Aquel momento en la plaza del pueblo había sido incomodo, demasiado en realidad, la tarde recién comenzaba y Amelia se sentía molesta, saludar a Jerome Artigas había sido agradable, un reencuentro completamente inesperado y casual con el hombre que la había apreciado tanto cuando aun era una niña, aquel que le había ofrecido refugio y a quien tuvo que rechazar debido a que los O´Neill tomaron a su hermano, los celos de Alexandre eran ridículos, el sabia perfectamente bien que ella jamás podría corresponder a sus sentimientos pues lo odiaba, aun así, el apuesto rubio tenia la mala costumbre de declararla como suya como si de alguna maldita propiedad se tratara, estaba harta de ello, realmente harta. Mirando hacia el techo de su alcoba, sonrió para si misma, a pesar del desagradable momento