5. UNA CITA PASADA EN AGUA

1072 Words
Cuando se está al interior de la fábrica quedas completamente aislado del mundo, por eso a menos que sea un temblor o una explosión, difícilmente se puede sentir algo del exterior. No me sorprendo, pero tampoco me agrada darme cuenta de que llueve a cántaros. Saco la sombrilla y me dirijo al trabajo de Juliana, en dónde como en todas las fábricas en este momento, hay mucha gente apilada, esperando que baje la lluvia para poder salir. Allí está ella y aunque no tiene ropa de fiesta, se nota que ha puesto cuidado especial en su arreglo hoy. Su atuendo es simple, un blue jean ajustado, zapatillas blancas, terribles para el clima de hoy, una camisa blanca sencilla y un blazer azul, acompañado de un maquillaje suave que la hace ver más agraciada de lo normal. —Podrías disimular un poco —dice con una gran sonrisa después de saludarnos. —¿Tanto así se me nota? —pregunto fingiendo asombro para terminar riendo. —mi día inició mal, así que esperaba poder despejarme esta noche, pero salgo y encuentro este aguacero, creí que cancelarías. Se sintió bien llegar y que me estuvieras esperando. Me gusta la forma en que me mira, así que sé que he elegido las palabras adecuadas para llegar a ella. De las pocas cosas positivas que me quedaron de mis experiencias pasadas de vida, son los consejos que sobre mujeres y relaciones me daban las trabajadoras de las residencias en que debí "trabajar", ellas decían que era lindo que un hombre se sincerara y de vez en cuando mostrara sensibilidad, pero no mucha, pues a ninguna mujer le gusta un hombre débil, pero si les gusta sentir que ellas son especiales y que es posible que el hombre se abra con ella, pues aman la idea de poderlo cambiar. —No pensaba perder el arreglo de hoy —hace el amague de modelarme el blazer —Eres la excusa perfecta para estrenarlo —sonreímos los dos. Miro mi celular y observo que el uber prácticamente ha llegado. —El carro nos recoge en la esquina —le informo —es más rápido que nos subamos ahí —luego miro sus zapatillas y ella sigue mi mirada para luego afirmar. —Si, lo sé, pero ya no puedo hacer nada, son los únicos zapatos que traje —luego con un puchero dice —después las limpiaré. Se prende a mi brazo y no estoy seguro cómo, pero logramos llegar al vehículo sin que sus pies se hubieran humedecido. —No conozco tus gustos así que solo pensé en el centro comercial —confieso al bajamos —aquí podemos decidir que queremos hacer, comer algo, tomarnos una cerveza, entrar a cine y creo que hay una bolera ahí arriba — comento señalando los pisos superiores. —Perfecto, ¿te parece si comemos algo? este frío me dio hambre —dice. —La boca me sabe como a alitas bbq ¿Qué opinas? —me mira sorprendida antes de responder. —Hace mucho no como eso, suena delicioso. Mientras nos encaminamos, revisa su celular, lo apaga y guarda en su bolso. —Tienes un nombre bonito, no es común, Maximiliano. Suena a nombre de algún gladiador romano o algo así. Su comentario es gracioso, lástima que mi nombre no sea por algo tan bonito o entretenido, simplemente mi madre no había elegido un nombre al ir a registrarme por lo que el notario lo eligió por ella. Estuve de buenas, pues el hombre tenía buen gusto. —Maximiliano gladiador, suena bien —digo. Comer alitas tiene varios pluses, el primero es que es una comida relajada pues se puede coger con la mano, combina a la perfección con una cerveza y permite ir charlando y conociendo la persona mientras se comparte. Desde ahí todo sale a pedir de boca y el incidente de la mañana prácticamente ha sido olvidado. —¿Entonces me veo bien? —pregunto con una alita en la mano —me alegra no haber perdido el arreglo —digo haciendo mofa y logrando otra sonrisa por parte suya. —¿Y también estás estrenando? —remata. —No, pero me corté el cabello —señalo mi cabeza. —Me gustó el cambio y también la barba. Tienes una barba bonita, no a todos los hombres se les ve bien —bebe un trago de su tercera cerveza. —¿Quieres tocarla? —pregunto inclinándome al centro de la mesa, dando por hecho que su respuesta será un sí. No me equivoco, ella también se inclina y estira su mano para tocar mi barba, acto que aprovecho para hacer que su mano se posicione en mi mejilla y sentir la tibieza de su pie en mi rostro. —Se siente muy bien —afirma mirándome a los ojos y si eso no es una señal para avanzar, no sé que es. —Si, se siente muy bien —le sostengo la mirada haciendo que la de ella caiga. Tomo sus manos entre las mías —no quiero, pero sé que debemos irnos ya Juliana, mañana hay que trabajar, pero me gustaría repetirlo. Ahora llovizna y ella tirita levemente mientras esperamos transporte, así que sin pedir permiso, la abrazo con la excusa de compartirle mi calor. Se recuesta en mi pecho generándome una sensación agradable que se mezcla con el suave aroma que desprende su cuerpo. Amo que una mujer huela bien. —Juliana —la llamo haciendo que separe su rostro de mi pecho y me mire. Aprovecho para besarla. Hace mucho no disfrutaba unos labios suaves y cálidos, ni sentía las curvas de una mujer, así que sin planearlo, mi agarre a su cintura se afianza y aumento la intensidad del beso. No es un beso brusco, pero tampoco es suave, fue un buen beso. —Hace años no recibía un beso bajo la lluvia —dice mientras esconde nuevamente su cabeza en mi pecho —no recordaba lo lindo que es —luego de unos segundos vuelve a hablar —tu corazón está como loco. No sé por qué, pero es cierto, mi corazón está desbocado y no tengo una explicación para eso, así que solo puedo pensar en que realmente me está gustando esta mujer. No creo que sea por ser la primera vez que beso bajo la lluvia o porque el frío hace que se sienta aún mejor el roce de nuestros cuerpos.
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