NICHOLAS Entré en la habitación de mis padres después de dar unas vueltas en la piscina. Mi padre dormía profundamente incluso cuando llegué al dormitorio. Esperaba ver a Laila con mi padre después de nadar. Tomé en silencio la silla que me ofrecían junto a la cama. Mi padre se removió unos minutos después de que yo entrara en su habitación. —¿Nicholas...? —Papá—, pregunté, mirándole fijamente. —¿Cómo te encuentras? —Estoy bien, hijo. Estudié detenidamente su débil estado. Ya había contratado a una enfermera privada para que cuidara de su salud. Costas Petronas era uno de los hombres más testarudos que conocía. —¿Dónde está Lai, quiero decir Leila, padre? Creía que estaba aquí contigo. —¿Leila...? Ah, sí—, dijo mi padre casi con extrañeza mientras se incorporaba lentamente de la