LAILA
—¡Bájame!— Golpeo con fuerza mis puños en su espalda repetidamente. —¡Bájame, por el amor de Dios!
—Quédate quieta, Laila—. Dijo despreocupadamente mientras subía las escaleras. Desde mi vista invertida de la mansión, pude ver a una criada que nos miraba con abierto asombro. Esto es tan humillante. Estaba sobre mi bikini y el hombro de Nicholas. Si Costas se enteraba podría morirme de mortificación. —Podría perder el equilibrio si sigues así.
Como si eso me preocupara. Continuo golpeando su espalda, pero cuanto más forcejeo en su hombro podía sentir la sangre brotar en mi cabeza. Podía sentir que empezaba a marearme.
—¿Por qué nos humillas así?
—No sé de qué estás hablando.
Cerré los ojos mientras intentaba tomar varias respiraciones mesuradas.
—Santo cielos, eres imposible.
