Te he quitado todo

1293 Words
Mientras tanto, Ronald seguía en el hospital, la ansiedad corroyéndole por dentro. Martín y su equipo trabajaban sin descanso, revisando cada cámara de seguridad en las cercanías del parque. Pero la suerte no estaba de su lado. —¡Nada! —exclamó Martín, frustrado—. La última cámara los captó saliendo del parque, pero después de eso, desaparecen. Ronald golpeó la cama con el puño, sintiendo la impotencia crecer dentro de él. —Tiene que haber algo que se nos haya pasado. ¡Busquen más! Martín asintió y salió de la habitación para coordinar la búsqueda. En el Aeropuerto María, habiendo dejado su teléfono para evitar ser rastreada, se encontraba en el coche con Diego. Su mente era un torbellino de emociones mientras se dirigían al aeropuerto. Diego rompió el silencio. —Tu bebé está fuera del país, María. Ronald nunca lo encontrará allí. Tienes que subir a un avión para reunirte con él. María sintió una punzada de miedo y duda, pero su amor por su hijo superó cualquier otra emoción. —Haré lo que sea necesario para ver a mi bebé. Llegaron al aeropuerto y Diego la condujo rápidamente a una entrada discreta. Allí, un hombre esperaba con documentos y un billete de avión. —Este es Javier —dijo Diego—. Él se asegurará de que llegues a salvo. María tomó los documentos con manos temblorosas y miró a Javier. —¿Dónde está mi bebé? Javier sonrió tranquilizadoramente. —Está a salvo, María. Sube al avión y estarás con él en unas horas. Mientras Tanto, en el Hospital Ronald seguía angustiado en el hospital. Martín regresó con noticias desalentadoras. —Hemos perdido el rastro, señor. No hay más cámaras en las inmediaciones del parque. Ronald cerró los ojos, intentando mantener la calma. —¿Y María? ¿Ha dejado alguna pista? Martín negó con la cabeza. —Nada, señor. Lo único que encontramos fue su teléfono, abandonado en el parque. No podemos rastrearla. Ronald sintió una mezcla de frustración y desesperación. Pero no estaba dispuesto a rendirse. —Sigamos buscando. No pararemos hasta encontrarlos. María se sentó en su asiento, su corazón latiendo con fuerza mientras el avión despegaba. Miró por la ventana, viendo cómo el suelo se alejaba. Cada kilómetro que recorría la acercaba más a su hijo y la alejaba de Ronald y el dolor que sentía. Javier se sentó a su lado, asegurándose de que estuviera cómoda. —Tranquila, María. Todo saldrá bien. Pronto estarás con tu bebé. María asintió, intentando convencerse de las palabras de Javier. Cerró los ojos, dejando que las lágrimas rodaran por sus mejillas. A pesar del miedo y la incertidumbre, su esperanza de reunirse con su hijo le daba fuerzas. Ronald y Martín continuaban buscando incansablemente. Ronald, debilitado pero determinado, no podía permitir que su hijo desapareciera sin hacer todo lo posible por encontrarlo. —Martín, no pararemos. No importa cuánto tiempo tome, encontraremos a María y a nuestro hijo. Martín asintió, compartiendo la determinación de Ronald. —Así será, señor. No los dejaremos solos. La búsqueda continuó, y aunque el camino era incierto y peligroso, Ronald no estaba dispuesto a rendirse. El amor por su hijo y la esperanza de reunirse con él impulsaban cada uno de sus pasos. El avión aterrizó en un país extranjero. María, cansada pero determinada, siguió a Javier a través del aeropuerto. Salieron por una puerta trasera, donde un coche los esperaba. Javier la ayudó a subir y el coche arrancó rápidamente. María miró a Javier, buscando respuestas. —¿Dónde está mi bebé? —preguntó con desesperación. Javier sonrió. —Estamos cerca, María. Solo un poco más. El coche avanzó por caminos sinuosos, alejándose de la ciudad. María observó el paisaje, tratando de mantener la calma. Finalmente, llegaron a una casa grande y aislada. Javier abrió la puerta y María entró, su corazón latiendo con fuerza. En el interior, una mujer la esperaba con un bebé en brazos. —María —dijo la mujer con una sonrisa—. Este es tu hijo. María corrió hacia la mujer y tomó al bebé en sus brazos, sintiendo una ola de alivio y amor. Miró al pequeño rostro de su hijo, sintiendo que, a pesar de todo el dolor y la incertidumbre, había encontrado lo que más amaba en el mundo. Diego llevó a María y a su bebé a una habitación acogedora en la casa aislada. Mientras María se acomodaba, Diego la observaba con una mezcla de compasión y determinación. —Aquí estarás a salvo, María —dijo Diego, sentándose en una silla cercana—. Nadie te encontrará, y tu hijo estará seguro. Pero hay una condición: debes permanecer aquí. No puedes comunicarte con Ronald ni con nadie del exterior. María miró a su hijo, acunándolo con ternura en sus brazos. —Está bien, Diego. Tengo a mi bebé y no necesito nada más. Permaneceré aquí. Diego asintió, satisfecho con su respuesta. —Confío en que entenderás que es por tu seguridad y la de tu hijo. Si necesitas algo, solo avísame. María asentía, agradecida por el momento de paz que finalmente tenía con su hijo. Mientras Tanto, en el Hospital Ronald estaba en la habitación del hospital cuando su teléfono vibró con una notificación. Al desbloquearlo, su corazón se hundió al ver la imagen que apareció en la pantalla. Era María, sosteniendo a su bebé, con una expresión de alivio y amor. Junto a la foto, un mensaje breve pero aterrador: "Te hemos quitado todo lo importante. Ahora iremos por lo demás." El mensaje estaba encriptado y no había manera de rastrear su origen. Ronald sintió una mezcla de rabia e impotencia. Se giró hacia Martín, que estaba a su lado revisando las últimas pistas. —Martín, mira esto —dijo Ronald, mostrándole la foto y el mensaje. Martín frunció el ceño al leer el mensaje. —Esto significa que están planeando algo más. No solo se conforman con haber secuestrado a María y al bebé. Quieren destruirte completamente. Ronald apretó los puños, sintiendo la furia arder dentro de él. —No puedo permitir que se salgan con la suya. Tenemos que encontrar una manera de rastrearlos, de detenerlos antes de que hagan más daño. Martín asintió, compartiendo la determinación de Ronald. —Empezaremos por analizar cada detalle del mensaje y la foto. Puede que haya algo que nos dé una pista, por pequeña que sea. En la Casa Aislada María, ajena al mensaje enviado a Ronald, se acomodó en la cama con su hijo. La tranquilidad del lugar la ayudaba a relajarse, pero una parte de ella seguía sintiendo la angustia de la separación y la incertidumbre. Diego se aseguró de que tuviera todo lo necesario antes de retirarse. —Descansa, María. Estaremos vigilando la casa, y nadie te hará daño aquí. María asintió, agradecida. —Gracias, Diego. Haré lo que sea necesario para mantener a mi hijo a salvo. Diego cerró la puerta suavemente, dejándola en la habitación con su bebé. María cerró los ojos y, por primera vez en mucho tiempo, se permitió un momento de calma. De Regreso al Hospital Ronald y Martín trabajaban incansablemente, analizando cada píxel de la foto y cada palabra del mensaje. Sabían que el tiempo era crucial y que cualquier retraso podría costarles más de lo que ya habían perdido. Ronald se prometió a sí mismo que, sin importar los obstáculos, no descansaría hasta traer de vuelta a su familia y desmantelar la organización que había destrozado su vida. La batalla estaba lejos de terminar, pero su determinación era inquebrantable. —No pararemos hasta encontrarlos —dijo Ronald con firmeza—. No les dejaremos ganar. Martín asintió, redoblando sus esfuerzos. —Así será, señor Wilson. No dejaremos ninguna piedra sin remover.
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