Caminaba por la habitación, con las manos a cada lado de su cabeza. Intentaba pensar en cosas bonitas, pero le resultaba imposible. El dolor en su pecho continuaba fermentando cada vez más, y no podía dejar de llorar por ese sentimiento que ya había muerto. Que ya no le pertenecía. —Por favor, ya para de llorar.—la obligó Tom, poniéndose frente a ella. —Duele mucho, es que es muy...—sus palabras fueron interrumpidas otra vez por sus lágrimas. Tom soltó el aliento, ya impaciente y tomando una bocanada de aire, comenzó a bailar. —No puedo creer que me hagas hacer esto para arrebatarte una sonrisa.—murmuró entre dientes. Extendió los brazos hacía delante y luego se los llevó a cada lado de su nuca mientras cantaba. —Dale a tu cuerpo alegría Macarena... Alma arqueó las cejas y una peque