CAPITULO 4

2270 Words
—¡Dale a tu cuerpo alegría Macarena!—le cantaba Tom, con la boca pegada a su oído—¡eh Macarena! —¡Por favor cierra tu boca, necesito terminar mi tarea!—bufó ella, irritada. —¡Macarena tiene un novio que se llama,que se llama de apellido Vitorino!—continuó gritando, de manera exagerada, y muy desafinado. —¡Ya! Cerró de manera brusca su cuadernillo de matemáticas y miró de manera fulminante a Tom. Desde hace semanas venía fastidiándola para que conociera a otro chico y se olvidara de Lucas para siempre. Pero eso le resultaba imposible. Tom, sonrió de manera triunfal en cuanto la vio derrotada. —Muy bien, muy bien ¡me rindo!—dijo ella, mientras se levantaba del escritorio de su habitación. —Tienes que enamorarte de otra persona, Alma. No puedes vivir llorando por las noches, y no me lo niegues, te he visto.—le exigió él. Se sintió avergonzada por su acusación. Y a la vez furiosa por no respetar su privacidad. —¡Tom, eres insoportable!—gruñó entre dientes, y se dejó caer sobre su cómoda cama. —Lo sé, y me encanta. Tom también se dejó caer, pero la cama se hundió tanto que Alma, por accidente, cayó sobre su cuerpo. Se quedó tensa y sin mover ni un sólo musculo. Los dos se percataron de que estaban tocando el cuerpo del otro, y fue Tom el que se apartó primero. —Esto no debió haber pasado.—dijo más para si mismo, que para Alma. Ella se quedó tendida en la cama, con el rostro fijo en él. Pudo sentir el pecho firme de Tom, su fragancia varonil y su aliento tan cálido. Parecía que fuera de carne y hueso, y eso la hizo estremecerse aún más. No parecía imaginario, no parecía ser parte de su cabeza. Era la primera vez que estaba tan cerca de un chico; aunque no sabía si podía decirle de esa forma. —Tom...te sentí.—murmuró en voz muy baja. El chico se sentó en el baúl que se encontraba junto a la ventana y la miró, apenado. Como si estuviera arrepentido por lo que había pasado. Alma sintió una tremenda angustia en su pecho...parecía como si estuvieran sintiendo lo mismo que él. —Yo también, y eso fue raro.—comentó, arrugando su nariz respingona. Alma se levantó de la cama y se fue acercando poco a poco a él. En cuanto estuvo a una distancia determinada, levantó su brazo para tocarle el cabello. Pero Tom fue más rápido y se alejó, con la frente arrugada y con una actitud miedosa. —¿Por qué no me dejas tocarte?¿Que sucede Tom?—le preguntó, algo entristecida por sentir ese rechazo tan estúpido y ridículo. ¡Odiaba con el alma cualquier tipo de rechazo! —No quiero que me toques.—le contestó, con tanta frialdad que eso le dolió. —Bien—dijo levantando el mentón y controlando sus sentimientos—,no voy a tocarte ahora, pero en cuanto te descuides lo haré. —¿Eso es un desafío?—preguntó en un tono burlón que hizo ponerle los pelos de punta—Genial, hecho. Y sin decir más nada, Tom desapareció frente a sus ojos, como si una capa de niebla se lo hubiese tragado. —Siempre gano.—se dijo a sí misma, ya considerándose la triunfadora de este juego que recién comenzaba. —Por eso Lucas no te hace caso. —se burló Tom, dentro de su cabeza. —¡Te odio! Valeria y Alma se encontraba caminando por el pueblo, y en cuanto llegaron al parque se dejaron caer en unos bancos para disfrutar de aquel hermoso Sábado. —¿Lo sigues amando después de que te humilló rompiéndote la carta en la cara?Lo siento amiga pero tengo que decirte que eres una tonta.—le dijo Valeria con franqueza. —Ya lo sé, pero si tú comprendieras lo que es amar, estarías en mis zapatos, Val. Siento que Lucas es mi alma gemela, él me completa. Alguna día encontraras a la tuya.—le aseguró. —No busco a la mía, no soportaría a alguien como yo.—bromeó su amiga. En un momento, Valeria apartó la mirada para mirar a un punto del parque. En cuanto Alma intentó mirar hacia la misma dirección que ella, Valeria le volteó la cara para evitar que no mirara. —¿Qué sucede?—logró preguntarle, con las mejillas apretadas. —No quiero que veas aquello.—le dijo ella, tratando de ocultar su enfado. —¿Qué cosa? Alma la apartó como pudo y miró, pero fue lo peor que pudo haber hecho. Lucas venia a lo lejos con su grupo de amigos, gritando y saltando después de lo que parecía un gran partido de fútbol, y por su felicidad, se notaba que habían ganado. Alma no supo que hacer, se removía incomoda en el banco y se peinaba el cabello a un costado de su hombro para tratar de que se notara más arreglado de lo que estaba. —Tranquila, estás perfecta. Si fuera hombre te pediría matrimonio.—le murmuró en voz baja, mientras largaba una pequeña risilla. —¡Valeria!—masculló en un susurro. —¡Hey Val!—escuchó por detrás de su espalda, la voz de Francisco, uno de los amigos de Lucas. —¡Fran!—gritó su amiga, poniéndose de pie para recibirlo. Alma la odio en aquel momento por corresponder su saludo, ahora los amigos de Lucas se acercarían a ella y seguro recordarían esa carta tan patética que le había dado. ¡Tonta, tonta, tonta! Se puso en pie ella también, ya que le dolía ver a Lucas de nuevo y lo que tenía en mente era marcharse sin Valeria, ella la comprendería y lo sabía. —¡Cobarde, eres una cobarde! Se tensó de inmediato al escuchar la voz de Tom, no quiso buscarlo porque la tratarían de paranoica así que sólo tragó con fuerza y fingió una sonrisa para demostrarle a Lucas que ya no sufría por él. Pero sus esfuerzos por mostrarse alegre, se le hicieron imposible cuando sus miradas se encontraron. Su cabello estaba despeinado y varios mechones se le pegaban en la frente, sus labios jadeaban ya que parecía realmente muy cansado después de jugar y la camiseta gris que traía puesta se le pegaba al cuerpo, dejando a la vista los músculos bien marcados. —¡Oye Alma! ¿quieres venir con nosotros a caminar?—le preguntó su amiga, y Alma se contuvo para no matarla en el momento. —Debo irme a la casa de mi padre.—se excusó ella. —Es sólo un rato, no seas mala onda niña, ¡vamos!—continuó insistiendo, mientras aferraba su brazo al de Francisco. Alma pareció realmente sorprendida al ver como ellos estaban juntos ¿Qué pasaba allí? Sintió la mirada de todos los chicos por encima de ella, y también la de Lucas que no paraba de mirarla. —Lo siento, pero no puedo. Otro día sera. Tomó su cartera del banco, y le lanzó una sonrisa arisca a Valeria. Pero ahora no se encontraba enfadada con ella, ya que lo único que tenía en mente era marcharse. —Yo también debo irme chicos, necesito una ducha.—escuchó que dijo Lucas por detrás de ella, y Alma ya comenzaba a caminar un poco más veloz. ¡No quería estar cerca de él, no le hacía bien! —Después nos vemos Val.—saludó Alma, sin ni siquiera darle un beso en la mejilla. Se molestó demasiado por estar con Francisco en vez que con ella, ¿qué le sucedía? Valeria jamás la dejaría de lado por un chico, al menos que le guste demasiado como para hacerlo. —¡Espérame Alma!—le gritó Lucas, detrás de ella. Sintió como su corazón daba un vuelco y comenzaba a latir demasiado rápido. — Vuelve el maldito perro arrepentido...—oyó que murmuró Tom, que para su sorpresa, ya estaba caminando junto a ella. En cuanto Lucas logró alcanzarla, los ojos castaños de él se le posaron encima. —¿Todo bien?—le preguntó, con aire distraído. No podía creer que una simple pregunta suya le provocara un intento de paro cardíaco, pero ya estaba acostumbra a esa reacción suya, era como supo que estaba enamorada de él. Y ahora era la primera vez que se dirigía a ella y le hablaba como si fueran grandes conocidos, y eso comenzaba a inquietarla, y más si Tom estaba a su lado, sin decir ni una sola palabra, preparándose para atacarlo en cualquier momento. —Bien.—sólo contestó, con una voz que sonó casi a pitido de timbre molesto. Ahora el ambiente se había puesto algo tenso e incomodo, y Alma no quería salvar la situación, ya que él la había rechazado. Sí, era muy orgullosa. —¿Dónde vives?—le preguntó él. —En la calle excremento de  perro, a la vuelta.—contestó Tom por ella, con un tono irónico. —A la vuelta del café de Marta.—le respondió Alma, tratando de no sonar fastidiada por Tom. —¿Quieres que te acompañe o...? —No.—Tom y ella contestaron al unisono. —Bien, me despido aquí entonces. Lucas se paró en seco, al igual que Alma, y éste le dio un suave y fugaz beso en la mejilla. —Nos vemos luego.—le dijo antes de irse por el camino de arboles que quedaba en su mano derecha. En cuanto estuvo sola, Tom no tardó en hacer algún comentario fuera de lugar. —¿Acabas de sentir lo mismo que yo?—le preguntó él. —¿Tú corazón también se detuvo? —No, tengo hambre, debes comer. —¡Pero yo no tengo hambre!—protestó. —Pues yo si, vamos al café de esa tal Marta. La panza comenzó a rugirle y miró a Tom, extrañada. Claro, eso siempre pasaba cada vez que tenían hambre los dos, y ahora más que nunca se le antojaba unas buenas tostadas con café. —Supongo que traes dinero ¿no es así?—le preguntó Tom. —Llevo algo en mi cartera. Los dos chicos empezaron a caminar, y Alma tenía ganas de chillar de enfado y de felicidad a la vez. En su mente estaba Lucas, ¿por qué se mostraba más amable de lo normal?¿Por qué no estaba molesto con ella por mandarle aquella carta? Todo aquello le resultaba extraño. Claramente sentía idioteces en su panza que empezaban a aumentar cada vez más. —¿Crees que quiere acercarse a mí?—le preguntó ella, intentando parecer desinteresada sobre el tema. —Yo creo que ese chico necesita a una chica a su lado, y pues claro, creo que tiene ganas de estar contigo. —¿De verdad piensas eso Tom? —Ñeee. Sólo digo lo que quieres escuchar. —Eres un cruel mentiroso.—murmuró entre dientes, al ver que pasaba gente a su lado. —Pero soy un cruel mentiroso...¿sincero? —Sólo, calla. En cuanto llegaron a la cafetería de Marta, entraron al pequeño lugar que era bastante bonito; mesas y sillas individuales, pegadas a los grandes ventanales, con sus prolijos manteles verdes y sus platos y cubiertos ya preparados para su próximo cliente. Las paredes lucían pintadas con su verde manzana y con macetas de flores colgadas en cada columna del lugar. La cafetería no estaba repleta de gente como siempre lo estaba los días de semana, y esos eran los días preferidos de Alma; Sabados y Domingos alejada de los insoportables murmullos y charlas animadas de la gente. —¡Almi!—oyó que le gritaron cuando apenas había puesto un pie en el lugar. Marta, una mujer de unos treinta años, de cabello pelirrojo inflado con ondas rebeldes y unos labios que lucían siempre pintados de un rojo carmesí, se acercó a ella, con una inmensa sonrisa plantada en su rostro. —Ya te estaba echando de menos, siempre vienes con Val cuando es Sábado ¿por qué no ha venido contigo?—le preguntó, algo apenada por la ausencia de su amiga. —Ha salido con unos amigos de tu hijo, Marta. —¿Lucas ha ido a casa? Ese chico debe empezar a quedarse encerrado en su habitación y estudiar para los próximos exámenes. Se ruborizó ante el comentario sobre su hijo, después de todo, Marta era la suegra de sus sueños. —¿Qué se te apetece hoy, cariño? Alma buscó a Tom, y lo localizó ya sentado en una de las mesas del fondo, mirando por la ventana, viendo los autos pasar. El sol le pegaba en la cara y sus ojos avellanas se volvieron completamente verdes. —Tostados y un café bien cargado.—respondió, apartando la mirada de él. —En seguida, señorita. Marta le apretó una de las mejillas, como siempre solía hacerle después de una orden, y se escabulló detrás del mostrador. Alma caminó hasta la mesa en donde estaba Tom, y éste se volvió en cuanto sintió su presencia. —¿Qué has pedido? —Tostados y un café. —¡¿Solamente eso?! Ahora estaba actuando exageradamente escandalizado, parecía que su mal humor se debía a la falta de comida en su estomago. Alma no comía demasiado, ya que tenia siempre un apetito algo cerrado, pero ahora que tenía un nuevo "compañero de vida", se debía alimentar los dos. —Sí, solamente eso.—contestó, frustrada, mientras se sentaba frente a él—No exageres Tom, no tengo tanta hambre. —¡Estás extremadamente delgada, debes de comer más, tonta! —No me llames así, y comeré lo que se me de la gana. —Empezaras a comer mejor, si sigues así terminaras dañando tu salud. —¿Y desde cuando te preocupas por mí? —Desde que has nacido, tontilla. Por cierto, tu suegra tiene un muy buen cabus por detrás. Alma se puso bordó ante su comentario tan inapropiado, ¿le estuvo mirando el trasero a la mamá de Lucas? Que repugnacion de su parte y tan raro a la vez. —No sabía que te gustaban las mujeres más grandes que tú.—le comentó Alma, sin poder evitar soltar una pequeña risilla. —Por Dios, Alma ¡no! Pero un hombre no puede evitar mirarle el trasero a una mujer. Es la ley de un macho alfa.—le aseguró, sin ninguna pizca de humor en su voz— Quédate tranquila que tu trasero también muy bonito. —¡Tom!—susurró, amenazante. —Soy sincero, y Lucas es un idiota por no fijarse en él. En cuanto Alma quiso responderle, Marta se acercó a ella con su orden, y se la colocó en la mesa de manera prolija. —Disfruta de tu café, muñeca. Y sin decirle más nada se marchó para atender a otros clientes. Tom siguió a la mujer con la mirada y lanzó un chiflido que sólo Alma pudo oír. —Por el amor de Dios, Tom, calma tus hormonas imaginarias.—masculló Alma, rodando los ojos. —No digas imaginarias, sólo di que están allí y listo. —¿Sabes? No puedo asimilar tu existencia, durante estas semanas que estuviste presente junto a mí, no lo comprendo ¿por qué puedo verte? —Si que eres tontilla,—bufó él, mientras se frotaba la frente con los dedos— te he explicado millones de veces que soy parte de ti. Todos tienen a sus compañeros de vida, sólo que algunos no tienen el Don para hacerlo y... Tom se calló de repente, como si hubiese cometido un horrendo error al hablar de más, y ahora ya era demasiado tarde, la curiosidad de Alma se había despertado...
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