CAPÍTULO CUARTO
Daniel sintió el pulso de la adrenalina en sus venas. Esta corazonada sobre la profesora Laurent había resultado ser correcta, como todas sus corazonadas. La profesora se había animado, la indignación se convirtió en excitación, haciendo que Daniel se sintiera seguro de haber dado en el blanco.
Era bueno en lo que hacía. No había nada más satisfactorio que seguir la pista a un asesino.
—¿Así que ha oído hablar del criptex? —preguntó—. ¿Conoce mi investigación?
—Sí. Después del segundo asesinato, busqué en Internet información sobre secretos o tesoros ocultos en colecciones de arte medieval. No es el típico ladrón. Podría haberse llevado cualquier cantidad de artefactos de valor incalculable y no lo hizo. Estaba buscando algo oculto. No tardé en encontrarle a usted y a s
