LAILA —¿Por qué te escondes en mi habitación en vez de disfrutar del sol y del océano griego fuera, chica?—. El comentario procedía del multimillonario griego Costas Petronas. Le miré distraída mientras apartaba los ojos del libro que le había estado leyendo en voz alta, el aire movía suavemente la cortina de la ventana abierta. Podía sentir la brisa del mar desde aquí. —Estoy bien aquí, señor. —Tengo una enfermera privada que me cuida, hija mía—, dijo con un brillo bastante diabólico en los ojos. —¿Por qué no vas a la playa y te unes a tu futuro novio en los deportes acuáticos? Tienes que proteger lo que es tuyo cuando algún malvado encarnado está al acecho. Jadeé ante sus palabras. El mal encarnado. El signore Costas Petronas tiene facilidad de palabra. ¿Era esa la forma sutil de d