vida, pero solo si eso es algo bueno para ella.