CAPÍTULO VEINTE
¿Samantha? —dijo Ilse con el tono tembloroso.
Sawyer gruñó, respirando furiosamente, con sus músculos en movimiento mientras levantaba el último c*****r sobre la pequeña forma que yacía contra el frío hormigón.
Le faltaban los pendientes, pero el pelo rubio y la mirada desesperada y asustada eran inconfundibles.
Estaba aquí. La habían encontrado.
El asesino de Samantha también había dado con ella…
¡Oh! Díos mío. Estaba respirando. ¡Respiraba! ¿Pero lo lograría? ¡Estaba herida!
—¡Samantha! —gritó Ilse cuando se lanzó hacia ella, sintiendo que su propio miedo se desvanecía mientras estiraba la mano desesperadamente. Sus dedos agarraron las frágiles yemas de los dedos de Samantha.
La voz vacilante de Ilse se volvió firme. Una extraña y rara especie de coraje la invadió
