Dominic está sentado en la cocina leyendo el periódico como lo hace todos los días, cuando debe oírme llegar. Él levanta la vista y se encuentra con mi mirada. Sin vergüenza, observo cómo los ojos me recorren desde los pies hasta la cola de caballo en la parte superior de mi cabeza. Vuelve a leer el periódico, como si no pudiera apartar la mirada lo suficientemente rápido. —¿Llendo a algún lugar?— —Escuela—, le digo mientras saco una taza de yogur del refrigerador. —¿Puedes llevarme? ¿O puedo pedirle a Kate que me recoja? Se da vuelta para mirarme y la preocupación brilla en sus ojos. —Sabes que no me gusta que andes con niños de tu edad—. —Por eso te pregunté si podrías llevarme—. Le quito la tapa y la lamo antes de tirarla a la basura. —Es mi última semana de clases... lo estoy intent