Transcurrí semana y media encerrado en el rancho, recuperándome, rezando para regresar al trabajo y no ahogarme en deudas atrasadas. Charles me ayudó con la comida, algunos gastos médicos y las medicinas, pero la cuenta en el hospital era más grande que la esperanza de convertirme en un jinete prestigioso. En esa eterna semana y media me curé de los moretones y algunas laceraciones, pero el dolor intrínseco se mantenía, aunque en menor proporción. Una parte de mí agradecía no morir en esa calle, pero otra parte susurraba que muchos de mis problemas habrían terminado si moría allí, olvidándome de todo. Aunque algo me tiraba a volver a tierra y levantarme, mostrándome esa grisácea mirada. No sabía nada de ella desde la noche que la contacté para contarle de la posible infección. Suponía qu