Sin permiso

2732 Words
Fue un relajo poder inyectarlo. Al final mis dos hermanos y mamá tuvieron que sostenerlo contra la cama; nos tomó media hora poder contenerlo y así le pude aplicar la inyección. ¿Razón? El médico le había recetado vitaminas, prefirió que lo hiciéramos a través de inyecciones porque según así el efecto es más rápido. ¡Me consta! La recuperación de mi jefe ha sido lenta, pero si he visto mejoría en su estado físico. — ¡Listo! Ya está. — ¿Ya me vacunaron? —preguntó papá. —Si. Te dije que sería algo rápido. —Ni siquiera sentí. — ¡Ves! Es que te dije que yo te inyectaría. ¡Estabas como niño chiquito! Él estaba sonriendo, después de habernos hecho sufrir para poder vacunarlo ahora mi padre parecía un niño indefenso. Mamá le dio una paleta tutsi pop, ella le quito la envoltura y se la ofreció a mi jefecito querido. — ¡Gracias por cuidar de mí! En verdad yo... —se quedó callado, nos regaló una sonrisa inocente y suspiro un poco—. ¡Tengo sueño! —Termina de comer tu paleta. ¡Descansa! —Le dijo mi madre poniéndole una mano sobre la mejilla izquierda—. Ya son casi las siete y cuarto de la noche. ¡Rayos! ¡Se me había hecho demasiado tarde para la salida con Jair! — ¡Me tengo que ir! —dije a todo pulmón olvidando que no estaba solo en mi habitación. Mi familia se me quedo mirando con mucha sorpresa. Era la primera vez que iba a salir de casa por la tarde y ellos se enteraban. — ¿A dónde vas a ir? —Preguntó mi madre con muchísima curiosidad. El timbre de la casa sonó y toda nuestra atención se fue a pensar en las posibilidades. ¿Quién podría ser a esta hora? Regularmente nadie solía visitarnos, a menos que fuese algún cliente que tuviera necesidad de hacernos algún pedido con urgencia. Emilio salió de la habitación de mis padres para poder averiguar sobre nuestra visita. —Yo, tengo que... La neta me puse un poco nervioso, en mi mente estaba tratando de buscar una excusa creíble. — ¿A dónde vas Jamie? Pareces un poco sospechoso. Y aunque no quería que mamá se sintiera alarmada, estaba logrando todo lo contrario. ¡Se estaba preocupando por mí!} —Iré a… — ¡Jamie! ¡Te buscan! —exclamó mi hermano con mucha intensidad. — ¿Te buscan? —preguntó mi madre. ¿Quién rayos podría haber venido a buscarme a esta hora de la noche? Yo no había intercambiado mi dirección con Jair y no había nadie en mi círculo de amistades cercanas. — ¡Sí! Te dije que saldría. —No me pediste permiso. — ¡Lo sé! Y lo siento. ¿Me das permiso de salir un rato? ¿Qué se supone que debía responder? ¿Era mejor que yo le dijera la verdad? ¡Bueno, quizá sí pero creo que aún no era el momento! Mi mamá no podía saber la verdad sobre lo que yo haría esta noche, aunque claro no tenía nada de malo porque yo no iba a hacer cosas malas y el sexo era algo que yo no tendría en esta ocasión. ¿Cosas malas? ¡Tú sabes a lo que me refiero! Soy un escort en secreto y parece que la vida me quiere obligar a decir la verdad. ¿Es momento de confesar mi secreto? ¡Que se joda la vida por un momento más! Todo esto lo hago por el bien de mi familia. — ¡No! Tú no me sales. Sabes perfectamente que debes pedirme permiso con tiempo. —Pero mamá... —Nada de peros. Ya te dije que no puedes salir. A demás ¿con quién quieres ir a esta hora? Tú sabes que es peligroso salir de noche. Mis esperanzas estaban muriendo. Estefan estaba revisando su celular, papá ya estaba acostado chupando su paleta y aunque lo más probable es que él no estaba dormido, si estaba escuchando. ¿Qué pensará de mí? Si papá estuviera en sus cinco sentidos era algo seguro que no podía tratar de negociar con él para que me dejara salir a última hora. ¡Qué cosas! —Yo iré con... —Gerardo vino a buscarte, él... —¡Iré con Gerardo! —interrumpí a mi hermano. Emilio se me quedo mirando con mucha atención y picardía. Mamá me fulmino con la mirada y yo había logrado usar mi astucia para poder salirme con la mía. — ¿De verdad esta Gerardo aquí? —le preguntó mi madre a Emilio. —Sí, dice que vino por Jamie. ¿Gerardo me estaba apoyando con esta salida? Mamá me lanzo una mirada asesina, se rasco la mejilla izquierda y dejo escapar un suspiro. — ¿Y a donde irán? —No lo sé exactamente. Iremos con algunos de sus amigos a la feria del queso. Mentí todavía más. — ¿A qué hora regresas? ¿Á que hora debía regresar? —Pues como a las diez o las once. Mamá parecía meditar en la hora de mi regreso. —Te quiero aquí a las diez de la noche. ¿Entendido? ¿Tenía otra opción? Mamá me estaba condicionando a la manera de su preocupación. Era esto o ser descubierto por todo el mundo. ¿Qué hubieses elegido tú? —Está bien. Regreso a esa hora. Ella asintió, le di un beso en la mejilla y un abrazo de esos que son bien abrigadores. — ¡Cuídate mucho y pórtate bien! —dijo ella. —Sí, eso hare. ¡Nos vemos pedorros! —les grite a mis hermanos. —Pedorra tienes la cara —me respondió Estefan. Me reí. Baje a toda velocidad después de haber entrado a mi habitación para poder tomar mi celular. En el sillón de en medio Gerardo estaba sentado observando y tecleando en la pantalla de su celular. Noto m presencia y sonrió. — ¡Canijo! —exclamé al verlo. Que él viniera a mi casa a esta hora no estaba en los planes, pero no había marcha atrás. Gracias a su visita inesperada pude convencer a mi madre para que ella me dejara salir. Siento que supe aprovechar bien las circunstancias. ¡Qué canijo me estaba volviendo! — ¿Todo está bien? —Preguntó con mucho interés—. Me dijiste que te esperara al teléfono pero escuche que tu papá... —Sí, él está bien. Solo fue un ataque de pánico a una inyección. Sonreí. Mi chico ideal estaba de pie frente a mí con un semblante preocupado y angustiado. ¿Por mí? Lo más seguro que sí, si no fuera preocupación, ¿entonces porque habría venido hasta aquí a toda velocidad? — ¿Pudieron vacunarlo? —Sí, me toco inyectarlo. Mis hermanos lo sometieron de forma suave y triunfamos sobre su trasero. Ligeramente sonreí. — ¿Sabes poner inyecciones? Asentí. —La necesidad me hizo aprender. ¡Nah mentira! Mi mamá me enseño cuando yo tenía catorce años y ahora ha sido muy útil saber pinchar traseros. Mi respuesta le hizo hacer una mueca en los labios lo más parecida a una sonrisa. —Genial. Ahora que me enfermé y necesite inyecciones, ya sé que puedo contar contigo. — ¡Hey! No quieras enfermarte, no está chido. Mejor no digas cosas como esas. —Tienes razón, soy un tonto. —Ligeramente fuiste un poco tonto. Pero bueno, si fuera el caso y no hay de otra, pues con todo gusto te ayudo con esas inyecciones. Sonreí. ¡Con todo el gusto de mi alma le pincharía el trasero a mi querido! Sus ojos no se despegaban de mí y hubo una cosquilla en mi corazón; mi celular vibro y eso me recordó al pobre de Jair. — ¿Iras con...? No le deje terminar la pregunta. Lo tomé de la mano y corrimos hacia la salida. Sentí su piel un poco caliente y aquel tacto me hizo pensar en el pasado, cuando él solía defenderme de los chicos que me acosaban. — ¿Puedes darme un aventón? —le pregunte una vez afuera de mi casa. Sus ojos se posaron sobre mi preocupación. ¡En verdad que me preocupaba mucho estar haciendo esperar a Jair! — ¡Por supuesto! ¿Irás a la feria del queso? —Si, por favor. — ¿Siempre si iras con el tal Jair? Asentí y abrí la puerta del copiloto. —Sí, solo que ya se me hizo bien tarde. La neta no esperaba que mi papá se pusiera rebelde con lo de su inyección. Nos costó poder inyectarlo. Encendió el auto. —Pero ¿él ya está bien? —Si. Ya está súper bien. Solo fue un instante. Te digo que le tiene miedo a las agujas. El vehículo comenzó a avanzar. Saque mi celular y abrí w******p. Jamie: Perdóname por no llegar aún, me pasó algo en casa pero ya estoy en camino. ¿Estás en la feria? Él me leyó rápido. Jair está escribiendo… Jair: No te preocupes. Aquí te espero, ven con cuidado. Gerardo venía conduciendo por el bulevar, ya casi daban las ocho de la noche cuando el auto se estacionó justo frente a la feria. ¡Mi corazón latía muy fuerte! — ¡Gracias por traerme! En verdad te lo agradezco. Crea que apareciste en el momento más indicado. Sus ojos parecían brillar de forma curiosa. ¿Que estaría pensando sobre mí en ese momento? —De nada Jamie. ¡Ya sabes! Abrí la puerta y bajé del auto. —Te veré luego. ¿Te parece? Asintió de forma suave. —Si. Me parece bien. Justo cuando iba a cerrar la puerta, él me dijo algo. — ¿Quieres que te acompañe? Cerré la puerta, la ventanilla estaba abajo. Esos ojos tan brillantes y bonitos me examinaban de forma lenta; sus labios estaban entreabiertos y casi, estoy así de seguro que todo iría bastante bien si él me acompañaba a la feria. ¡Pero esta noche! —Tranquilo. Yo… —mi celular empezó a vibrar. Era una llamada de Jair—, me tengo que ir. ¡Gracias por traerme! Y no espere una respuesta de su parte, solo me aleje de Gerardo. Me lleve el teléfono al oído para poder contestar. — ¿Que te gustaría cenar? Estoy en un puesto de comida y quiero aprovechar para pedir. Comencé a caminar entre un mar de gente que se emocionaba con los puestos de artesanía y juegos de tablero. —Lo que tú pidas por mí está bien, no tengo un antojo en específico. — ¿Te gustan los molotes? —Sí, los de tinga son mis favoritos. Escuche que sonreía. —Bien, entonces pediré por ti. — ¿En qué puesto estas? Ya ando en la feria, estoy por los puestos de artesanía. —Estoy en el área de los puestos de comida, es un lugar donde venden garnachas y fritangas. ¡Es muy pintoresco! —Vale. Te busco. La feria estaba muy concurrida, los puestos de comida para cenar estaban llenos de gente y es que la comida era lo mejor de este evento. Había familias, novios, solteros y amigos divirtiéndose de forma agradable con la comida. ¡Si tan solo mi padre no se hubiese enfermado! Las cosas serían muy distintas para cada uno de nosotros. ¿En dónde nos encontraríamos ahora mismo? ¿Tendría límites de hora para regresar a casa? ¿Mis padres estarían disfrutando de la compañía de sus hijos cenando comida fruta picante? ¡Lástima que a veces la vida no siempre es como queremos! —Perdona la tardanza, ya estoy aquí —me senté frente a él. Sus labios estaban sonriendo y la forma en que me miraba me hizo sentir cómodo. —Tranquilo. Yo entiendo que a veces surgen los imprevistos. Lo bueno que ya estás aquí. Sonreí. Jair me miraba con ojos pizpiretos. — ¿Cómo te fue hoy? —le pregunté. Recargo sus brazos cruzados contra la cubierta de la mesa. —Diría que me fue bastante bien. Hubo un poco de trabajo, acomodar unas herramientas y reorganizar el área de trabajo. —Suena bastante atareado. —Lo fue. Bueno, pero no fue tan pesado como suena lo de andar reorganizado. Sonreí. Alce la vista hacia una chica que parecía ser la mesera del puesto. —Aquí están sus bebidas —dijo ella. Puso dos botellas de vidrio, ambas de color amarillo. ¡Boing de mango! — ¡Gracias! —le respondí a la chica. Ella asintió y se alejó de nosotros. El haber caminado bastante me hizo querer beber rápidamente. Me empine la botella, mis labios abrazaron el cristal y el sabor del mango me hizo sentir refrescado. —Veo que tenías mucha sed. Sus labios sonreían y de pronto me sentí en confianza con él. No pensé en mi respuesta y solo lo dije. —Si. Es que anduve corriendo esta tarde. Llegue tarde porque mi papá no quería ponerse una inyección y al final yo se la tuve que poner porque con mi mamá no quiso. Deje escapar un suspiro, mis palabras fueron capturas por la atención de Jair. Su semblante se transformó rápidamente y mi cerebro se percató de aquel descuido mío. ¡Ahora tendría que explicarle más sobre mi vida personal! — ¿Tu papá está enfermo? —esta vez su mirada se tornó en preocupación. Baje la mirada por unos segundos, el ruido de nuestro alrededor fue un poco intenso y yo esperaba poder evitar su respuesta. ¿Valdría la pena seguir evitando todos estos sentimientos? —Ahora se está recuperando. Él casi se nos muere. La forma tan directa de decir las cosas me hizo reflejar aquella frialdad que en mi corazón también habitaba. — ¿De verdad? Deje escapar un suspiro, necesitaba encontrar la forma de no dar un explicación tan larga. Los meses me habían hecho odiar el tener que repetir la historia de la enfermedad de papá. —Si. Fue por enero de este año. Parecía estar muy impactado con mi respuesta. — ¿Qué fue lo que le pasó? Bebí un poco más de jugo, ni siquiera había sido capaz de notar que ya me había tragado tres cuartos del líquido. —Una infección en el cerebro, meningitis. El tiempo y los sucesos me habían hecho ser un poco duro, algo frio y muy cortante con lo que se relacionaba a la enfermedad de mi padre. — ¿Y ahora está bien? —Si. Dentro de lo que cabe papá está estable. Tiene que tomar tratamiento y el médico le mando vitaminas en inyección. Los ojos de Jair parecían estar pintados con compasión e interés hacia mis problemas familiares. ¿La enfermedad es un problema? ¡Más que un problema, las enfermedades son injusticias para la humanidad! — ¿Y hace cuanto tiempo que él está así? —Fue a inicios de este año. Para ser exactos, durante la primera semana de enero. — ¿Y cómo te sientes por esta situación? Esta era la primera vez que alguien ajeno a mi familia estaba preguntando por mi salud emocional. ¡Se sentía bien saber que aún hay personas interesadas en algo más que un simple buen rato! Los ojos de Jair me hicieron sonreír con esa pregunta y me sentí demasiado bien de estar aquí. ¡Mis mentiras me hicieron sentir libre esta noche! —Creo que ahora lo he asimilado. O sea, al principio fue algo inesperado y muy doloroso. Pero al final creo que lo hemos ido superando bien como familia. ¡El buen ánimo y el tiempo son piezas clave para no derrumbarse! Sus cejas parecieron enmarcarse de forma curiosa. Su barba tuvo un movimiento leve a causa de una sonrisa. —Pareces ser muy fuerte. Digo, tu respuesta fue muy directa y suena bastante bien lo de asimilarlo junto con tu familia. ¡Me sorprendes! Asentí. La mesera parecía acercarse con nuestra cena. —Tengo curiosidad —se animó a preguntarme. — ¿Sobre qué? Nos miramos directamente a los ojos y una sensación curiosa se desencadenó en mi interior. ¿Que era? — ¿Por qué decidiste convertirte en escort? Mi corazón se puso nervioso y me dieron ganas de huir en ese instante. ¡Aun no estaba listo para dar explicaciones!
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