Observa

1537 Words
No sé que hacer con esta vida de rico, sé que puede sonar un poco “presuntuoso” pero es verdad, jamás en la vida me había preguntado ¿qué es lo que hace un rico? Sobre todo uno que no tiene ni idea de lo que hace su empresa. Antes, solía tener una rutina, me despertaba a las seis de la mañana, salía a correr con Rex a las seis y media, ducha a las siete, leía un poco mientras desayunaba y a las once me iba al bar, para levantar los platos sucios de la noche anterior, hacer el inventario preparar todo para que a las doce o una los clientes empezaran a llegar y yo a ser el psicólogo detrás de la barra, después corría el día, salía cuando me lo pedía y al día siguiente de nuevo a la rutina. Puede parecer aburrida pero bueno, al menos hacía algo.  Aquí me despierto, salgo a correr al enorme jardín junto con Rex, regreso me ducho, desayuno y… y ya, no hay nada más que hacer, sólo estar aburrido recorriendo la casa, pensé que al heredar todo me sentiría como en una película tipo Home Alone donde el protagonista salta por todas partes, come dulces y hace fiestas, me equivoqué.  Así que de nuevo caigo en la trampa de las fiestas que hacen mis socios o los amigos de mis socios, a los que estoy invitado casi todos los fines de semana. Voy a la que me place porque me invitan a tantas que no tengo ni idea de a cuál casa o mansión iré, sólo me gusta la invitación por el color o la forma, la leo, me visto y voy, así de fácil, ni siquiera necesito llevar el sobre, con sólo verme me dicen “Señor Sanz” y me dejan entrar.  Esta vez, me tocó ir a una casa en el campo, un poco lejos de donde yo vivía un rumbo al que jamás me imaginé que iría. Me alegré que el chofer sabía exactamente la dirección así que prácticamente pasé todo el camino viendo el paisaje. Algo que aprecio de mi nueva vida es que tengo oportunidad de checar detalles de cada lugar y situación en la que estoy, como no tengo que fijarme en otras cosas, entonces tengo el tiempo del mundo para hacerlo. Pasamos árboles, muchos árboles y de pronto una hermosa casa de color blanco con techos de color café se divisa al fondo, junto a ésta un lago, uno bastante grande que nunca pensé existía en la geografía de este país.  —Llegamos señor Sanz.— Escuchó y me bajo de la camioneta antes de que él me abra.  El chofer me ve extrañado y sonrió tímido, no es que le quiera quitar el trabajo sólo que no me he acostumbrado a esto de que me abran puertas y me den todo.— Lo siento,  la costumbre.  —No se preocupe señor, sólo no me malacostumbre.— Bromea.  Me río—Supongo que… —Lo espero, con los otros choferes, no se preocupe, como siempre mande por mí y estaré en la puerta para esperarlo.  —Gracias.  Camino hacia la puerta de la casa de campo y la música de jazz me recibe junto con la mezcla de perfumes que hay en el lugar. No necesito avisar que he llegado, con sólo pisar algunas miradas voltean y me sonríe, unas que en realidad no conozco, sigo sin conocer a nadie.  —Señor Sanz, bienvenido.— Escucho la voz de una hombre bastante mayor.  —Gracias…— Y me quedo en silencio.  —Señor Camarena.  —Cierto.— Finjo que ya lo sé pero no me acuerdo.— Muchas gracias por invitarme. —De nada… adelante, disfrute de mi alcohol.— Se ríe.  Entro hacia la casa y hago lo mío, observar. Me percato que hay gente conocida que levanta su copa y brinda, gente que sólo me ve pero luego me ignora y los demás, a los que no les importo o los que en realidad no saben quién soy. Busco entre la gente a alguna cara conocida, tal vez a Moore, pero nada, así que me dirijo al bar como siempre, admito que mi ingesta de bebidas alcohólicas ha crecido bastante, ni siguiera cuando era barman tomaba tanto, ahora, es lo único conocido.  —Un Tom Collins.— Pido con ese tono antes practicado.  El barman me lo da y luego camino hacia una de las mesas que están junto a las ventanas para ver el lago mientras lo bebo.  —Esto es a lo que llamo “Un cuarto con vista”—murmuro.  —Tom Collins  ¿Cierto? — Escucho esa voz tan conocida y volteo para ver a Bruna pero ahora con el cabello largo y de color azul.  —Bruna.— Pronuncio su nombre.— O bueno ¿cómo te llamas hoy?  —Bruna, así me llamo.  Ella se acerca a mi con una copa de champaña en la mano y ve hacia el lago. — No tienes ni idea de qué hacer ¿cierto? —No ¿se nota mucho?  —Se nota todo…pensé que eras más simpático.  —Lo soy, sólo que…  —No tienes temática para hablar con ellos.— Respondió Bruna y tomó un sorbo de champaña.— No es muy difícil, siempre ve a las damas, luego los caballeros harán su parte.  —¿Es un consejo?  —Sí…  —¿Debo pagar por eso? — Contesté  —No… o puedes… si quieres. — Y me cierra un ojo.  Nos quedamos ambos viendo hacia la laguna y ella se acerca un poco más a mi.— Debes aprender a manejarte en este mundo Sebastian Sanz, si no, pierdes. —Pensé que me manejaba bastante bien.— Y le enseño mi Tom Collins. Ella se ríe.  Bruna y su cabello azul que brilla un poco más de la cuenta, me toma del brazo y ambos comenzamos a caminar por el salón, me acerco más a la gente, a sus círculos y a las bebidas que toman.— Si observas de lejos te quedas con la perspectiva superficial “ricos siendo ricos”, tomando y riendo, pero hasta ahí. Pero.— Y bebe un poco de champaña.—  Si te acercas más tu panorama crece y no todo es lo que parece.—Él está a punto de caer en banca rota.—Me dice señalando con la mirada a un hombre alto y de unos cincuenta años.—Y haría lo que fuera por que alguien le ayudara… lo que fuera.— Y me cierra el ojo.— Ella tiene una amante… —¿Una amante?  —La que está con el hombre de allá.— Y señala a una rubia alta que bebe con su marido.  —A él no le importa estar aquí, piensa en su caballo nuevo…— Y yo me río, no cabe duda que ella si sabe su lugar ahí.  Luego voltea a verme a mi.— Y tú eres la carne fresca y todos te están comiendo…Si sólo observas desde lejos, no sabrás lo que la gente dice de ti.  —No me importa lo que la gente diga de mi, nunca me ha importado.— Respondo.  —Pues aquí debería… no tienes la libertad de que nada te importe ¿sabes? Tu reputación ya fue marcada previamente y créeme dejó huella, las personas de aquí esperan algo similar o superior.  —No tengo ni idea de lo que hace mi empresa… ¿cómo?— Ella pone su dedo sobre mis labios y hace un ligero “shhhhh” para que guarde silencio.  —Regla número de este mundo… no confíes eso a cualquiera.— Comenta.— No sabes quién quiere hundirte y quién quiere ayudarte. Regla número dos… conoce tus negocios. — Y se termina la champaña.  —¿Cómo tú conoces los tuyos?  Bruna me guiñe un ojo y luego deja la copa sobre una de las mesas y toma otra del mesero que pasa al lado de nosotros, bebé otro sensual sorbo. Me pongo frente a ella, la veo a los ojos.— Pero… ¿yo puedo confiar en ti? ¿Cierto? — Pregunto y mi mirada se clava con la suya.  —Hoy sí… — Me responde. —¿Mañana? —No sé… todo depende.  —¿De qué?  —Cuál sea mi misión… este día fue ayudarte.— Y ve hacia atrás mío, volteo y  Rodrigo Moore levanta la copa y sonríe. —Cortesía del señor Moore...— Y me da un beso sobre la mejilla.— Eso es de mi parte guapo… hasta luego.  Bruna camina despacio entre la gente, lo hace de una manera tan sensual moviendo sus caderas, jugando con su cabello y parece que sus pies apenas toca en suelo, me hipnotiza y de cierta manera me invita a que la siga, pero no lo hago, sólo observo como se toma del brazo de Moore y por primera vez en todo este tiempo deseo algo: ese número mágico. 
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD