LAILA —Deja de beber—, le dije cuando noté que desde que abordamos su avión privado, no había dejado de tomar licor. —Tu padre se pondrá bien. Así que déjalo. —Estoy bien—, respondió tenso, pero siguió bebiendo de todos modos. —No te preocupes por mí. —¡Nicholas!— Le arrebaté el vaso que tenía en la mano mientras le fruncía el ceño. —No querrás llegar borracho a Grecia, ¿verdad? Me devolvió la mirada. Sus inusuales ojos azules me miraron fijamente. —¿Dijiste que yo estaba borracho? Para tu información, princesa, hará falta un barril de licor antes de que puedas emborracharme. Una botella no puede hacer nada. Le alcé la ceja. —¿Ah, sí? ¿Y por qué arrastras las palabras ahora, Nicholas? Me gustaría saberlo. —No lo hago—, negó furioso. Cuando continúo levantando las cejas en su dire