La noche era fresca el viento dejaba como obsequio, pequeñas hojas y flores secas atoradas en los grandes ventanales del hospital de la fundación Sagrado Corazón que los Billinghurst administraban, Jeanne leía con gran amor el cuento de Ricitos de oro al pequeño Jayden que la escuchaba con atención, Jacon esperaba fuera de la habitación custodiando la puerta, Seth había decidido acompañar esa noche a su amada para conocer al pequeño del que tanto le hablaba la azabache, el piel canela observaba en silencio la escena, parecían madre e hijo, escuchaba la suave y melodiosa voz de la joven cantando una dulce canción de cuna al pequeño que de a poco comenzaba a quedarse dormido, el ojos zafiro sentía su corazón tranquilo al escucharla cantar, una vaga imagen se dibujó en su mente, una mujer de