Oficialmente no somos algo, pero disfruté tantas veces de sus labios anoche que no me apetece volver a mi soledad autoimpuesta. Tal vez ya sea hora de avanzar.
Me acosté con una sonrisa tonta en el rostro y aunque intento dormir, mi mente se niega a hacerme caso y repite fragmentos de la cita. Un comentario jocoso, una sonrisa, la sensación de sus labios, el calor de su piel, pero sobre todo su olor, aquel despertó nuevamente las ganas en mi cuerpo.
Si pienso las cosas con lógica, creo haberme alejado de los problemas, llevo mucho siendo un ciudadano de bien. Tengo un empleo no bien p**o, pero si es decente y estable, así que tal vez ya es hora de vivir y divertirme como la mayoría de hombres de mi edad.
Hace algún tiempo pensar en una relación estable, en una escapada de fin de semana a algún pueblo y despertar con otro cuerpo junto al mío, era algo impensable, pero mi mente está contemplando esas posibilidades, aunque no sé si eso pueda funcionar realmente para mí, ¿Cómo explico mis ataques de ansiedad en las noches después de hablar con mi madre? Pero sobre todo ¿Podrá una mujer entender mis paranoias?
Supongo que hay que caminar antes que correr, así que simplemente veré que tan lejos me deja avanzar Juliana.
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Despierto motivado, pero mi altercado del día anterior vuele a mi mente cortesía del morado que ostenta el rostro del idiota, aunque eso no pudo eliminar por completo mi felicidad.
Hoy la señora María volvió al trabajo y aunque me alegra que ya esté recuperada, me habría gustado ver a Juliana al medio día.
—El almuerzo de hoy es especial Maximiliano —me dice la señora María mientras me pasa el almuerzo ya caliente.
—¿Y eso señora María? —pregunto levantando la tapa de uno de los portas para descubrir mi comida favorita.
—Esta mañana me levanté muy temprano para hacerlo —dice con una sonrisa —Ella no me ha contado nada, pero el chisme ya me llegó.
Frunzo el ceño, imaginando cuál es el chisme.
—Clarita de contabilidad los vio en el centro comercial y dice que se veían muy bonitos juntos, así que échale ganas Maximiliano, que me gustarías de yerno en lugar del tal Jeferson —luego hace mala cara —ese hombre no me agrada.
¿Podría ser el tal Jeferson el motivo por el cual Juliana apagó el celular anoche? Estoy casi seguro que sí y eso lo convierte en un tema que debo explorar.
Algunos compañeros me felicitan muy a su manera y otros le dicen a la señora María que ellos serían mejores yernos que yo, obviamente todo en broma. Miro al grupo pareciéndome extraño encontrar a John en un rincón del comedor y luciendo ajeno a toda la algarabía del lugar. Esa actitud no concuerda con la imagen alegre y participativa que me he formado del chico
.
—Vamos con despacio señora María, hasta ahora nos estamos conociendo —contesto no seguro de que tanto quiere Juliana que su madre sepa.
—Ves Maximiliano, por eso eres mi favorito y no estos niños todos calenturrientos —dice la mujer al grupo —a ustedes los quiero mucho, pero no para mi hija.
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Como mientras pienso en cual equivocada está la mujer al creer que no estoy buscando sexo con su hija. No estoy seguro de si algo más puede pasar, pero indudablemente intimidad, si quiero.
Antes de volver a mis labores, envío un mensaje a Juliana, preguntando cuando podremos volver a vernos.
Llega la hora de salida y mi relevo se demora en llegar una hora. Eso no es raro en ese chico, pero siempre y cuando me reconozca el p**o extra, no pongo problema. Había decidido que viviría con mi sueldo normal y las extras las ahorraría para comprar una moto.
Al realizar la entrega del puesto voy hacia los locket en dónde la escena que encuentro me hace hervir la sangre. El pobre John ha sido elegido como víctima.
Normalmente quince o veinte minutos después del cambio de turno en la noche, la fábrica parece un lugar embrujado, así que eso fue aprovechado por Rigoberto para amedrentar a John. Escucho palpablemente cuando lo amenaza con contar lo que le ha hecho y cuánto lo han disfrutado los dos.
Ninguno se percata de mi presencia, así que retrocedo y hago algo de ruido antes de entrar. Muchas zonas de la fábrica cuentan con cámaras de seguridad para limitar que alguno pueda sacar el producto a escondidas, pero lugares como los vestidores y los baños no las tienen y es precisamente por eso que Rigoberto ha elegido someter a John ahí.
La escena no estaba muy avanzada y no seguiría avanzando debido a mi interrupción, pero al recordar la cara de John a la hora del almuerzo, tengo la certeza de que no tuvo la misma suerte ayer. Recuerdo cómo me sentí la primera vez que me pasó y no puedo evitar sentirme mal por el chico, pues aunque es un adulto legalmente, tiene la mentalidad de un chico a quien la vida ha tratado bien, alguien sin el bagaje necesario para defenderse.
—¿Ustedes por aquí? —pregunto haciéndome el tonto —¿van de salida?
—Yo, sí —dice el muchacho tomando su mochila y pasando apurado por mi lado —chao.
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