Sonreí al verla, tenía una belleza muy exótica mi hermana. Como no tenerla si era del oriente.
Joder, esas mujeres son candela pura.
"Candela”
Empecé a reírme de mis pensamientos, era una maldita.
— ¿No piensas salir de este cuarto? —Detuve mi risa al escuchar a Liam—. Ahora hasta te ríes sola, ¿Debería de preocuparme?
—Tal vez, aunque…nunca he sido la cuerda de la familia… ¿No crees?
—Bueno, todos tenemos un poco de locura. Pero tu locura es distinta. Te vigilo Luciana. Te conozco.
—No —volteé a verlo sonriendo—. No puedes decir conocerme por saber que hago y que no, en realidad Liam, tú conoces a la Luciana que conocen todos.
—Eres peor que yo —sonrió asintiendo.
Se acercó a Dalila y como pensé, ni siquiera la toco. Solo se quedó observándola como lo hacía los días anteriores.
Maldito enfermo.
— ¿La amas? —pregunté con una curiosidad muy evidente.
Sabía su respuesta pero necesitaba escucharlo de sus labios.
Espere unos segundos a que respondiera pero no lo hizo. Me levanté de mi asiento y fui hasta la puerta, me daría una vuelta y ya después volvería a estar con ella.
—Tal vez —me detuve al escucharlo—. Sé que nunca ame a Fiorella, nunca he amado a alguien aparte de mi familia, así que no sé si la ame.
— ¿Qué sentiste cuando estaba entre tus brazos muriendo?
—Me sentí morir.
Abrí la puerta y antes de irme afirme.
—Tu corazón ya lo acepto, solo faltas tú Liam.
Salí y cerré detrás de mí. Era hora que fuera feliz, quería verlo feliz y sabía que con ella él lo seria, Dalila lo ayudaría.
Empecé a caminar por todo el hospital mientras veía a los médicos ir y venir. Sabía lo que mis ojos querían ver, era tan masoquista.
—Luciana —me detuve sonriente al escucharlo, hace días no lo veía.
—Esteban —exclamé volteándome.
Elevé mis cejas al verlo, era la primera vez que lo veía sin ese traje de chofer sexy que tenía, incluso en nuestra primera cita tuvo que ir con él.
Esteban estaba realmente comestible.
—No —negué, mientras me acercaba a él—. No puedes aparecerte así con ese outfit sin antes avisar.
Arrugó su ceño confundido mientras revisaba si tenía algo raro en su ropa.
—No entiendo.
Agarré su mano y me dirigí rápidamente al pequeño cuarto de utensilios de aseo que siempre estaba desocupado.
Antes de entrar mire a mí alrededor y empuje hacia dentro a Esteban, segundos después entre yo.
— ¿Qué está pasando Luciana?
—Tú —solté enojada y acalorada—. Eso es lo que pasa.
Alzó su ceja y ladeo un poco su cabeza viéndome fijamente. Trague fuerte al verlo, enserio este hombre era hermoso.
Él era el tipo de hombre que toda mujer desea.
—Sigo sin entenderte, si hice algo malo dímelo y lo arreglare, lo prometo.
Pero si es bien hermoso joder.
No lo merezco.
—El vestirte así y no avisarme para prepararme mental y vaginalmente es jodido Esteban —agarré los bordes de mi blusa y los alce para así quitármela—. Ahora hazme tuya.
Sus ojos se abrieron sorprendidos al escucharme.
— ¿En este armario? —asentí acercándome—. ¿Ahora?
—Sí, aquí en el hospital de mi madre, en este armario y ahora.
POV ALESSANDRO.
— ¿Estás segura? —pregunté, mientras iba camino a descansar al cuarto designado para los residentes.
Estaba malditamente exhausto. Maldita guardia de treinta y dos horas.
—Sí, hasta ahora es lo único cercano a él que hemos conseguido —me detuve para pensar mejor que haría—. Es tu única opción.
—Te equivocas, siempre hay…maldita.
Me agaché y me escondí en un carro de medicinas cuando ella volteó a ver en mi dirección.
—Siempre hay… ¿Maldita? ¿Me acabas de decir maldita?
— ¿Qué? No, a ti no —expliqué, sintiendo como me sentía furioso de repente—. Estoy viendo a una maldita próxima a cometer un pecado.
—Ahh ya…ella. Hablamos después.
No alcancé a despedirme cuando ya había colgado.
Mujeres.
— ¿De quién te escondes?
Alguien preguntó detrás de mí.
—De nadie que te importe —respondí.
Habían entrado y en este momento estarían en la pre-fase.
—Claro que lo hace, me importa cada pequeña e insignificante cosa que pasa en mi hospital.
¡Mierda!
Me levanté, guarde las ganas que tenía de insultarla y volteé para verla.
—Señora Licciardi, un placer conocerla por fin.
Desde que llevaba trabajando aquí en este hospital malditamente tecnológico y de mierda, no había tenido la oportunidad de presentarme.
—Y a mí —admitió viéndome muy extraño e intenso.
Si, era hermoso. Lástima que no me iba eso de las sugar mommy.
Aunque podía hacer una excepción con ella.
— ¿Por qué me mira de esa forma? —pregunté, fingiendo estar confundido.
—Lo siento —aclaró un poco su garganta—. Es que eres la viva imagen de Angelo.
— ¿Y eso es bueno o malo? —me cruce de brazos mientras la recorría con mi mirada.
Ya entendía como esa estúpida que se encontraba en primera fase era tan bella y como mi padre vivía enamorado de su interna favorita.
—Me traes buenos recuerdos —asentí a lo que decía—. ¿Dónde está Rizzo? ¿Está bien? Quiero que le digas que es un idiota al no comunicarse conmigo durante tantos años.
—No sé en donde este, ya sabe cómo era mi padre de misterioso. Pero cuando lo vuelva a ver —la mire fijamente—. Le aseguro señora Licciardi que le daré su mensaje.
—Gracias —asintió un poco incredula—. ¿Ahora me quieres decir por qué te estabas escondiendo? ¿Te escondías de mi hija?
Fruncí mi ceño sin entender ni mierda de lo que decía.
— ¿Lucero? —ella negó—. Lo siento pero no sé su nombre. Además su hija y yo no somos amigos, así que no habría razón para esconderme de ella.
—Claro que no son amigos —esta vez fue ella quien se cruzó de brazos—. Son novios.
La mire con horror y asqueado. Que todos los santos me protegieran de algo como eso, estaría malditamente loco si algo así llegara a pasar.
—No somos novios, apenas y soporto a su hija como para tener una relación sentimental con ella.
Aclare antes de que empezara a maquinar una historia.
—Si no la soportas, ¿Por qué le pediste matrimonio y cambiaste los resultados de la prueba?
Solté una risa y negué.
Malditas personas.
Le hice una seña para que me siguiera. Quería que ella mirara con sus propios ojos que entre su hija y yo no había nada más que odio puro de mí parte hacia ella.
Sonreí abiertamente cuando supe que le jodería su polvo del día.
Que bella era la vida.
—Lo que se encontrara en unos segundos le confirmara que no soy nada de su hija y que me amenazó para alterar esos resultados.
Al terminar de avisarle, abrí la puerta encontrándome a Luciana todavía en la fase dos.
¿Cuál era la fase dos? Ella sin la mitad de su ropa.
Fruncí mi ceño cuando no vi a ese hombre.
¿Qué mierda?
—Mi amor, ¿Por qué tardaste tanto? —preguntó, tenía la sonrisa del diablo en su rostro. Su madre se hizo a un lado para que así ella la pudiera ver—. Ma-Mamá.
Apreté mi mandíbula a la misma vez que mis puños. Quería golpearla, enserio quería hacerlo.
Me había jugado sucio.
— "No somos novios, apenas y soporto a su hija como para tener una relación sentimental con ella. " —Repitió lo que le había dicho—. Los quiero a los dos ahora mismo en mi oficina.
Trague fuerte al verla. Estaba enojadísima y daba mucho terror.
Luciana salió de aquel cuarto organizando su ropa. A pesar de que su mamá estaba que echaba humo, ella seguía con una sonrisa de victoria.
—El cazador resulto cazado —me guiñó un ojo.
—Tú me viste hablando con tu mamá —comenté atando los cabos sueltos. Cuando estuve hablando con Nicole, fue ahí donde me tuvo que ver. La empecé a seguir, sintiendo como mi enojo aumentaba de a poco.
Se detuvo y suspiró, alzó un poco su rostro para mirarme.
—Algo que tienes que saber Alessandro, es que no soy una estúpida. Sabía que me habías visto y sabía que me joderías el polvo, por esa razón me asome de nuevo y vi que estabas hablando con mi madre.
—Eres una...
—Supe en ese momento que la traerías hacia mí, un hombre celoso no razona muy bien querido —me interrumpió, ajustando la pretina de su jean—. Ahora eres tú con el hombre con quien iba a tener relaciones sexuales y con el que ya he tenido y utilizado un bote de lubricante.
—Ambos sabemos que…
—Shh —me calló—. Recuerda que mi madre me acaba de ver medio desnuda mientras te esperaba. No puedes negarlo. ¿Cómo quieres que te llame ahora? ¿Amore mio? ¿vita mia? ¿Amoruccio?
Agarré su mano y entre a la primera puerta que encontré. La agarre del cuello y la estampe contra la puerta completamente cabreado.
—No juegues con fuego Luciana, te quemaras viva…y lo disfrutare.
Esa chica estaba pasando el límite de mi paciencia, estaba a un milímetro de conocer a quien en verdad era y sabía que no saldría ilesa.
—Aún estoy excitada y tú me agarras de esta forma —pasó su lengua por sus labios—. ¿Quieres hacer un trio?
La solté, empezando a reír mientras negaba y contaba hasta diez tratando de no acabar con ella, pero no, no fue suficiente.
Empuñe mi mano y di un golpe a la puerta, justo a su lado.
Ella no parpadeo ni vi miedo en su mirada. Cualquier mujer lo estaría.
¿Por qué ella no?
—Fallaste —susurró.
—La próxima no lo haré, te lo seguro —me incline y susurré—. Si aún te queda un poco de cordura, lo harás Luciana…dejaras tus jueguitos y te apartaras, es por el bien de ambos.
—Ahora eres mi novio.
— ¿Qué quieres? ¿Qué te folle? Lo haré si con eso se te quita tu pequeño capricho de niña rica —me aleje un poco y empecé a quitarme mi bata y camisa—. Estas convirtiéndote en un estorbo en mi vida y los estorbos los elimino.
—Entonces me darás sexo y después de esto no nos meteremos en la vida del otro —asintió sonriendo—. Creo que es un buen trato.
Empezó a quitarse rápidamente su ropa sin dejarme de mirar, me estaba retando. Cuando ya estaba en ropa interior la recorrí con mi mirada.
No estaba tan mal.
Camine hasta ella y de un solo movimiento la volteé contra la pared. Desabroche mi pantalón y lo baje un poco sacando mi pene. Abrí sus piernas y envolví su cabello en mi mano para después tirar del hacia abajo.
—Te dije que te iba a follar Luciana y espero que sepas el significado de aquella palabra.
— ¿Por qué? —cuestionó mirándome de reojo.
Agarré mi pene y lo alinee en su entrada.
—Porque te lo haré rudo, fuerte, tosco y malditamente doloroso que hará que te recuerdes de mi por un buen tiempo.
—Creo que debí traer mi lubricante —dijo entre risas.
—Creo que no debiste aceptar —sin haber terminado de hablar entre en ella, sin prepararla, sin avisarle, y malditamente fuerte como para haberle sacado unas cuantas lágrimas.