CAPÍTULO VEINTE

1607 Words
El silencio se había convertido en un enemigo invisible, cada minuto que pasaba sin un sonido era un recordatorio de que algo no estaba bien. Las miradas entre los amigos ya no eran de confianza, sino de sospecha, y las señales que intercambiaban eran tan crípticas que solo servían para aumentar la tensión. El sujeto, ese ser enigmático, había logrado su cometido: sembrar la discordia en lo que antes era un grupo unido. Cleopatra, con su mente siempre analítica, intentaba descifrar el siguiente movimiento, pero las pistas eran esquivas. Más de una semana había transcurrido y la búsqueda parecía estancada en un mar de incertidumbre. Había intentado acercarse a Mattheo, buscando algún atisbo de reconciliación, pero él la rechazó con tal desdén que comparó su presencia con la de pisar excremento animal descalzo. El miedo se había apoderado de todos, convirtiéndose en el único freno para que el caos no desembocara en violencia. Las cenas se habían transformado en campos de batalla verbales, donde las palabras eran lanzadas como dardos envenenados. Incluso los encuentros casuales en los pasillos de la casa eran suficientes para encender discusiones que terminaban en un torbellino de reproches y acusaciones. Un golpeteo insistente en la puerta sacó a Cleopatra de su maraña de pensamientos. Tomó aire, intentando calmar el torbellino interior, y con una voz que pretendía ser firme, invitó al visitante a entrar. Thalía apareció en el umbral, su presencia era como una ráfaga de viento, cargada de novedades. — Buenas tardes, hermanita —saludó Thalía con una sonrisa que no alcanzaba a ocultar la gravedad de sus ojos. Cleopatra levantó una ceja, su expresión era un claro indicativo de que esperaba más que simples formalidades. — ¿Qué has descubierto? —inquirió, su voz era un hilo tenso de curiosidad. Thalía suspiró, su mirada se perdía en los papeles que extrajo de una carpeta negra, tan oscura como las verdades que contenía. — Directo al grano, como siempre —murmuró, antes de entregarle a Cleopatra documentos que parecían gritar con silencio acusador. —Aquí tienes, la información que me pediste sobre Emma Grey. Todo, desde su identidad hasta su pasaporte italiano, es una farsa. Ella es la cómplice que buscábamos, la mano derecha de L.R. Cleopatra asintió, su intuición rara vez fallaba. — ¿Y qué más sabes? — Emma Grey… o quien sea que realmente sea, lleva años en una relación con un tal Luke, otro nombre falso, también conocido como nuestro objetivo principal. Tengo su dirección, datos, todo lo que necesitas saber. Ella ha estado a su lado, en las sombras, durante todo este tiempo. — Entonces, ¿a qué esperamos? Vamos tras ellos —Cleopatra se levantó, lista para actuar, pero Thalía la detuvo con un gesto. — No es tan simple, hermana. Este hombre es solo la punta del iceberg de una red mucho más amplia y peligrosa. Emma no es su única cómplice, pero es la única sobre la que tenemos información completa. — ¿De qué tipo de red hablas? — De una que involucra a sicarios, mafiosos, detectives corruptos, policías encubiertos… Es un entramado complejo y peligroso. Lo que hemos descubierto, a duras penas, son algunas contraseñas y cuentas bancarias. Todo se reduce al dinero, y en este mundo, hay quienes harían cualquier cosa por él. Thalía confesó que había buscado la ayuda de verdaderos profesionales, más allá de sus propias habilidades, y que se había adentrado en círculos mucho más peligrosos de lo habitual. La cautela era su nueva aliada; estaban siendo vigiladas, perseguidas por sombras codiciosas. — Hay algo más… —Thalía hizo una pausa, su mirada se tornó grave. —Emma no es la única infiltrada, hay otro traidor entre nosotros, y aún no sé quién es. Así que escucha bien, no hables de más, guarda los secretos, cualquier error podría costarnos la vida. Cleopatra asintió, la realidad de sus palabras calaban hondo. — Estoy segura —afirmó Thalía, con una convicción que helaba la sangre. Cleopatra tomó los documentos con manos temblorosas, cada línea leída era una pieza más del rompecabezas que se ensambla ante sus ojos. La red de la que hablaba Thalía era como una serpiente en la oscuridad, acechando desde todos los ángulos, lista para atacar en el momento menos esperado. — Entonces, ¿qué hacemos ahora? —preguntó Cleopatra, su voz apenas un susurro. — Lo que siempre hacemos —respondió Thalía con una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. Planificar con cuidado y atacar con precisión. No podemos permitir que nos descubran. La habitación se llenó de un silencio cargado mientras las dos hermanas contemplaban la magnitud de lo que se avecinaba. Cleopatra sabía que no podían confiar en nadie más del grupo; el traidor seguía ahí, escondido entre ellos, observando cada movimiento. — Tengo una idea —dijo Cleopatra de repente—. Pero necesitaré tu ayuda para llevarla a cabo. Thalía asintió, su expresión era de determinación. — Dime, estoy contigo en esto. — Necesitamos atraer al traidor, hacerle creer que tiene la ventaja. —Cleopatra comenzó a trazar un plan en su mente—. Organizaremos una reunión, todos juntos, y revelaremos una información falsa, algo que sea lo suficientemente tentador para que el traidor muerda el anzuelo. — ¿Y si no funciona? — Funcionará —aseguró Cleopatra—. Porque el traidor no podrá resistirse a la oportunidad de reportar a sus superiores. Y cuando lo haga, lo seguiremos y descubriremos quién es. Thalía asintió, impresionada por la astucia de su hermana. — Bien, pongamos en marcha el plan. Pero recuerda, Cleopatra, debemos ser extremadamente cuidadosas. Un solo error y todo se vendrá abajo. Cleopatra sonrió, una sonrisa que no reflejaba alegría, sino la resolución de quien sabe que está a punto de entrar en la boca del lobo. — Entonces comencemos —dijo, y las sombras de la habitación parecieron danzar alrededor de ellas, como si el destino mismo estuviera tejiendo su red alrededor de las hermanas. La reunión estaba fijada. Cleopatra y Thalía habían enviado mensajes crípticos a cada m*****o del grupo, asegurándose de que la información pareciera lo suficientemente urgente y delicada como para no ser ignorada. La sala de estar de la gran casa se llenó lentamente, cada persona que entraba aumentaba la tensión en el aire. Cleopatra observaba desde un rincón, analizando cada gesto, cada mirada. Sabía que el traidor estaba entre ellos, mezclados con la multitud, fingiendo preocupación y lealtad. Thalía se mantuvo cerca, su presencia era un recordatorio constante de que el peligro era real y cercano. — Gracias por venir —comenzó Cleopatra, su voz firme y clara—. Sé que las últimas semanas han sido difíciles para todos nosotros, pero creo que finalmente tenemos una pista sobre quién está detrás de todo esto. Murmullos y movimientos agitados recorrieron la habitación. Cleopatra esperó a que el silencio volviera antes de continuar. — Hemos descubierto que uno de nosotros ha estado trabajando con el enemigo. —La revelación cayó como una bomba, y la sala estalló en un caos de acusaciones y negaciones. — ¡Eso es ridículo! —exclamó Jordan, con el ceño completamente fruncido y discutiendo con cualquiera que se le acercara. — ¿Cómo podemos confiar en lo que dices? —desafió otro. Cleopatra levantó la mano, pidiendo calma. — Lo sé, es difícil de aceptar. Pero tenemos pruebas —mintió, mostrando un sobre sellado—. Dentro de este sobre hay evidencia irrefutable. Lo abriré y revelaré el contenido solo cuando todos estemos presentes. Era una apuesta arriesgada, pero Cleopatra sabía que el traidor no podría resistir la tentación de saber qué había dentro del sobre. Era solo cuestión de tiempo antes de que cometiera un error. La reunión continuó con discusiones y teorías, pero Cleopatra y Thalía se mantuvieron alerta, observando. Cuando la reunión finalmente terminó, y todos se dispersaron, Thalía se acercó a su hermana. — ¿Crees que funcionó? —preguntó. — Estoy segura de ello —respondió Cleopatra—. Ahora, solo tenemos que esperar. Las horas pasaron y la noche cayó sobre la casa. Cleopatra no podía dormir; su mente estaba demasiado ocupada intentando anticipar el próximo movimiento del traidor. Entonces, en la quietud de la madrugada, escuchó un sonido sutil, el crujido de una puerta, el susurro de pasos furtivos. Alguien estaba en movimiento. Con cuidado, Cleopatra salió de su habitación y siguió el sonido. Los pasos la llevaron a la sala de estar, donde encontró a una figura encapuchada frente a la chimenea, con el sobre en sus manos. Cleopatra encendió la luz, con su vista fija en el sospechoso. La figura se giró, y la capucha cayó, revelando un rostro familiar, uno que Cleopatra nunca habría sospechado. El grito resonó por casi toda la casa. — ¡Qué me has asustado! —Dice Aaron, poniéndose una mano en el pecho y respirando con dificultad. Cleopatra lo miró, confundida, ¿Él era el supuesto cómplice? — ¿Qué haces con el sobre? ¿Tú eres el cómplice que estamos buscando? —pregunta, con un tono decepcionado en su voz. Aaron frunció el ceño, negando con la cabeza. — No, no, no. Sólo quería saber quién es, me molesta todo este suspenso que están armando. —Responde y el alivio recorre su cuerpo. — ¿Cómo puedo estar segura de que tú no eres y que no te querías librar de la evidencia? — ¿Desconfías de mí? Sabiendo que yo siempre me he puesto de tu lado. — Es que ya no sé en quién confiar, Aaron. No es por ti, es por la seguridad de todos…
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