Los Caballeros, bien entrenados, iban hacia él como una ola y, si Erec hubiera sido un soldado normal, seguramente hubiera caído. Pero Erec estaba muy bien entrenado para aquello; de hecho, había sido entrenado para batallas como esta desde el momento en que supo caminar. Levantaba su escudo, que brillaba bajo el sol, deslumbrando así a sus contrincantes, y paraba un golpe tras otro. También lo usaba como arma cuando así lo decidía, golpeando a algunos caballeros en la cabeza y a otros en la muñeca para desarmarlos. Usaba su espada para dar cuchilladas y golpear, pero también usaba sus pies y sus manos, dando puntapiés a algunos soldados y codazos a otros. Era un remolino de destrucción de un solo hombre. Los Caballeros se centraron en él e iban hacia él en oleadas. Él se agachaba, esquiv