CAPÍTULO 4

1700 Words
Otro día de mierda en el que tenía que ir a la universidad, al tener a Dalila lo hacía un poco menos mierda, pero mierda de todas formas. Estábamos hablando sobre la desilusión que se llevó al despertar y no encontrar a mi hermano en la mañana, no entendía como Liam había dormido en el apartamento de Dalila, cuando mi madre lo esperaba para dormir. El nunca desaprovecharía el poder dormir con ella. Algo no encajaba y lo tenía que averiguar.  —Liam vendrá hoy y... ¡mierda! ¿Acaso era real lo que mis ojos veían? ¿Alessandro besándose en plena universidad con una mujer? ¿Cuando — ¿Y mierda? —preguntó confundida Dalila. —No, no quise decir eso —Dije distante mientras veía al maldito. Era real.  — ¿Quiénes son ellos? —Alessandro y su novia —expliqué con cierto desagrado en mi tono de voz—. ¡¿Puedes creer que tenga de novia a una niña buena?! Ohh por dios, era la maldita del otro día. —Bueno, necesita algo bueno en su vida —La miré de inmediato. Éramos polos opuestos, claro que sí. —Y mierdas, lo cliché y tus libros que cagan arcoíris lo dejas para otro momento. — ¿Entonces cuál sería la novia ideal para él? —cuestionó en un tono burlón, casi podía imaginar lo que su azucarada mente estaba imaginando. —Bueno, no sé. Volteé a mirarlo de nuevo, dándome cuenta que su mirada estaba puesta en mí. Me guiñó un ojo, a la vez que su mano descendió por la espalda de aquella mujer para apretar duramente sus nalgas. ¿Acaso eso era una invitación? Porque si era así, aceptaba joder. —Yo si se. Piensas que alguien como tú, pero tú no crees en el amor ni en nada cursi, así que déjalo con su novia. Dalila empezó a caminar hacia la cafetería, así que la seguí para dejarle en claro todo. —Sí creo en el amor —aclaré—. Pero no me van esas cursilerías. —Alessandro al parecer sí, así que aléjate de él. Era lo más sensato, pero yo no era tan sensata que digamos. No me alejaría de él, no aún por lo menos.  —Hay algo de él que me atrae, siento que ya lo conozco y averiguare por qué —dije decidida, me quitaba el nombre si no. Me volteé y empecé a caminar rápidamente hacia donde estaba mientras escuchaba a Dalila de lejos.   —Por Alá, claro que no. Luciana, ¡ven aquí! — ¡No eres mi madre Dalila Kaur! —Grité. Ahora empezando a correr—. ¡Averiguare lo de Liam! Cuando llegué hasta ellos me detuve cruzándome de brazos. Chasqueé mi lengua al ver que aún seguían besándose. ¿Acaso pensaban que esto era un puto motel y nosotros los espectadores detrás de una pantalla? —Alessandro —bramé, llevando una de mis manos a mi pecho. Ellos se separaron y por la mirada que me dio, sabía que era una de advertencia, pero vamos, seria emocionante lo que haría.  Fingir que estaba sorprendida y dolida, era emocionante. — ¿Q-Que es esto? Engañándome a dos meses de nuestra boda, terroncito pensé que eras distinto. No puedo creer eso, mi corazón se ha roto. — ¿Qué? Tú me dijiste que no tenías novia —reprochó la mujer, sus ojos se aguaron un poco. —Prometida —corregí mostrándole el anillo del dedo que siempre llevaba conmigo, no me convencería con sus lágrimas, no ella—. Deje hace mucho de ser su novia. —Hablamos más tarde —se dirigió a ella. Su mandíbula estaba tensa…demasiado—.Tu y yo hablaremos, ¡Ahora! Me agarró del codo y con fuerza me llevó hasta el final del estacionamiento. No dije nada, solo trataba de adivinar el nombre de la colonia que usaba. Me tenía mareada de lo rico y varonil que olía. —Ahora sí, ¿Qué carajos te pasa? Señale su brazo para que me soltara, pero no lo hizo. —Quería agradecerte por tu buen trabajo. Había cumplido con lo prometido, altero los resultados y ahora mis padres seguían pensando que era toda una virgen. Tenía que agradecerle. —No necesito tus agradecimientos —rodé los ojos y sonreí cuando me empujó hacia la pared—. ¿Qué quieres Luciana? — ¿Por qué debería de querer algo? —cuestioné en un susurró. —Tú siempre quieres algo —sonrió de lado viéndose increíblemente sexy—. ¿Acaso querías tomar el lugar de mi novia por unos minutos? ¿Querías probar lo que pocas tienen el privilegio de tener? Tragué fuerte al sentir mi interior palpitante. Estar de esta forma era completamente excitante. — ¿Soy yo o hace calor aquí? —Empecé abanicar mi blusa con un solo objetivo, que su mirada se dirigiera a mis senos. No tenía sostén, así que era una buena vista. Sonreí cuando lo hizo. — ¿Por qué tan orgullosa de algo inexistente? Una niña de quince años tiene más senos que tú —empecé a reírme mientras negaba. Tenía una autoestima muy alta como para que su comentario de mierda me afectara. —Así que te gustan los pechos grandes. —Demasiado —Mordió su labio inferior, su mirada era tan pesada que me costaba sostenerla. Sentía como si me estuviera retando, cada vez el ambiente se volvía pesado y mi respiración empezaba agitarse. — ¿Sabes la ventaja que tenemos nosotras las planas? —Pregunté, agarrando su mano y metiéndola debajo de mi blusa—. Que cabe por completo. La subí hasta mi seno derecho e hice que lo apretara. Ambos jadeamos acercando aún más nuestros rostros. —No juegues con fuego, te quemaras. — ¿Te olvidas que el frío también quema? Cuando su mano volvió apretar, la quite. Me miró confundido, pero no dije nada. Organice mi blusa y me separe de él.   —Creí escuchar que solo te gustaban los senos grandes, y yo tengo senos de diez años.  No di ni un paso cuando su mano me estaba deteniendo. —Detente niñita, no empieces algo que no vas a poder seguir. — ¿Acaso dije que no podía? —alcé mi rostro viéndolo desafiante—. Tal vez no me interesa seguir, no quisiera quedar defraudada. Alessandro volvió a empujarme hacia la pared agarrando mis manos y llevándolas hasta arriba. Apreté mi boca ahogando un gemido cuando empezó a restregarse en mí. Era claro que no saldría defraudada. — ¿Y ahora? —empezó a repartir besos en mi cuello mandando mi cordura a la mierda, era mi punto débil, y ahora solo quería tener sus manos sobre todo mi cuerpo. —Ardamos juntos —respondí. Dio una sonrisa ladina y agarró mi mandíbula. Nuestros labios empezaban a rozarse cuando varios disparos se escucharon cerca. Nos separamos de inmediato mirando a nuestro alrededor, alertas a cualquier cosa. —Tenemos que ir a ver qué pasa —hable rápidamente dirigiéndome hacia la salida. Sentía una opresión en mi pecho que cada vez se intensificaba.  —No —agarró mi mano yendo al sentido contrario—. No es nuestro problema. Solo asentí dejándome llevar de nuevo hasta el campus el cual estaba más alborotado de lo normal, tal vez era por los disparos.  — ¿Qué crees que pasó? —curioseé. Me sentía ansiosa y no sabía el por qué.   Se detuvo viéndome con su ceño fruncido.   — ¿Tengo cara de un puto mago acaso? ¿Y por qué aun sigues conmigo? —Eso te pregunto yo a ti —me solté de su mano y me cruce de brazos—.Me llevas agarrada de la mano por todo el campus como si estuvieras marcando territorio. Ya te digo que este —señale mi cuerpo—. Es territorio privado y minado, cualquiera no entra y lo desactiva. — ¿Me estas malditamente retando? ¿A mí? Quien con un par de besos en el cuello ya te tenia rogando por más. — ¿Perdón? —Lleve mi mano a mi pecho en modo dramática—. Que yo recuerde fuiste tú que con una simple tocadita te volviste cachondo. — ¿Yo cachondo? ¿Por un puño de grasa y musculo? Cuando iba a responder los gritos de Andrés llamando mi nombre me interrumpieron. Que inoportuno. — ¿Qué pasa? —solté de inmediato, su rostro estaba pálido. —Le han disparado a alguien afuera del estacionamiento —sus ojos se aguaron—. Dicen que es Dalila. Tragué fuerte al escucharlo. Mi labio inferior empezó a temblar junto con mis manos. Retrocedí por inercia y lleve mis manos a mi abdomen, sentía como si estuviera cayendo de un precipicio. Saque mi celular de mis bolsillos y con dificultad marque el número de papá. —Luciana —respondió agitado, se escuchaba como si estuviera corriendo. —Dime que es mentira —susurré reteniendo las lágrimas que querían caer—. Por favor. —Ella…Ella estará bien, te lo prometo. Sentí mi corazón romperse con aquellas palabras. El miedo me invadió y empecé a correr, necesitaba ver a mi amiga, necesitaba verla y confirmar con mis propios ojos que estaría bien. —Luciana, ¡espera! —escuché el grito de Alessandro, pero no paré. Seguí corriendo hasta salir de la facultad, fue entonces donde me detuve—. Espera, joder. ¿Acaso piensas irte corriendo hacia la clínica? —Bu-Buscaré quien me lleve —miraba una y otra vez a los lados pero no había nadie conocido, no podía esperar por un Uber, tenía que irme ya. No retendría por más tiempo las lágrimas, cada vez mi vista se hacía más borrosa, pero, tenía que ser fuerte.  Mi alma gritaba en lamento. Sentía que me ahogaba y tenía que desahogarme o perdería la cordura. —Yo te llevo —entrelazó nuestras manos y empezó a guiarme hasta el estacionamiento. —Fue mi culpa —susurré—. El que mi hermana este posiblemente debatiéndose entre la vida y la muerte ha sido mi culpa. Alessandro se detuvo y negó. — ¿Cómo puede ser tu culpa? —cuestionó en un tono enojado. —Estaba con ella, sí no me hubiera ido —Su mano tapo mi boca y negó. —No, no digas que es tu culpa, no te puedes echar la culpa por un acto como este. Los únicos que tienen la culpa son los hijos de puta que lo hicieron. Había algo más detrás de sus palabras, algo grande y traumático. Un suceso, una historia, odio.  —Pude evitarlo —insistí—. De verdad pude evitarlo, pero quise ir a joderte y la deje a ella, a unas de las personas que más amo, por algo que ni siquiera importa. —Te dije Luciana que te alejaras de mí. Ahora te llevare con tu amiga y espero que no te vuelvas a cruzar en mi camino o las pagaras.                    
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