Observe alarmada la puerta, no quería nada de esto, yo no necesitaba nada de esto, mi malestar se resumía a una cosa, resaca mal curada, no iba a decir en voz alta que volví a mi casa a eso de las cinco de la mañana cuando tengo que entrar a trabajar a las siete treinta, no quedaría nada bien.
Una chica de ojos achocolatados se hizo presente, de cuerpo delgado y bien formado, llevaba camiseta azul se ajustaba perfectamente a su figura y los pantalones negros sueltos tenían una líneas amarillas en su rodilla y piernas.
A su lado un hombre que vestía igual, su piel bronceada parecía tener un brillo especial, sus ojos eran pardo, el cabello castaño cobrizo se movía rebelde, parecía recién salido de alguna de esas series televisivas.
¿Estaban seguros que eran paramédicos?
El muchacho se acercó a mí y posó su mirada en mi cuerpo, aproveche para hacer lo mismo, tonta no era, y joder, estaba buenísimo.
¿Me desmayo de nuevo?
— Buenos días – sonrió tranquilo mientras dejaba al descubierto una fila de dientes blancos. – Mi nombre es Taylor y ella es Eloísa. ¿Cómo te llamas? – lo barrí con la mirada hasta que detuve la vista en su boca.
Sí, era actor.
— Ludmila… Ludmila William – traté de sonar lo más tranquila que pude mientras observaba como abrían sus maletines. – Estoy bien – mire las cosas.
— ¿Puedes decirme que día es hoy Ludmila? – claro, ignoremos al paciente - ¿Puedes? – insistió mientras sus manos calientes se posaron en mi frente y prendía una linterna.
— Viernes quince, joder – me queje cuando su mano apretó la zona latente de mi cráneo.
— Lu – advirtió mi jefa y rodé los ojos, algo que pareció divertir al chico.
— Ha sido un buen golpe – miró a mi amigo - ¿Qué le ocurrió a tu novia? – junte mis cejas.
— No soy su novia – conteste captando la atención del muchacho – Solo me he desmayado – me aleje un poco – Puedo hablar – desvíe mi vista para encontrarme con los ojos verdes de nuevo.
Al parecer era el día de los hombres sexys y no me había enterado, es que ambos estaban para chuparse los dedos, aunque el paramédico tenía un aire más jovial y relajado, algo que el sujeto de traje no parecía tener.
No, él tenía la mirada profunda y hasta un poco intimidante, llevaba un brazo cruzado que sostenía su codo para poder apoyar su mano en el mentón, tenía toda la vista de chico malo y me gustaba, estaba segura que era de aquellos que te destrozan en menos de dos minutos, pero quieres más, mucho más.
Mente pecaminosa, ven a mí.
— ¿Estás embarazada? – mire a Eloísa
— ¿Qué? – arqueo una ceja molesta.
— ¿Estas embarazada? – pronunció aquellas palabras con desdén y yo rodé los ojos nuevamente.
— No, no estoy embarazada – volví mi atención al piso, no puedes golpear personas en tu lugar de trabajo, Lu, te despedirán – Solo ha sido una descompensación, baja de presión – la miré con una sonrisa falsa.
— Cariño, puede que lo estés y no lo sepas, eso puede pasar – Hannah hablaba despacio.
— No estoy embarazada – la interrumpí – No es que mi vida s****l sea algo que tenga que interesarles a todos – los mire - Pero creo saber cómo las personas tienen hijos y como evitarlos – Taylor volvió a sonreír - Créanme cuando les digo que no… no lo estoy – el paramédico parecía divertido con mi fastidio, porque el desgraciado bajo la cabeza para reir.
— Tendremos que llevarte al hospital – dijo después de recomponer su gesto.
Sí hagamos de cuenta que no te estoy sirviendo de chiste.
— Es un buen golpe – volvió a tocar.
— Bien, ya estuvo – me aleje – No es nada, no es la primera vez que me golpeo – ladeo el rosto.
— Necesitarás una placa. – insistió – Te vienes con nosotros – abrí la boca.
— Esto debe ser una broma – me queje – No creo que sea necesario, miren ya estoy… - me levanté de la silla rápido provocando otro gran mareo.
— Creo que esto confirma que sí lo es – dijo Taylor mientras sostenía mi codo - ¿Alguno la acompaña? – abrí los ojos horrorizada.
— ¡No! – dije casi gritando – Iré sola y llamaré para que me busquen allá a una amiga – Taylor tosió para camuflar una risa.
Idiota.
Hannah insisto varias veces en acompañarme, pero me negué rotundamente, también intentaron ponerme un collarín, digo intentaron porque no deje que me tocaran devuelta y mucho menos que me pusieran esa cosa en el cuello.
Solo caminé con ellos hasta la ambulancia y me subí entre quejas, balbuceo molestos y maldiciones mentales, Taylor seguía divertido, pero a esta altura quería pegarle, señalo la camilla, negué, insistió y me acosté en ella, la remera se me levanto un poco en el vientre y mi tatuaje apareció en la poca piel expuesta.
La baje rápido y cruce mis manos molesta.
— Ahora puedes decirme... – lo miré confusa cuando su voz sonó - ¿Estás embarazada? – volví a rodar los ojos.
— Dios… no, no lo estoy. – hable algo exasperada – No hay forma en que lo esté – conteste bastante molesta y mirándolo – Anoche bebí, ¿sí? Bebí mucho y he dormido poco, algo así como dos horas, lo más probable es que sea eso. – suspiré ofuscada.
— Okay, está bien – rio de nuevo, pero más bajo – Entonces lo que tenemos ahora es producto de una borrachera mal curada – cerré los ojos y asentí.
— Exacto. – lo señale con el dedo.
— La próxima te acordarás de beber menos – giré mi rostro y lo volví a mirar – Oh, buscarás la compañía adecuada para que esto no vuelva a ocurrir – chasquee la lengua.
— Lo tendré en cuenta. – de nuevo cerré los ojos y lo ignoré.
Ninguno de los dos volvió a hablar y yo no volví a abrir mis ojos, de igual forma no tenía que hacer sociales, con esta persona, no lo conocía y me traían en contra de mi voluntad.
Me removí un poco, sentía su mirada en mí, no sabía por qué, pero la sentía, era algo que siempre me pasaba, sentir cuando alguien más me miraba, tener esa sensación, mis padres decían que había sacado el sentido arácnido de mi madre.
Estamos locos, de eso no había duda.
En fin, era algo sumamente incomodo, saber cuándo alguien te miraba, me paso con el hombre de la cafetería, sabía que me miraba, podía sentir su tensión en algunos momentos, el enojo.
Suspiré de nuevo y visualicé en mi mente la ambulancia, recordé cada detalle que había por dentro, carrocería roja por fuera, la camilla negra de caños plateados con ruedas negras en su base, las paredes metálicas de adentro.
Por dentro todo era plateado, inclusive el asiento al lado de la camilla era del mismo color, un monitor que supongo marcaba la frecuencia cardíaca estaba sobre mi cabeza, a mi derecha unos tubos de oxígeno y una repisa con medicamentos cubiertos por un vidrio corredizo, sé que ese mueble tiene un nombre, aunque en este momento no puedo recordar cuál.
— Llegamos – la voz de la mujer me hizo abrir los ojos.
— Sigo diciendo que esto no es necesario – me quejé y escuché una risa a mi lado.
— Eres demasiado terca Ludmila – rodé los ojos aún molesta y me dejé llevar por los paramédicos.
— ¿Qué tenemos? – una tercera voz apareció.
— Mujer joven, sufrió perdida del conocimiento en su trabajo, presenta contusión en el área frontal izquierda, signos vitales estables, presenta inestabilidad, se llama Ludmila – Megan le dio las indicaciones al médico que ahora se acercaba hasta mi cara.
— En el uno – dijo tranquilo.
El lugar olía a medicamento y desinfectante, algo normal supongo para ser un hospital, las cortinas que separaban cada camilla eran azul oscura y las sábanas blancas, una serie de pequeños cajones móviles plateados se encontraban al lado de la camilla en la que ahora se encontraba mi cuerpo
— Ludmila, son el doctor Can – sonrió tranquilo y me miro - ¿Cómo te sientes?
— Me duele un poco la cabeza en esta zona – toque la enorme pelota en mi cabeza. – Pero supongo que es normal.
— ¿Nauseas? ¿Mareos? – tomo la linterna para revisarme
— Solo un mareo, cuando me trate de mover luego de caerme – afirmo despacio.
— Haremos una tomografía para cercioramos que no sea nada grave – suspire, esto no era bueno - Por otro lado, haremos unos estudios de sangra primero para confirmar que el desmayo no sea producto de embarazo… - no quise, juro que no quería reaccionar así, pero como nadie escuchaba.
— Por todos los cielos, no estoy embarazada – lo mire – Soy virgen, entiende… V-I- R- G-E-N – el doctor me miro divertido – Solo me emborrache, salí bebí hasta casi perder el conocimiento y no dormí simplemente dos horas – las palabras salían precipitadas – Si a eso le sumamos que salí de mi casa sin desayunar, es simple, baja de presión y luego ¡Puf! – hice gesto con la mano de caída – Solo haga el estudio, me da el alta y todos felices. – sonreí.
— Lo tienes todo pensando – afirme y sonrió.
Respire profundo y toque el puente de mi nariz, estaba agotada de repetir lo mismo una y otra y otra vez, seguramente me había excedido con el médico, él no tenía culpa de mi reseca y mi mal humor.
Tome aire profundamente y toque el puente de mi nariz.
— Mire… lo siento – levante la vista y me percate de la mirada de todos en la guardia sobre mí, incluido el paramédico - ¡Demonios! – susurre.
— Pasaremos a la tomografía entonces señorita Williams – dijo sonriendo mientras apuntaba – Tranquila, no creo que hayan escuchado – lo mire con los brazos cruzados y rio.
— Acabo de pasar la vergüenza de mi vida – palmeo mi hombro.
— Si me pregunta hay cosas peores por la cual sentirse avergonzada – salió dejándome sola bajo la atenta mirada de Taylor.
Desvié la vista a uno de los costados y me quedé helada al ver al hombre de la cafetería, su vista estaba fija en mí, él había escuchado mi patética vida amorosa, esto no era bueno.
Tome mi llamar a unas de las chicas y pedirle que venga por mí, necesitaba salir de aquí o es que acaso mi vida podía empeorar más.
— ¡Ludmila! – el grito de Jenna me hizo jadear.
Claro que sí, siempre se podía empeorar.
— ¿Cómo es que…? – la mire confundida
Jenna entro como alma que lleva el diablo toda agitada, tomo mi cuerpo entre sus manos mientras decía que Hanna la había llamado y ella por supuesto acudió a mi encuentro lo más rápido posible, mis ojos contemplaron el techo mientras ella pedía indicaciones como una completa loca.
— ¿Dónde está el médico? ¿Alguien? – giro mirando a todos y jadee.
— Yo soy su médico – Can apareció y ella sonrió.
— Genial ¿Qué tiene? ¿Va a morir? ¿Podrá caminar? – volví a jadear, pero él se rio.
— Está bien, solo es un golpe en la cabeza – mi amiga me miro preocupada.
— ¿Puedes bailar? – consulto y abrí la boca para responder, pero giro - ¿Puede bailar? Tenemos una presentación, tiene subirse a un caño, ya sabe, más de tres metros de altura. – todos volvieron a mirarme, incluido el médico.
— ¿Un caño? – consulto confundido.
— Sí, Pole Dance – movió la mano – Si ha ido a un lugar de stripper tiene que saber lo que es – me tape la cara.
— Cállate – gruñí.
— ¿Qué? – me miro – Oh, no es stripper, aunque podría, debería verla desnuda – jadee – Pero tenemos una presentación de baile, una fiesta para algunos pijos de la alta sociedad.
¿Dónde había un bisturí?
— Entiendo – carraspeo.
— No me desnudo por dinero – me acomode de nuevo. – Jenna cierra la maldita boca o te ahorco con la sabana – mire de nuevo al hombre de la cafetería y Taylor.
— Bien – suspiro.
— No puedes bailar, de ninguna forma – dijo mientras el camillero venía.
— No puedo cumplir eso, tengo una presentación – me queje.
— Al tomógrafo.
No solo había anunciado mi virginidad ante toda la sala de emergencia, ahora mi amiga se comportaba como madre paranoica, una amiga bocona y la mitad de los médicos me observaban como si fuera un pedazo de carne listo para devorar, esto no era divertido, en ningún aspecto.
Terminamos de hacer mis estudios y para cuando volví ya ninguno estaba, Jenna no paraba de mandar mensajes, tenía una contusión, tenía prohibido bailar y trabajar por tres días, pero yo no iba a cumplir aquello, no importaba que repitiera una y otra vez que no podría ir al ensayo.
— No voy a faltar en cinco días es la presentación – me queje y ella me fulmino con la mirada.
— Le voy a presentar a tu culo mi pie como te atrevas a ir a la clase de hoy – suspire – Tamara sabe que estas preparada, yo lo sé, nadie se compara contigo en el escenario, te sale natural, eres perfecta en lo que haces, puedes descansar hasta mañana – la mire.
— Falta pulir técnicas del caño y las telas, no puedo simplemente faltar – otra vez me fulmino.
— No puedes colgarte a diez metros del suelo en ese estado – un enfermero parecía entretenido con nuestra charla y mi amiga. – En las clases son tres metros, allá son más y lo sabes – le saque la lengua y ella su dedo medio.
— Aquel muchacho no deja de mirarte – susurre y ella miro al castaño de ojos claros.
— No lo culpo soy hermosa – rodé los ojos y ella rio. – Pero no quiero salir con alguien que trabaja en un hospital, mis tiempos ya son un desastre, no necesito unos más desastrosos.
— Siempre tan modesta – chasqueo la lengua – Gracias por buscarme, aunque hayas dado a entender que soy una prostituta. – movió la mano.
— Ese doctor Can parecía interesado en verte, pues pregunto donde era – sonrió y rodé los ojos.
— No es mi tipo – caminamos a la salida.
— ¿Qué tal el paramédico o el tipo que da miedo? – la mire.
— ¿Qué?
— Los dos preguntaron por ti, creo que sujeto que da miedo p**o tus gastos médicos hasta de los controles – junte mis cejas.
— Eso no tiene lógica – me miro.
— Lu, eres hermosa, lo que pasa es que no te ves a ti de la forma correcta – me miro.
— Creo que, si lo hago, por algo mi padre me tortura con los chicos – se quedó callada.
— Nunca hablas de tus padres, no mucho – la mire un momento.
— No hay mucho para decir, viven fuera, con mis hermanos, los visito cuando puedo, no tengo la plata.
Ella me miro sin creerme, lo sabía, sabía que no me creía, pero no podía hacer nada al respecto, no hablaba de mi vida privada, ni de mis padres, mucho menos de lo que pasaba con ellos, no quería hacerlo y nunca lo haría, era mi limite, ellos lo eran, y no lo iba a pasar, no quería hacerlo.
Nunca lo haría.