La extrañaba como loco, deseándola a toda hora del día.
Andrea se apoderó de mis pensamientos de una forma tan intensa, que me volvía idiota. No dejaba de pensar en su voz, su cuerpo y lo que provocaba en mí con tan solo tocar mi piel. Era explosivo, como fuegos artificiales el cuatro de julio.
Esas semanas que estuvimos distanciados, hablamos un par de veces, restándole extrañez, pero aumentando el deseo de vernos con cada palabra subliminal. Me volví dependiente de Andrea, en todos los sentidos. No podía estar una hora sin pensar en ella, difuminando el mundo que me rodeaba, las personas que intentaban introducirse de nuevo en mi vida o aquellas que perdí en el escabroso camino.
La primera semana de ausencia, recibí una dolorosa carta del padre de Cindy. En ella detallaba la pronta p
