—¿Me vas a explicar acerca de esos "Dones" o continuaras haciéndote el idiota?
Alma parecía realmente muy molesta, ya que Tom no abría la boca desde que habían salido del café de Marta, el chico parecía realmente evasivo con respecto al tema y a ella, claramente, no le gustaba que le ocultaran cosas.
Los dos jóvenes llegaron a la casa de la chica, y Alma no paraba de rogarle en susurros para que le contara lo que ocultaba. Tom se hacía el tonto y no contestaba a ninguna pregunta suya.
—¿Ya has hablado con tu padre para que hoy venga a buscarte?—le preguntó su madre, en cuanto la vio ingresar.
Alma soltó un suspiro y se frotó la frente, algo frustrada por la situación de la separación de sus padres. Nunca podría acostumbrarse al verlos apartados el uno del otro.
—No mamá, pero he venido temprano para armar mi mochila.
Clara dejó de limpiar una de las ventanas de la entrada para captarle la atención su hija.
—¿Qué sucede, cariño?
—No sucede nada, mamá. Voy a mi habitación.
Alma subió las escaleras lo más rápido posible por si su madre intentaba bombardearla con una serie de preguntas, y Tom la seguía como un típico perro faldero detrás de su amo.
En cuanto llegaron a la habitación, cerró la puerta y apoyó su espalda contra ésta.
Tom se sentó en la cama y la miró, sin ningún tipo de expresión en su rostro. Alma le dirigió la mirada y creó que sus ojos se mantuvieran pegados por un largo tiempo.
—Por más que tu cabello y tus ojos sean distintos, eres idéntica a ella.
Alma se quedó de piedra y no pudo comprender a que se refería con eso.
—En nuestras vidas pasadas, yo tenía veintiún años y tú tenias apenas quince, había demasiada diferencia de edad.—comenzó a explicarle, mientras Alma se sentaba a su lado.
—Tom no sé de qué estás hablando.
—¿Tienes tiempo para escucharme? Porque es algo largo.
Alma asintió, confusa y él prosiguió.
—¿Alguna vez te has preguntado, por qué sólo tú puedes verme?
—¡Por supuesto Tom, me lo pregunto todo el tiempo!—Gritó ella, exasperante.
—Por lo qué sé, en nuestra vida pasada decidimos nacer en el mismo vientre y eramos personas muy especiales...y yo era una persona visible para todos. Es por eso que puedes verme.
Alma quedó con los ojos abiertos, y abrió su boca para decir algo, pero luego decidió cerrarla.
—No entendiste absolutamente nada de lo que acabo de decirte ¿verdad?
—Nop.
—Aggg.—gruñó Tom, frotándose la frente—Bien, esto tomará tiempo.
Tom se levantó de la cama y obligó a Alma a que lo escuchara con atención.
—Cuando dos personas mueren al mismo tiempo, en el mismo lugar y resultan ser almas gemelas, tienen la posibilidad de iniciar una vida juntos si encuentran a una mujer que tiene tan sólo un día de estar embarazada ¿comprendes hasta allí?
—Mmmm, supongo.—dudó Alma, pero sonaba muy estúpido lo que estaba escuchando, creía en las almas gemelas...pero no tenía sentido con todo lo demás.
—Si esas dos personas deciden vivir otra vida más, pero tocando el mismo vientre, se fusionan en una sola persona y el hecho de que tú puedas verme es porque los dos, en nuestra vida pasada que por desgracia recuerdo muy poco, tomamos esa decisión.
—Quieres decir que los dos...¿decidimos morir?
—Exacto.
Alma no supo que decir, le resultaba poco creíble, y sobre todas las cosas...le resultaba ridículo.
—Y sólo recuerdo tu aspecto físico en nuestras vidas pasadas. Eras rubia y de ojos verdes, eras bella.
—¿Yo era así?— Preguntó sorprendida.
—Eras. Tiempo pasado. Ahora eres sólo un ser vivo que camina por la tierra.—bromeó él.
—Me estoy volviendo loca.—musito para si misma, mientras enterraba el rostro entre sus manos.
—Lo sé y siempre pasa, es algo natural de la vida. No te esponjes, Almita.
—No me digas Almita.
—¿O qué?
—No me apetece jugar a tu juego, Tom.
Alma se levantó de la cama y tomó su mochila vacía. Fue hasta su ropero y comenzó a meter su ropa.
—¿Y a qué juego estoy jugando? Te estoy diciendo lo que tienes que saber y reaccionas como una chiquilla.
La joven se volteó para quedar frente a él y se contuvo para no abalanzarse y golpearlo. Porque desde que había conocido a Tom, todo cambió en su vida, y no podía definir si la había cambiado para bien...o para mal.
—¿Qué acabas de decirme?
—Chi-qui-lla.
—¡Voy a matarte Tom!
Alma quiso tirarse sobre él y éste la esquivó subiéndose a la cama. Ella también lo hizo, pero los dos resbalaron por el peso del otro y cayeron al suelo.
—¡Agg!—carraspeó ella.
—¿Ves? Una mujer madura toma las cosas con calma y no saltando sobre su presa para despedazarlo.— Reclamó Tom, acostado en el suelo y sin ganas de levantarse.
—Tengo dieciséis años ¿qué esperas?— Masculló ella, también en el suelo y a unos pocos centímetros de él.
—A una chica que sepa enfrentar a su destino, Alma.—musitó con la mirada en el techo, como si aquellas palabras le recordaran algo.
—¿Nos amábamos tanto en nuestro pasado para que hoy estemos aquí, juntos?—se oyó preguntar Alma, como si eso hubiese salido de lo más profundo de su corazón.
Tom la miró y ella le clavó sus ojos avellanas. La mirada de los dos se conectaron, como si algo entre ellos, se hubiera despertado.
No sabían por qué el silencio se había establecido y tampoco encontraban una explicación a la pregunta que había formulado Alma, de manera distraída.
Seguro se amaban en aquel pasado que los dos desconocían...y seguro se amaban demasiado como para haber tomado esa decisión.
Alma estaba aturdida y algo confusa, no sabía si creerle o no. Pero, si podía ver a un chico que ella solamente podía mirar y observar ¿por qué no podría creer en esa historia que resultaba extraña y fuera de lo normal?
—Nos amamos antes, eso no cabe duda y me frustro al no poder recordar casi nada. Me encantaría, de verdad, saber que fue de nosotros en aquellos tiempos.
—Ya no quiero hablar de esto Tom.
Alma se levantó del suelo y metió varias prendas de vestir en su mochila. Tom se levantó del suelo e intentó acercarse a ella, pero su reacción no fue la que se esperaba.
—¿Qué quieres de mí, Tom? Sé sincero. No siento que sea alguien normal, y no siento que tú seas real. O realmente si lo siento, no sé ¡Mierda, sólo yo puedo verte y los demás no!¿Hay una teoría lógica para todo esto?¡Desaparece de mi vida antes de que continué enloqueciendo!
Se hizo silencio y Tom se quedó petrificado ante sus palabras que sintió como un doloroso puñal en la espalda. Pero la que no parecía afectada era ella; que se encontraba con postura firme pero con la respiración trabajosa.
— ¿Nunca te has preguntado que se siente ser cómo yo? No eres la única que se siente enloquecido con esto. Me siento un alma en pena ¡y soy jodida mente invisible, mujer! No tengo identidad, no tengo absolutamente nada en este mundo, en el cual, no sé que soy. Y peor es saber que estoy con una niña caprichosa que siempre dramatiza todo y parece haber salido de una telenovela mexicana.
—¡Eres un imbécil!¿Cómo pude haberte amado tanto en aquella vida con lo idiota e insensible que eres?
—Un milagro, supongo. Ahora ya veo el motivo por el cual Lucas no te ama.—masculló él, entre dientes, y sin pensar.
Alma sintió como si la hubiesen abofeteado, y se dejó llevar por el impulso de abalanzarse sobre él y golpearlo. Como siempre hacía cada vez que se enojaba demasiado.
Tom, percatando que ella venia a por él, se hizo a un costado, esquivándola, provocando que Alma perdiera el equilibrio y que cayera de bruces contra el suelo.
Tom la socorrió e intentó ayudarla, tendiéndole una mano, pero fue rechazado.
—Alma, perdón.—se disculpó, sonando realmente arrepentido
Pero ella no respondió, seguía con la mirada en el suelo. Él, se sentó a su lado para buscar sus ojos, pero ella los tenía fuertemente cerrados, como si intentara no llorar.
—¿Sabes lo que es amar a la misma persona durante largos y odiosos cinco años?¿Sabes lo que es sentirse rechazado? Es el peor dolor que el corazón puede sufrir y tú te burlas, así, como si nada.—susurró, entre suspiros que prometían lágrimas.
—Alma, es normal que a esta edad te enamores de millones de chicos y también es normal que pases por esto. Hay miles de chicas como tú que también andan en la misma situación. Lucas es un idiota y conocerás a más idiotas hasta encontrar al indicado.
—Pareces mi madre cuando hablas así.
—Gracias, me siento muy maternal en este momento.
Alma embozó una pequeña sonrisa al escucharlo, y en ese momento, Tom posó uno de sus dedos debajo de su mentón para que lo mirara. Ella se estremeció ante su contacto y la sensación que tuvo fue escalofriante y a la vez maravillosa. Sentía como un cosquilleo y era como si su mandíbula se hubiera adormecido por lo hermoso que era sentirlo.
Los ojos avellana de Tom se conectaron con los suyos. La luz del sol que ingresaba por la ventana le pegaba en el rostro, creando un aura de iluminación de la cabeza a los pies. Esa tarde, él llevaba prendas blancas y sus pies estaban descalzos, como si fuera un ángel recién caído del cielo. Su cabello castaño se había vuelto más claro, y también tenia varios tonos anaranjados que sobresalían de sus mechones.
No paraba de sonreirle, él siempre se encontraba con esa sonrisa suya que prometía desafiar al mundo. Era increíble y fascinante cómo los ojos brillaban y ella se reflejaba con facilidad en ellos.
—Eres horrible.—le dijo él en un susurro.
—¿Gracias por la honestidad?
—De nada.
La puerta de la habitación se abrió y eso provocó que los dos se sobresaltaran.
—¿Qué haces en el suelo?—le preguntó su madre al verla así.
—Estamos jugando al tennis señora ¿quiere usted participar?—bufó Tom de manera sarcástica.
—Nada mamá, se me ha caído uno de mis aretes— Mintió Alma.
—Pero hija, si tienes los dos puestos.
—¡Ay mamá, se trata de otros aretes!
—¡Señoras y señores, Alma se ha ganado el premio a la mentira más ridícula del año!—le gritó Tom al oído, imitando la voz de un conductor.
—Tu padre pasara a recogerte en menos de una hora ¿ya estás lista?—le recordó su madre.
—Estoy en eso, mamá.
La mujer de cabello n***o miró detenidamente a su hija, como si tratara de descifrar que estaba pasando por su joven cabeza de enamorada.
—¿Qué sucede mamá?—preguntó Alma.
—Nada hija, nada.
Y dicho eso, cerró la puerta para que ella pudiera continuar con lo suyo.
—Mientes fatal.—comentó Tom, tras haberse levantado del suelo.
—Y tú estás muy charlatán.
—Dime algo que no sepa.
Colocó su mochila en su hombro y largó el aliento frente aquel chico que la estaba volviendo paranoica.
—Tendré que aguantar a la mujer de mi padre, por más que la quiero ver muerta.—comentó Alma, con los ojos en blanco.
—¿Por qué no la quieres?— Le preguntó Tom, de forma distraída.
—Porque esa mujer ocupa el lugar de mi madre.
Ahora Alma se encontraba molesta al recordar aquella boda que fue obligada a asistir. Sólo había ido porque su padre se lo había (prácticamente) rogado. Pero lo había sentido como una obligación. No le gustaba esa mujer, la odiaba, pero prefería saber que su padre era feliz a su lado...y tampoco quería tocar ese tema más afondo.
El celular de Alma sonó con el ringtone de Centuries y lo cogió sin ganas para ver de quien se trataba. No le sorprendería que fuese Matias o Valeria; ellos eran los únicos que le mandaban mensajes por f*******: o w******p.
En cuanto vio una pequeña foto circular a un contado de la pantalla táctil, sin poder reconocer de quien se trataba, no dudó en apretar la diminuta burbuja.
Sus ojos se volvieron platos y su boca se abrió bruscamente.
—¿Quién es?—preguntó Tom, que pareció algo intrigado por la expresión de su rostro.
—Lu-Lucas...—balbuceó sin poder creérselo— ¡Lucas me ha hablado, Tom!—chilló ella, de felicidad y dando grandes saltos en la habitación.
Pero, a él no le causó ningún tipo de felicidad...