CAPÍTULO DIECINUEVE

1109 Words
En una sala de interrogatorio, de paredes desgastadas y luces fluorescentes parpadeantes, el aire se espesa con la tensión. El espacio es pequeño, apenas suficiente para una mesa de metal y dos sillas incómodas. El suelo de linóleo muestra las huellas de innumerables pasos nerviosos. El general Liorino, contratado por Thalía, un hombre de mirada penetrante y cabello salpicado de canas, se sienta al otro lado de la mesa. Su uniforme impecable contrasta con el ambiente sombrío. Liorino es conocido por su habilidad para extraer la verdad de los testigos y sospechosos. Sus ojos, fríos como el acero, escudriñan cada gesto, cada palabra. El primer acusado, un hombre desaliñado y sudoroso, está esposado a la silla. El falso uniforme de oficial lo delataba, faltaba su placa y su nombre sobre éste, pero decide seguirle la especie de juego que estaban haciendo. — ¿Por qué arrestaron a Aaron Hendry? ¿Quién les dio esa órden? —Cuestionó Liorino, observando unos expedientes. — Fue un error, señor. Recibimos una órden, pero estaba equivocada. — ¿Una órden equivocada? Se supone que son policías de alto rango según sus uniformes, tienen que estar completamente de a quién arrestar y quién no, no pueden cometer errores. ¿No verificaron la autenticidad de la órden? ¡Existen protocolos para este tipo de situaciones! — Se nos fue de las manos, señor. — Me doy cuenta de eso, no entienden el lío en el que se han metido. —Dice el general, dejando de un lado la farsa.— Escúchame, Nicolás Marquez, no creas que puedes tomarnos el pelo a nosotros, policías reales y completamente profesionales que saben hacer su maldito trabajo. Empecemos de nuevo, dejando la farsa de los policías y todo eso. Liorino toma asiento con calma, se truena los dedos y coloca un archivo frente a él. Las páginas están llenas de fotografías, informes y detalles sobre su persona, incluyendo su familia, se encontraban allí. El falso oficial se altera, comenzando a moverse en aquella silla. — Con mi familia usted no se meta, ellos no tienen nada que ver en esto. —Dice completamente cegado de furia. — Pues mire, usted se ha metido con alguien muy importante para toda esta situación, así que le sugiero que coopere. —Dice Liorino con voz firme,— sabemos que usted está involucrado. No tiene sentido negarlo. —El prisionero traga saliva y balbucea una respuesta incoherente. Liorino sonríe condescendientemente.— No subestime mi capacidad para discernir la verdad. —Advierte. Las preguntas comienzan. Liorino no se apresura. Cada palabra es medida, calculada.— Primero, dígame su nombre. — Si ya lo tiene, para qué pregunta. — Repito, dígame su nombre. —Vuelve a decir, mirándolo fijamente. — Marquez, Nicolás Marquez. — Perfecto, señor Marquez. ¿Para quién trabaja? —preguntó el general, mientras paseaba a paso lento por la sala. La ayudante, completamente atenta a la situación, anotaba con el bolígrafo sobre el papel, cada palabra y cada murmullo que hacían. — No lo puedo decir. —Sus respuestas eran cortas y no servían de mucho. El general, con un simple gesto, pudo devolverle el miedo a aquel interrogado.— Tenemos un acuerdo de confidencialidad, no sabemos de quién se trata, nos contratan anónimamente y nos ofrecen una cantidad grande de dinero a cambio de favores. — ¿Qué tipo de favores? — Fingir ser policías y llevarnos a un joven, por ejemplo. —Contesta con el tono sarcástico. — ¿Para qué harían eso? — Por el dinero, nuestro jefe, es decir, la persona que nos contrató, nos pidió ese favor y nos dejó el nombre junto con la descripción de la víctima. — ¿De dónde conoces a los otros dos? Al falso policía y al falso doctor, ¿trabajan juntos o sólo son peones de este juego macabro? — Los desconozco. —Responde con seguridad, por su mejilla caía una lágrima. Marquez levantó la mirada, cruzándose con la del general con ojos suplicantes.— Somos piezas de un oscuro juego, no arremetas contra nosotros o nosotros lo haremos contra ti. El juego continúa, Thalía Marino, ya sabes quién soy, no dejaré cabos sueltos. —Liorino confundido miró a su ayudante y al falso espejo, donde detrás se escondía Thalía. Pocos segundos después, el falso policía cae al suelo, convulsionando. Los oficiales buscaron ayuda médica urgente, pero aún así no lograron salvar al pobre falso oficial. — ¿De quién hablaba? —preguntó el general, en una conversación con Thalía. — Creo saber quién puede estar detrás de esto, pero no puedo creer que tenga a más gente de la que pensé. La alarma contra incendios comenzó a sonar, Thalía se alertó y salió a paso rápido de aquel lugar buscando la respuesta. Los ayudantes de la base, descontrolados, se cruzaron con ella, todo había sido parte del mismo plan. Una gran nota se encontraba sobre una de las paredes de la base. “Frío frío, Thalía Marino, ¿En serio piensas que podrás conseguir algún tipo de información sobre mí? Lamentablemente tuve que eliminar a dos de mis ayudantes, el dinero les servía, pero ¿A qué costo? Tranquila, no quiero que te preocupes, todo saldrá bien y nadie, aunque tengo mis preferencias, sufrirá por mucho tiempo. Será algo rápido y retorcido, tan solo me hubieran dejado a Cleopatra, pero no, qué lástima. Por cierto, cuidado arriba. L.R.” ………………….. Cleopatra yacía en el piso, asustada por su hermana, la base había colapsado en cuestión de segundos. Cuando atendió la llamada, la voz que resonó del otro lado la dejó completamente helada. Gritó, maldiciendo e insultando a la persona que se encontraba del otro lado de la línea, pero no consiguió nada. — ¡Hijo de puta! —Maldijo al aire, arrojando su teléfono por allí, sobre su cama. Sus amigos, cuando escucharon el griterío, subieron casi al instante, encontrándose con su amiga sentada en el piso cubriendo sus rodillas. — Cleopatra, ¿Qué ocurre? —preguntaron, ella no levantó la mirada y contestó. — Ese hijo de puta, lo mataré cuando tenga la oportunidad. — ¡Pero dinos qué fue lo que pasó! — Mi hermana… — Pero Cleopatra, Thalía está en la sala. —Respondió Aaron, mirándola con una ceja enarcada. Cleopatra lo miró, confundida, y no dudó en correr hasta la sala de estar donde su hermana se encontraba, sana y salva.— ¿Fue una broma de mal gusto, no? — Algo así, destruyó toda la parte este de la base, no sé ni cómo la encontró. — ¿Hubo heridos? — Solamente dos personas, pero nada grave, algún dedo roto y un labio partido.
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