14. VISITA OBLIGADA

1315 Words
Es sábado en la tarde y estoy a solo cuatro días de que termine mi incapacidad laboral. Es uno de esos días típicos de la capital bogotana, en los cuales los rayos del sol se quedan a mitad de camino, cortesía de gruesas nubes grises que todos sabemos no se convertirán en lluvia hoy. La única misión de esas nubes es mantener el día frío. Hoy finalmente decido salir del apartamento e invitar a Juliana a comer algo delicioso en alguno de los negocios decentes que hay en el barrio. Contrario a lo que se podría pensar en un barrio de estrato económico bajo como este, los lugares de comida rápida son bastante buenos. Ella acepta mi invitación para compartir una comida después de salir de trabajar al mediodía. La veo bajar del transporte público y automáticamente una sonrisa se despliega en sus labios, provocando que los míos la imiten. Tras un corto saludo y un inocente beso, vamos directo al local de comidas como dos tortolitos normales, tomados de la mano. Nuestra charla da grandes saltos de tema, entre su trabajo y lo mala persona que es su jefe, y las ansias locas que tengo de volver al mío. No es que no quiera trabajar, pero no estaría nada mal unos cuantos días más lejos del calor de la fábrica. Puedo decir, sin temor a equivocarme, que los dos disfrutamos la comida, pero sé que Juliana no puede amanecer conmigo como antes. Llevo ya unos días fantaseando con poder jugar un poco más íntimamente con ella. Su mirada burlona me está diciendo que no me cree capaz aún de subir el nivel de nuestros juegos, pero yo estoy más que motivado a sorprenderla. —No eres muy ágil aun subiendo las escaleras —Me dice conteniendo sus ganas de reír, estando ella varios escalones más arriba que yo. —Esto es una cosa y eso es otra cosa, subir las escaleras no es tan motivante para soportar el dolor, como tenerte un rato entre mis brazos. Estamos llegando al tercer piso cuando suelto ese comentario el cual es recibido con una gran carcajada, para después mirarme desde lo alto. —Entonces tendré que motivarte. La veo devolverse dos escalones y halar suavemente del cuello de mi camiseta para besarme. La sensación estimulante de su lengua danzando con la mía lentamente, logra hacer que mi cuerpo genere algo más de calor y claro que si, me motiva para llegar más rápido al cuarto piso. Sus labios se alejan de los míos y me regala una sonrisa ladiada. —Necesitamos llegar rápido. Le digo iniciando carrera al cuarto piso y ganando un grito de sorpresa por su parte, pero apenas se recompone, corre detrás de mí. ¿Qué si me dolió? Si, me dolió, pero es algo tolerable y la verdad prefiero enfocarme en la recompensa. El apartamento está absurdamente frío y en este momento no podría agradarme más, pues sé que pronto calentaremos la habitación. Mis brazos toman su cintura y entre beso y beso su espalda queda contra la pared de la sala, haciendo que no pueda escapar de mí. No es que ella lo esté intentando, pero me agrada esa sensación de superioridad que me ofrece la ubicación. Sus manos se meten bajo mi camiseta y se deslizan por mi espalda y atrayendo más mi cuerpo a ella. Un pequeño puente de saliva se forma cuando nuestros labios se separan y estoy seguro de que la mirada de deseo que le estoy dando es igual de intensa a la que estoy recibiendo. El celular suena en el bolsillo de la chaqueta que dejé sobre la silla, pero es ignorado por el momento. Se empina en punta de pies, besa mi cuello y la sensación es absurdamente placentera, mis sentidos se están llenando con su olor, ese olor que de alguna forma elimina mis restricciones afectivas para con ella. Estoy mal, lo sé, estamos en medio de un momento cargado de erotismo y parte de lo que me enciende es saber que es una mujer limpia y que parte de su arreglo personal lo hizo pensando en mí, en encontrarnos hoy y posiblemente en disfrutar el momento que estamos teniendo. Muerdo mi labio inferior tratando de contener el vergonzoso sonido que amenaza con salir de ellos. El maldito aparato sigue timbrando de manera insistente. Enredo una de sus piernas a mi cadera y me apodero nuevamente de sus labios, mientras una de mis manos ya está bajo su camisa y juega con un seno prisionero en una jaula de encaje. —O contestas o lanzo ese celular por la ventana —sonrío al escuchar sus palabras, pero tiene razón, contestaré, cortaré rápido la maldita llamada y continuaremos este juego. Le sonrío y antes de permitirle bajar su pierna de mi cadera, no me puedo contener y le doy una palmada sonora en la nalga, haciendo que ella se ría. Voy apresuradamente hasta la chaqueta y saco del bolsillo el aparato y contesto sin mirar siquiera el nombre en la pantalla. —Hola, Maxi —la voz al otro lado de la línea, hace que la sonrisa que tenía desaparezca de manera inmediata —tenía muchas ganas de hablar contigo. Juliana me observa con preocupación durante los angustiantes minutos que dura la llamada. Mis respuestas son monosilábicas y al final solo dije, no sé, no estoy seguro y cuelgo. —¿Qué pasa Max? Observo a la mujer que me hace la pregunta y pese a que hace muy poco el ambiente era fabuloso y nuestros cuerpos estaban dispuestos a mucho, la verdad es que el mío, ya no. Toda mi vitalidad fue drenada en cuestión de unos pocos segundos y eso me llena de furia conmigo mismo. Soy capaz de muchas cosas, me defiendo del mundo, pero aunque ya no soy un niño, no sé por qué todo lo que tenga que ver con ella me afecta, todo duele, aunque ya no estoy seguro de exactamente que es lo que me duele. —Discúlpame, Juliana —caigo pesadamente sobre la silla en que reposa la chaqueta y descuelgo hacia atrás mi cabeza con los ojos cerrados —ella se acerca y pega mi cabeza a su pecho. —No te preocupes, dime mejor que es lo que pasa. Quizás te pueda ayudar y si no puedo, entonces comprobamos el dicho ese de que contar los problemas hacen que te liberes en parte de ellos. Sonrío por lo bonito e idealista del comentario y aunque no estoy listo para contarle algo a fondo, si suelto datos muy generales —Era Rosaura, la mujer que se hace llamar mi madre —contesto hundiendo mi cabeza en su pecho y dejándome consentir como si fuera un niño pequeño —está enferma, está muriendo y quiere verme, pero nunca tuvimos una buena relación y no quiero ir. Mientras hablo, los dedos de juliana juegan con mi cabello. Su pecho sube y baja rítmicamente y eso junto al sonido de su corazón, me relajan un poco. —No puede ser una relación tan mala como para no verla antes de morir, además abandonar a tu madre al final, puede que termine pesándote en la conciencia. No emito sonido, pues estoy seguro de que mi vida es algo que ella solo ha escuchado en los noticieros o quizás en algún tipo de documental. —Puede que te arrepientas después, quizás ella tenga algo importante que decirte y no se atreve a hacerlo por teléfono y por eso quiere verte. Deberías aprovechar los pocos días que te quedan de incapacidad para ir. ¿Algo que decirme? Lo dudo, pero ¿y si me equivoco? A la final seguí la recomendación de Juliana y lo que debió ser una tarde disfrutada en arrumacos y posiblemente sexo, terminó siendo usada para hacer mis maletas y buscar una flota que me llevara al pueblo.
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